Es tonto o está ciego
¿Cuántos empresarios no han vivido de subvenciones como nos ilustra el caso Dorribo?
Hoy PSdeG y BNG —o su facción Máis Galiza— deciden su futuro inmediato. Es de notar que en la crisis del BNG nadie ha dicho “si hemos de ser influyentes tenemos que intentar un nuevo rumbo, dado que el viejo ha fracasado” o bien “con el actual modelo de BNG el nacionalismo rondará previsiblemente el 15% in aeternum lo que lo condena a la impotencia. Hemos, pues, de intentar acertar, cambiando nuestra mente. Necesitamos una repristinación. Con menos del 30% del electorado jamás influiremos. No seremos nunca el eje central.Hemos de acercarnos a la gente, dialogar, abrir las puertas. Hacer las cosas bien. En 30 años no hemos dado con el tono”.
También el PSdeG tiene su via crucis. Ha vivido siempre del paraguas del ciclo español, pero a día de hoy la intención de voto al PSOE en toda España ronda el 25%. Una miseria. Ese paraguas, pues, está roto. Indica Anxo Lugilde en La Vanguardia que de los tres partidos el PSdeG es el que ha tenido un comportamiento más sucursalista. Es cierto, pero Galicia necesita un PSdeG con un proyecto que vaya más allá de la mera transcripción de las directrices de Ferraz, o de las de un alcalde de Vigo. No es descartable que alguien en el congreso socialista razone que hay más cosas en la vida que hacerle la ola a Abel o a Rubalcaba.
Y es que, por raro que suene, ambos partidos, o alguno más que aparezca, podrían ganar las elecciones. Cosas más extrañas se han visto. El PP no lo tiene tan fácil. Galicia vive, en gran medida, de los presupuestos de las administraciones públicas que son las que han sostenido cierta calidad de vida. Con ellas en retroceso y una estructura económica frágil los viejos fantasmas pueden regresar de golpe. Desde la tentación del narco hasta la pobreza desasosegante, lindando con la miseria. ¿ Cómo reaccionará una sociedad a la que el bienestar le fue dado como un milagro inexplicable? ¿Es más, acostumbrada a un clientelismo que ahora carece de fondos?
Las élites de hace nada se está yendo por el desagüe, —yo no voy a llorar por ellas— pero las que aspiran a sustituirlas tal vez no las mejoran. Después de la desaparición de las caixas algunos periódicos con deudas pueden tener grandes problemas, incluso ser vendidos. Vivimos una recomposición del poder. Y no estaría de más que llegasen a él gentes con criterio. En el mundo globalizado si no te haces un hueco te quedas atrás. Y nos estamos quedando atrás. ¿Cuántos empresarios no han vivido de concesiones y/o subvenciones de la administración, como nos ilustra el caso Dorribo? El nuestro es un capitalismo no sólo débil, también marulo, qué le vamos a hacer, pero deberíamos avanzar hacia alguna parte.
Al tiempo, la autonomía corre peligro. El Gobierno de Feijóo fuma en pipa. Tampoco para el público es obvia la relación entre el bienestar del país y una acción con objetivos claros y definidos. Bajo la jerga de la eficiencia y de la igualdad entre los españoles —que no incluirá la subida de impuestos a los más ricos— se recentralizará España. Los inspectores de Hacienda prestan hoy el lenguaje para lo de siempre. Borbones y austracistas: Cataluña ya se previene a base de reclamaciones tácticas de pacto fiscal y estratégicas de independencia. En España hay que jugar al mus. Es sorprendente que todo esto no haga mella a nadie entre nosotros. Muestra hasta qué punto somos almas rendidas, indolentes ante lo que diga la FAES o, peor, ante nuestra propia cortedad de miras.
En todo caso, en la cresta de la ola el PPdeG no es tan fuerte ni feliz. Con Fraga fue lo que Carlos Luís Rodriguez llamó un partido-país. Pero eso era cuando protagonizaba la extensión de los servicios públicos e infraestructuras —cuando los presupuestos eran gordos y rosados— y, al tiempo, llenaba todos los espacios. Hoy el PP es una cosa más fina y delgada, más quebradiza. Galicia es un rompecabezas cuyas piezas pueden acabar encajando de las maneras menos previsibles. No cabe duda de que el aroma que se respira en sus calles es cada vez menos gallego y cada vez más cercano a una ciudad de provincias española, incluyendo el troquelado mental de los paseantes.
Pero si el ciclo de Aznar amplificó esa transformación, no es seguro que suceda lo mismo en esta ocasión. El peso del estado será menor y eso multiplicará las diferencias de clase y entre territorios, dificultando la homogeneización ideológica. Si Madrid, como capital del estado, centro de privilegios económicos y políticos, verá crecer su sombra, la suma de los resentimientos sociales hará que aparezcan nuevas lineas de fuga. Galicia reúne las condiciones objetivas para ello. Acabada la época de las vacas gordas, con transferencias de rentas a través del Estado y de la UE, está sóla, echada a su suerte. Quien no lo vea es tonto o está ciego. Pero las subjetivas sólo se presienten a través de la movilización social. Hay un enorme hueco de discurso, un vacío intelectual que veremos si alguien es capaz de llenar.
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