Amaia Azkue se llevó la verdad
El caso del asesinato de la vecina de Zarautz encierra numerosos interrogantes El juicio contra Ander E., menor en el momento de la muerte, no arroja luz a lo sucedido
En la muerte de Amaia Azkue son muchas las piezas que no encajan. La mujer de 39 años, vecina de Zarautz, que apareció el 16 de marzo de 2011 con el cráneo abierto, maniatada, flotando en un embalse guipuzcoano se llevó la verdad. Hay demasiadas interrogantes en el aire que convierten este caso en un auténtico guión de cine negro inconcluso. Ander E., un joven que cuando supuestamente cometió el crimen tenía 17 años, de buena familia, sin problemas económicos, mal estudiante, se ha sentado en el banquillo de los acusados por el asesinato de la mujer natural de Orio, madre de dos niñas.
El juicio que se inició el pasado lunes en los Juzgados de Menores de San Sebastián ha intentado reconstruir durante los cinco días que ha durado la vista oral el relato de las secuencias del último día de la vida de Amaia Azkue a través del testimonio de 69 testigos y la representación de seis pruebas periciales.
El primero en declarar fue Ander E. El acusado no ofreció una “versión creíble de los hechos” que desvirtúen las pruebas incriminatorias como el ADN y las huellas encontradas en el lugar del crimen y en el interior del coche, y que le apuntan como autor del asesinato. Según fuentes del caso, el joven, que se mostró en la sala de vistas “tranquilo y a la vez nervioso” por la gravedad de los cargos que se le imputan —asesinato y robo con intimidación, entre otros—, relató una historia incoherente y confusa para la acusación particular y la Fiscalía.
El acusado ofreció desde la primera declaración una versión confusa
El presunto asesino declaró ante la jueza que aquel día subió al coche de la víctima tras hacer autostop en Zarautz. Una tercera persona, a quien no conocía el acusado, conducía el coche. Según la exposición, éste le amenazó y le llevó al embalse Ibai-Eder donde Amaia Azkue, que supuestamente había sido asaltada e introducida en el maletero, fue víctima de la segunda agresión que acabó con su vida. De los informes forenses de la autopsia se desprende que la mujer recibió el primer golpe que le dejó inconsciente en el interior del coche. El acusado contó que el desconocido, a quien el joven atribuye el crimen y del que solo ha trascendido que rondaba los 40 años, le dejó en una gasolinera de Azpeitia. Ander E. fue a un local para desahogarse, luego a su casa a comer y por la tarde acudió a la sesión que tenía con su psiquiatra en San Sebastián. Un final de día que, bien como presunto asesino o cómplice de la muerte de la mujer, indica cuál puede ser el perfil psicológico del sujeto.
Las versiones dadas por Ander E. son confusas desde su primera declaración inculpatoria. El 18 de agosto, un día antes de cumplir la mayoría de edad, justo cuando la Ertzaintza estrechaba el cerco porque ya había pruebas que le incriminaban —unas huellas y el cordón de una zapatilla con el que ató a la víctima— se dirigió a la Fiscalía de Gipuzkoa en compañía de su padre, exdirectivo de una conocida empresa de Azpeitia, y el abogado. El joven se limitó a reconocer que golpeó a la mujer y la mató. Según fuentes de la Ertzaintza, algunos aspectos de la versión que ofreció “casaban muy mal” con la investigación.
Ander E. reveló a sus padres que no era el asesino pocos días después de que el joven confesase su implicación. Sus padres, amigos y familiares han declarado durante el juicio que es “incapaz de hacer algo así” y lo describieron como una persona no agresiva.
“Me dijo que como largara esto [el crimen] iba a por mí”, declaró al abogado
El pasado enero el acusado volvió a declarar y cambió la primera versión exculpándose del asesinato. Una vez más, el relato y la descripción sobre la tercera persona a quien incriminó el joven fue confuso y contradictorio. Dijo que se inculpó por “miedo” y bajo las amenazas del desconocido: “Me dijo que como largara esto \[el asesinato\] voy a por ti”, declaró. Su abogado solicitó a la fiscalía un retrato robot y el sobreseimiento de la causa para que se siguiera con la investigación, pero fue rechazado. Tres semanas más tarde la Fiscalía cerró la instrucción y fue acusado.
A Ander E. se le ha imputado por asesinato, robo con intimidación, sustracción de vehículo a motor y contra la seguridad vial por haber conducido el coche de la víctima sin tener carné de conducir. La Fiscalía y la acusación particular reclaman para el joven la pena máxima prevista para un menor, diez años de internamiento cerrado y cinco de libertad vigilada. Solicitan que cumpla esa pena en un centro de mayores.
La tesis argumentada por la Fiscalía y la acusación particular durante el juicio es que hay suficientes pruebas que incriminan al acusado en el asesinato de Amaia Azkue. Además, el supuesto asesino extrajo 300 euros con la tarjeta de la víctima del cajero de una sucursal bancaria y esto encaja con el móvil económico que la defensa cree que no se sostiene; “una persona no mata de esa forma salvaje” para robar dinero.
El móvil sentimental no se ha podido probar pero es el que más se baraja fuera de la sala de vistas. Aunque el acusado insiste en que no conocía a la víctima.
El móvil económico, que mantiene la acusación, siempre fue cuestionado
El ADN y las huellas encontradas en las sillas elevadoras del coche de la víctima, el volante, el freno de mano son concluyentes, según fuentes de la investigación, para demostrar su implicación en el asesinato. Además de la autopsia, que certifica la hora de la muerte de Amaia Azkue y para la que el acusado no tiene coartada.
Las imágenes de los vídeos del cajero y del peaje de Zarautz, sin embargo, no garantizan su identificación, así como tampoco la declaración de una testigo que no puedo “ni confirmar, ni negar” que fuera Ander E. la persona que arrojó los objetos de Amaia Azkue a un contenedor en un barrio de Azpeitia.
Existen numerosos interrogantes en el aire; ¿Actuó el acusado solo?, ¿está encubriendo a alguien?, ¿por qué es tan confusa su versión?, ¿por qué cometió el asesinato cerca de su entorno familiar?, ¿cómo pudo matarla de forma tan brutal para robarle?
“No se va a saber lo que ocurrió y porqué ocurrió”, señalan unas vecinas del Alto de Meagas. Una sensación generalizada que la sociedad guipuzcoana percibió desde el primer momento.
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