Baltar desafía a la Xunta y rechaza fusiones municipales en Ourense
La Diputación ourensana abandera uniones “de facto” para mejorar servicios
A José Manuel Baltar no le gusta la fusión de municipios porque considera más adecuado “mejorar servicios manteniendo la identidad política” de los ayuntamientos. ¿Cómo se mantiene esa identidad? Pues con las Diputaciones. “La de Ourense es el mayor fusionador de ayuntamientos de facto”, espetó el presidente provincial cuando fue preguntando por la iniciativa de Alberto Núñez Feijóo. Baltar insiste en que las fusiones deben servir para mejorar servicios y ese objetivo ya lo alcanza ampliamente la Diputación ourensana, que tiene asumidas de forma delegada competencias como la “recaudación de impuestos en más de 50 municipios, la recogida de basura en 48 o el ciclo del agua desde los manantiales hasta los análisis en otros tantos”.
“La Diputación es pionera en la gestión de servicios intermunicipales y pienso que ese es el camino”, insistió Baltar. El argumentario del neobarón pasa por diferenciar las fusiones en dos modelos: las “reales” y las “de facto”. Él apuesta por las segundas porque “permiten mantener la identidad política de los consistorios”. De momento ningún regidor ourensano ha contactado con la Diputación para plantear fusiones, pero si esas uniones parten de un acuerdo mutuo entre municipios, Baltar se posiciona “absolutamente a favor”. También su número dos y portavoz del grupo municipal del PP en la capital ourensana, Rosendo Fernández, defiende las bondades de la gestión delegada en la Diputación: “Las fusiones no deben ser por decreto, porque hay margen suficiente para compartir servicios y funcionarios, al margen del color de los gobiernos”, afirma.
La negativa de Baltar a una fusión generalizada choca con el mapa municipal de la provincia que regenta. Si se obligase a la desaparición de ayuntamientos de menos de 2.000 habitantes, de los 92 actuales se pasaría a solo 34. De esa quema se salvaría, por solo 20 vecinos, Bande, un contumaz feudo baltarista. Esa criba sería una sangría para un poder tan territorializado como el baltarismo. Curiosamente, la última fusión gallega fue ourensana, aunque en la práctica fue una absorción: Acebedo do Río fue fagocitado en 1967 por Celanova a iniciativa de los 1.100 vecinos del primero. De todas ellas, la más práctica pasaría por la anexión de Barbadás a Ourense. Los 10.000 habitantes de este municipio viven en la actualidad por y para la ciudad, que a su vez emplaza dentro de los lindes barbadeses varios de sus equipamientos comerciales.
En la provincia hay 58 municipios con menos de 2.000 habitantes
Tampoco le gusta la ola de fusiones al presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán, que también prefiere aunar servicios en mancomunidades a la supresión de ayuntamientos.
Desde que asumió la presidencia provincial, Baltar ya ha echado dos pulsos al presidente gallego. El primero —la moción de rechazo de la planta basurera de O Irixo— lo tiene prácticamente ganado: el conselleiro Agustín Hernández ya tiene “muchas dudas” sobre la viabilidad del proyecto y Feijóo también cuestionó su ubicación —segura hace semanas— en el debate del estado de la autonomía.
La fusión de ayuntamientos urge para racionalizar servicios municipales, condicionados por la dispersión poblacional. Aunque el número de núcleos es desmesurado —Galicia aglutina la mitad de todas las entidades de población del Estado— “solo” tiene 315 ayuntamientos. Castilla y León, siendo tres veces más extensa, tiene siete veces más: 2.248. Más que en el número de ayuntamientos, en Galicia el problema es que muchos de los 30.000 núcleos están despoblados (1.407) y otros 827 solo tienen censado un habitante.
Con 224 vecinos, Negueira de Muñiz (Lugo) es el ayuntamiento menos poblado. En Castilla y León los hay que no llegan a la veintena: Blasconuño de Matacabras (Ávila), con 18 habitantes, o Villarmentero de Campos (Palencia), con 14.
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