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Del eufemismo al “Estado propio”

Convergència apuesta por el soberanismo para alcanzar fines de menor entidad

El soberanismo de Convergència Democràtica (CDC) es como la Luna. Unos días es menguante; otros, creciente, y en ocasiones, pleno, como sucedió en el último congreso que el partido celebró en Reus. En él CDC se quitó todas las caretas y abandonó los eufemismos que habitualmente había empleado para evitar referirse a la independencia. En su ponencia política, CDC sostiene que Cataluña debe tener “un Estado propio”. El presidente del partido y de la Generalitat, Artur Mas, lo relacionó con una Unión Europea federal donde Cataluña debería ser “como Massachusetts”.

“Queremos un Estado catalán. No cederemos. No nos daremos nunca por vencidos. Venceremos, construyendo este Estado catalán que todos deseamos”. Las palabras no son de Mas, sino de Ramon Trias Fargas, presidente de CDC en 1980, que utilizó este término y concluyó: “A un americano nunca se le ocurriría alarmarse porque se hable del Estado de Massachusetts”. Un discurso muy similar al de Mas en el último congreso, con una diferencia: el fallecido Trias Fargas adscribió ese Estado a España y Mas lo sitúa en Europa.

Los nacionalistas

Ese es el principal cambio en el horizonte ideológico de CDC: tras décadas defendiendo un catalanismo no rupturista, la meta es ahora el Estado propio, con el pacto fiscal como estación intermedia. La fecha del cambio es clara: la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, en 2010. La independencia, que los dirigentes pospujolistas de Convergència asumían hasta entonces como un dogma personal, pero no de partido, pasó a formar parte de la estrategia de la formación. El presidente Jordi Pujol marcó el camino al admitir que ya no tenía argumentos contra la independencia.

El cambio ha servido para demostrar que, en su arte de gestionar la ambigüedad y nadar entre dos aguas, CDC ha desarrollado un verdadero dominio del eufemismo. Para no pronunciar la palabra independencia, hasta llegar a la conclusión que el mejor sinónimo era Estado propio, el partido ha seguido toda clase de vericuetos lingüísticos. El primero fue soberanismo, una palabra que para CDC significaba una cosa u otra en función de la coyuntura: si el guión lo exigía, era casi un sinónimo de independencia, como lo entendía Esquerra Republicana, pero en la práctica la expresión era usada por Pujol para expresar la necesidad de ampliar los márgenes de la Constitución.

El congreso de 2008 de Convergència fue el festival del eufemismo: para sugerir la independencia, se añadió que el derecho a decidir puede ser “sin límites"
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En 2007, con CDC derrotada por el segundo tripartito, Mas quiso refundar el partido con la Casa Gran del Catalanisme. Fue entonces cuando acuñó la expresión derecho a decidir. Para los independentistas, el derecho a decidir no es otra cosa que la voluntad de convocar un referéndum para la secesión. Para Mas, depende del día: en 2007, en pleno caos de Cercanías, era el derecho de los catalanes a gestionar sus propias infraestructuras. Hoy es la voluntad de tener un pacto fiscal análogo al concierto vasco. El congreso de 2008 de Convergència fue el festival del eufemismo: para sugerir la independencia, se añadió que el derecho a decidir puede ser “sin límites”. Pese a que las juventudes y el sector soberanista presionaban para incluir ya el “Estado propio”, Mas solo aceptó referirse a la “nación plena”.

Instalado en un ciclo victorioso, Mas ha subido el listón. El día de su investidura se refirió a la “transición nacional catalana”, concepto que se concretó en el congreso de CDC: la transición nacional es la construcción de una mayoría que desee el “Estado propio”. La inclusión de estas dos palabras no significa, a efectos prácticos, nada. Si en el arte del eufemismo CDC ha mostrado maestría, no se queda corto en el dominio de la tensión con el resto de España. Cada circunloquio que acercaba a Convergència al independentismo ha servido al partido como elemento amenazador para lograr cotas menos ambiciosas. Ahora, aunque el horizonte es la independencia, la estación previa es el pacto fiscal. El mismo concierto económico que CDC ya pedía en su programa electoral de 1977 y que resucitó en 2000. Entonces el pacto fiscal sirvió de elemento para introducir tensión y lograr el objetivo real, un nuevo modelo de financiación que firmó Pujol en 2001.

El futuro de CDC depende de cómo articule el partido su deseo de lograr para Cataluña un Estado propio. Si apuesta por ello, tendrá que lidiar con Unió, que sigue pensando que el encaje en España es posible. Eso sí, si un partido puede pedir el Estado propio y desmentirlo con su acción, ese es Convergència.

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