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Hasta Bielsa explotó

El País

Cuidadoso al máximo cuando se trata de exteriorizar sus sentimientos desde que llegó a Lezama, Marcelo Bielsa no pudo reprimirse anoche, sin embargo, cuando el Athletic se permitió el festín final de los dos últimos goles que le despegaban del empate —ya valioso— ante los alemanes. Así, mientras el resto del banquillo rojiblanco, eufórico y alborozado, acudía a apretujar a Muniain, que venía todavía rápido y veloz tras clavar al rival la puntilla posiblemente, el preparador argentino se giró sobre sí mismo, buscó la espalda al césped, apretó los dos puños entusiasmado, fuera de sí, y exteriorizó, ahora sí, la euforia por el gol.

Con otra demostración en suelo europeo, que prolonga la de Old Trafford, Bielsa es consciente de que su dimensión como entrenador cobra un impulso exponencial. Pero, claro, jamás lo dará a demostrar.

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