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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Independencia sin molestar

CDC no quiere conflicto, quiere avanzar sin molestar. De ahí la más delicada de sus ambigüedades: el pacto fiscal

Josep Ramoneda

Con una mano del brazo de la independencia, con la otra del brazo del PP, ¿es posible andar muchos kilómetros sin darse de bruces? Todos los observadores coinciden en que el congreso de Convergència ha consagrado la independencia en su programa, pero inmediatamente sale al quite su nuevo secretario general, Oriol Pujol, y nos dice que CDC “no es un partido independentista, sino soberanista y catalanista” y que “la independencia podría ser el resultado del ejercicio de la soberanía”. A largo plazo me lo fiais. Equilibrismo, es la figura. Si atendemos a lo que dicen en privado los dirigentes de CDC, el núcleo duro de la dirección elegida en este congreso está formado por partidarios de la independencia de Cataluña que entienden que esta es la misión de su generación y que están en política para conseguir este objetivo. Por tanto, no habría ambigüedad en el ámbito de las intenciones.

Las ambigüedades, como siempre en política, emanan de la realidad y de su percepción. Los dirigentes de CDC saben que sus bases electorales tienen un amplio componente conservador. Es decir, hay un sector asustadizo al cambio en todos los ámbitos de la vida: económico, social, moral, de costumbres y, por supuesto, institucional. Tienen que estar atentos para que el miedo a lo incierto no haga descarrilar el largo convoy de CDC. De ahí la insistencia de Mas en que la obligación de CDC es conseguir una muy amplia mayoría, lo más amplia posible, para llegar al objetivo. El presidente cree que en este momento esta mayoría no existe.

Al mismo tiempo, que CDC haya dado el paso de identificar sin eufemismos el objetivo de máximos no es un simple acto voluntarista. El país ha cambiado y la independencia ya puede estar abiertamente en el programa de un partido que ha hecho siempre de la moderación y de la centralidad su bandera. ¿Cuál es la dosis adecuada de ambigüedad para que no descarrilen los vagones de delante, los que ocupan los independentistas de su electorado?

El protagonismo de la cuestión de la independencia ha neutralizado cualquier otro debate en el congreso convergente

Convergència no quiere conflicto, quiere avanzar sin molestar y sin ofender. De ahí la más delicada de sus ambigüedades: el pacto fiscal. Puesto que considera que Cataluña todavía no está madura para la independencia, CDC coloca como fase intermedia de la transición el pacto fiscal. Pero, para motivar al Gobierno español, lo plantea como una fórmula que haría más viable la presencia de Cataluña en el conjunto del Estado. De modo que para la conciencia independentista del partido solo hay una opción positiva: que España rechace el pacto fiscal. Lo cual es más que probable si se trata de una hacienda propia, como dice Mas, y no se aceptan apaños.

El protagonismo de la cuestión de la independencia ha neutralizado cualquier otro debate en el congreso convergente. Hipótesis, por otra parte, improbable dado el orden leninista que siempre ha imperado en esta formación. Pero no estoy seguro de que el cien por cien de la militancia y el cien por cien de sus electores estén de acuerdo con la plena sintonía ideológica entre CiU y el PP en materia económica y social. Algo de ello tendría en la cabeza el presidente Pujol cuando le recordó a su sucesor que no debía olvidar el objetivo fundacional de CiU: la construcción del Estado de bienestar.

La alianza entre CiU y el PP pervivirá aquí y en Madrid por lo menos durante lo que queda de año, hasta el momento en que Mas decida volver a las urnas, porque, a pesar de las afinidades ideológicas, la promiscuidad con el PP resta más votos que aporta. Mientras la oposición de izquierdas siga desaparecida, Convergència tiene campo libre para maniobrar según le convenga. En cualquier caso, la moderada Convergència cada vez esconde menos la independencia. ¿Sigue siendo cierto, como piensan en Madrid, que mientras gobierne CiU nunca se cruzarán las líneas rojas o en la capital tienen que revisar sus clichés y entender que CDC no ha hecho sino adaptarse a una nueva realidad? ¿Podrá CiU entretener indefinidamente a los soberanistas de su electorado con una vaga promesa de Estado propio que se exhibe como bandera independentista en el congreso pero que, cuando este cierra las puertas, se cubre inmediatamente con el manto de la prudencia, del pacto fiscal y de la voluntad de no molestar?

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