Sin artista fallero no hay fiesta
El oficio sigue siendo un gran desconocido pese a crear el monumento
Este año los talleres salen a la calle. Con un equipo de 20 personas, una cifra inusual en el mundo del arte fallero, el tándem Alejandro Santaeulalia y Vicente Llácer ha trabajado durante cuatro meses en la falla para la Plaza del Ayuntamiento, una obra de 23 metros de altura con dos protagonistas: arriba, el homenaje al primer centenario de la revista Pensat i fet, y abajo, la evolución técnica dentro de los talleres, desde los tiempos del parot, l'estoreta velleta y los trastos de los carpinteros hasta la vanguardia del robot del centro mecanizado que modela el 70% de cada pieza. “La gente sólo dice si le gustan más las de ahora o las de antes, pero no saben cómo se hacen las fallas. Y no me refiero a los madrileños, sino a los propios valencianos”, observa Santaeulalia.
Un combate de boxeo ironiza el relevo del cartón piedra por el corcho de poliestireno, una batalla que ya protagonizó otro Santaeulalia. Miguel, el padre de la saga familiar, fue el primero en modelar una falla entera sólo de corcho. Aunque el propósito inicial era reducir la cantidad de trabajo, el uso del material sintético blanco derivó en dirección contraria. “Las fallas aumentaron en dimensiones y espectacularidad, porque con el mismo tiempo y el mismo dinero se podía hacer más trabajo. Así somos los artistas falleros”, explica Alejandro, seguidor de la estela paterna y pionero en aplicar programas informáticos de 3D para el modelaje.
Cultivadores del monumentalismo, junto a Pedro, encargado de la Falla de Convento de Jerusalén, y Miguel, de la de Nou Campanar, tres de los cuatro hermanos Santaeulalia rubrican las fallas más caras de Valencia de este año. Desde lo alto del escalafón, Alejandro apunta al efecto dominó como consecuencia de los recortes en los presupuestos: “Los que estamos arriba debemos captar más contratos para facturar lo mismo, pero los que están en lo bajo de la pirámide con fallas más humildes se quedan sin trabajo”.
“La falla es lo que nos
Con tres naves en un polígono de Aldaia y una facturación que roza el millón de euros, el de Santaeulalia-Llácer no es el taller del artista autónomo al uso. “Somos una SL dedicada a la decoración en la que las fallas son una partida más. Es la única forma de rentabilidad, porque las fallas no son un negocio rentable”, asegura Santaeulalia.
Desde crear el boceto hasta dirigir las grúas para la plantà y administrar la empresa, el complejo trabajo del artista fallero nunca ha contado con epígrafe propio en la Seguridad Social. “El sector nunca ha sido ambicioso. Sabemos lo que vamos a facturar a un año vista, algo que no pasa en ningún otro trabajo”, señala la artista Marisa Falcó. El próximo curso el oficio de artista fallero contará con titulación propia en la Formación Profesional, una iniciativa que ha reivindicado durante años el Gremio de Artistas Falleros. “La formación no sólo consolidará nuestro oficio, sino que abrirá muchas puertas a los artistas para adaptarse mejor a otros campos como animación, escenografía o decorados”, subraya Falcó.
“No hay comisión con
Desde hace dos años, esta artista es la primera mujer secretaria general del Gremio, un colectivo de 200 asociados, de los que 17 son mujeres. “Aunque siempre han ayudado a sus maridos en el taller, las mujeres nunca han sido reconocidas”, asegura. Hace 20 años abrió en el Carmen junto con su marido, Paco Pellicer, su taller, Fet d’Encàrrec, el único testimonio que hoy queda de un barrio con tradición de talleres falleros. Con formación ella en Bellas Artes y él en Arquitectura Técnica, comenzaron a modelar figuras infantiles inspiradas en el cómic y la animación tomando como referentes a Mortadelo y Filemón y Daniel el travieso, una apuesta alejada del preciosismo de la falla clásica.
“Por mucho nombre y primer premio que tenga un artista, el apellido y la firma no tienen ningún tipo de caché. El dinero de las comisiones se destina a ponerlo en volumen en la calle”, señala Falcó, que compagina el arte fallero con la docencia como profesora de dibujo de Secundaria en el colegio Jesús y María. Este año su taller se encarga de las fallas infantiles de tres comisiones con un presupuesto total de 16.000 euros. Ajena a las inversiones millonarias, sabe que la libertad creativa tiene un precio para los artistas falleros: “El cliente que deja libertad total va acompañado de un precio bajo. Aun no ha aparecido la comisión con 600.000 euros que deje al artista hacer lo que quiera, sino que le pide que sea más grande, más alta y con más figuras que la del año pasado porque para eso le paga”.
“La formación nos abrirá
A pesar de su carácter artesanal, el trabajo del artista fallero no vive anclado en el pasado, sino que, para Falcó, se mantiene vivo gracias a la aplicación de las nuevas tecnologías. Sin embargo, reconoce que es al cliente al que le cuesta evolucionar en la cuestión estética: “Los premios son los que marcan la tendencia. La comisión contrata al artista para que haga el mismo trabajo que ha ganado el año pasado porque piensa que es la manera de ganar”.
Más que por amor al arte, la base del trabajo es el galardón. “Para las comisiones es pura competición por lo bonito de decir que son los número 1. Si quitaran el premio, la fiesta moriría. Sin polémicas ni enfados, las Fallas no se entienden”, señala Fede Ferrer, artista con dedicación exclusiva a las fallas desde hace 25 años. En 2006 se independizó en una de las naves del complejo de Ciutat Fallera en Benicalap, donde trabaja con cinco personas.
Una familia montada en el vagón de una montaña rusa, como símbolo de las subidas y bajadas de la crisis, es la escena principal de una de las cuatro fallas del taller de Ferrer este año. Junto a la reducción de los importes en los contratos, Ferrer señala el problema del intrusismo: “El gremio está limitado para impedir que artistas no agremiados hagan fallas, porque si cuentan con el cuño de Junta Central Fallera pueden hacerlo. Es necesario que la Junta apoye más al gremio”. Además, lamenta que el trabajo de los artistas no tenga mayor proyección: “La falla es lo que nos diferencia del resto de fiestas del mundo, porque en todas hay reinas, verbenas y conciertos. Pero no somos conocidos fuera de España, hace falta un marketing de las Fallas". Con la candidatura a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco puede que esto cambie.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.