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OPINIÓN

Memoria, mierda y ética

La aparente ciudad tranquila que era Lugo tendrá que revisarse tras los últimos sumarios

Francisco Pillado presenta estos días sus memorias, ¿recordamos los sucesos del 72? Obreros de Ferrol ametrallados por la policía, dos muertos y numerosos heridos, los barcos de la Armada fondeados con sus cañones apuntando al barrio obrero, sindicalistas presos; huelga absoluta en Vigo, miles de obreros despedidos, cientos de torturados; en Santiago estudiantes expedientados, procesados, un estudiante muerto... De aquello nació en Galicia una radicalización de la lucha antifascista. Pero cómo recordar lo que en su día fue prohibido contar y luego todos hemos ido decidiendo olvidar. Cómo contrasta aquella pasión ética y liberadora con el paisaje que ilumina con su luz oscura un personaje como Jorge Dorribo desde Lugo. Qué de cosas nos habremos dejado por el camino en estos años.

Conociendo la corrupción de dimensiones colosales en Valencia, Baleares, Madrid o algunos lugares de Andalucía, podemos pensar que en Galicia, pobriños de nosotros, la corrupción es pequeñita. No es así, la corrupción no sólo se da en lugares donde el dinero se multiplica vertiginosamente, también florece en lo que parecen economías serenas y modestas. Quizá en lugares así, donde todo el mundo se conoce resulte más impune.

En el pasado abril escribí aquí “El infierno en Lugo” a cuenta de un submundo siniestrísimo que se empezaba a desvelar, un año después vemos que existe una escalera que une cielo e infierno y contemplamos la caída de un ángel desde las alturas, Jorge Dorribo. En cualquier ciudad, grande o pequeña, hay sociedades y círculos exclusivos para quienes creen ser dueños de la ciudad o quieren serlo, algún parnaso supuestamente deportivo. Algún club de golf sobre alguna colina cercana desde donde la gente más respetable e impoluta otea la ciudad a sus pies, puestas de largo y fiestas donde los vástagos celebran la inocencia de esas familias. Dorribo también quiso entrar en esos paraísos y contemplar desde arriba Lugo a sus pies, pero parece ser que todos sus méritos para subir a ese cielo eran realmente pecados, y por ello ahora será expulsado y procesado. Pero en su proceso judicial él es la estrella y está siendo un verdadero festival, el corruptor confeso anda suelto pero va armado y amenaza y dispara en todas direcciones. ¿A quién le tocará hoy? ¿Quién será el próximo al que apunte su dedo? Parece que Dorribo corrompió primero y ahora denuncia la corrupción, tremendamente desestabilizador, todo se tambalea. Conforme va emergiendo la mierda desde el infierno y asciende por las cañerías hasta lo altos, se descubre la urdimbre que unía las infamias de los proxenetas, los negocios de los traficantes con los chanchullos de prósperos ciudadanos emprendedores y ejemplares.

¿Pero sus acusaciones son verdaderas o falsas? Tanto da, unas verdaderas y otras falsas. Hay carreras políticas definitivamente destruidas con razón o sin ella, eso ya se verá porque ahora a nadie le importa. Pero en conjunto en los dos sumarios, la llamada operación Carioca y el caso Campeón, lo que está sometido a investigación y juicio en esa ciudad y provincia alcanza a la policía nacional, local, Guardia Civil, la judicatura, el poder político en todas sus expresiones... no se salva ni el apuntador. No queda rastro de inocencia tras las “noches blancas”, la ciudad aparentemente inocente y tranquila tendrá que revisarse.

Las andanzas de Dorribo relatadas en estas páginas, posando junto a la foto de un tal jeque árabe y con una fábrica que no fabricaba nada pero amarrando todo tipo de subvenciones de nuestro dinero público resulta incomprensible si no vemos lo evidente: son las mismas clásicas tretas de los estafadores de siempre. Un estafador vende humo, como titulaba este periódico, y engaña a quien se deja engañar. Que un fabricante de humo alardease de dinero y lujos siderales indica el grado de ceguera de las autoridades de todo tipo. Desde el ex ministro de Fomento al presidente de la Xunta, de diputados a conselleiros, directores generales, exconselleiros... PP, PSOE y hasta el BNG.

Esto último es lo más sorprendente, ni siquiera los urdidores de las campañas de demonización del BNG cuestionaron la entrega ética de los militantes históricos de la izquierda y el nacionalismo gallego, pero el paso por el gobierno bipartito de la Xunta dejó estos rastros, un gusto amargo a sus bases y mucho desconcierto a sus dirigentes. Comprobaron que la política ya no sólo es resistencia ética sino administrar poder, y el poder corrompe y despierta apetitos ocultos. No se comprende tampoco la crisis vivida hace unas semanas en el BNG obviando que en los últimos años se incorporaron personas que experimentaron que la política ya no era pagar cuotas y pasar trabajos sino conseguir un puesto de trabajo y una posible carrera política. El BNG tendrá que aceptar que la política ahora efectivamente es otra cosa, pero sin dejar de alimentar su capital, la entrega ética.

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