Repertorio francés
"El director, Danielle Gatti, parecía querer que la música siguiera su propio derrotero, dejándola respirar donde y cuando ella misma lo pedía"
Partituras del país galo llenaron todo el programa presentado por la Orquesta Nacional de Francia. Tres de las cuatro obras, además, estaban ligadas, en su origen, con la escena: Pelléas et Melisande de Fauré (suite extraida de la música incidental para la obra homónima de Maeterlinck), Jeux (ballet de Debussy) y Daphnis et Cloé (la segunda suite que Ravel extrajo del trabajo encargado por los Ballets Rusos). También de Ravel fue la partitura no vinculada al teatro: el Concierto para piano en sol mayor, que tuvo como solista al cubano Jorge Luis Prats. Pianista este con notoria capacidad —frecuente entre los músicos de su país— para hacer palpables los acentos populares que se cuelan, adrede o sin querer, en el repertorio clásico. Así, en el primer movimiento, se escucharon ecos de música española, curiosamente entremezclados con otros que más bien evocaban al Gershwin de la Rhapsody in blue. Ambas cosas siempre han estado ahí, pero no todos los intérpretes las ponen de relieve. Prats gustó también por su vigoroso sentido del ritmo, así como por el fraseo expresivo y natural, muy alejado de las artificiosas y calculadas maneras que exhiben hoy algunos nuevos prodigios del teclado. En el Adagio assai acompañó a los solistas de la orquesta con tanto gusto y oficio como el que mostraba, a su vez, para dejarse acompañar. El Presto final fue, quizá, lo menos logrado en cuanto a limpieza sonora. De las tres propinas se llevaron los mayores aplausos la Mazurca en glissando y Siempre en mi corazón, ambas del compositor cubano Ernesto Lecuona.
ORQUESTA NACIONAL DE FRANCIA
Danielle Gatti, director. Jorge Luis Prats, piano.
Obras de Fauré, Ravel y Debussy.
Palau de la Música. Valencia, 26 de marzo de 2012.
La suite de Fauré sobre Pelléas et Mélisande, que inició la sesión, se situó como lo más conseguido de la noche en cuanto a prestaciones de la orquesta. El director, Danielle Gatti, parecía querer que la música siguiera su propio derrotero, dejándola respirar donde y cuando ella misma lo pedía. Obra muy delicada en lo que respecta a dinámica e instrumentación, se adivina en ella al gran compositor de mélodies que fue Fauré. Resultaron extraordinarios los pasajes en pianissimo, tanto en esta como en las otras obras del programa. En el Ravel de Daphnis et Cloé destacó la creatividad de la batuta en el terreno agógico, mientras maderas y cobres derrochaban fantásticos colores. Algo más prendido con alfileres pareció el Debussy de los Jeux, que sonó con más rutina que espíritu. De regalo, como rutilante final, el Preludio de la Carmen de Bizet.
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