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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Montaña de memoria

Se pueden encontrar muchos ejemplos para ilustrarlo, pero elijo la película Brokeback Mountain porque el alcance de su fama —es ganadora, entre otros muchos premios, de tres oscars— multiplica la capacidad expresiva y sobre todo, comunicativa, de lo que allí se cuenta. Es la conocida historia de dos jóvenes vaqueros que se enamoran mientras cuidan, en una montaña de Wyoming, de unos rebaños de ovejas, por cuenta del propietario de éstas que se llama Joe Aguirre. Y a lo mejor en otros lugares del mundo ese apellido no dice gran cosa, pero en Euskadi sí, para nosotros está cargado de sentido. Nos habla de los vascos que se instalaron como pastores en el Oeste americano, es decir, evoca un pasado de emigrantes; una de las varias experiencias de emigración que hemos conocido.

“Quien lo probó lo sabe” dice el verso de Lope. Y entiendo que ese haberlo probado, ese saber la experiencia de la emigración debería ser una fortaleza, un refuerzo de lucidez y de empatía, a la hora de relacionarnos con los extranjeros que viven en Euskadi y con los que presumiblemente van a seguir viniendo, buscando —como sin duda los antepasados del Aguirre de la película— una vida mejor. Y por eso pienso que entre las tareas de memoria que en este especial momento de nuestra historia nos competen, está también la de nuestra propia experiencia de emigrantes, la de memorizarnos como los emigrantes que fuimos. Para sacar de ahí nuevos útiles de convivencia con los demás, con los otros, en el momento en que más se necesitan. Porque la crisis está, en todas partes, evidenciando vulnerabilidades, tensado al máximo la cuerda social de la solidaridad, la tolerancia, el respeto por las diferencias.

El último estudio del Observatorio Vasco de Inmigración sobre la percepción que nuestra sociedad tiene de los inmigrantes arroja datos, a mi juicio, inquietantes, por lo que tienen de contradictorios (se reduce en 5 puntos el número de vascos que ven en la inmigración un problema, pero se multiplica casi por dos el de quienes se muestran reacios a la llegada de extranjeros); y porque indican que muchos de los prejuicios y/o ficciones que afectan a los inmigrantes siguen en pie. Así la mayoría de los vascos (64,2%) cree lo que no es cierto, que los inmigrantes se benefician en exceso de la protección social, o (59,8%) que su presencia afecta a la seguridad ciudadana. Lo que significa que queda aún mucho trabajo por hacer para colocar la percepción sobre la inmigración en un imprescindible nivel de realidad; y a partir de ahí cimentar una convivencia cada vez más fértil, relajada y memoriadamente empática. Más invulnerable así a la intolerancia.

Quisiera cerrar, en homenaje a las víctimas que el fanatismo ha dejado en Toulouse y Montauban, con estas palabras de Victor Hugo, que son como una montaña de memoria, de celebración de un vínculo de identidad en el centro de la experiencia humana: “¡Ah, insensato, que crees que no soy tú!”.

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