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CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Chelista de gran temperamento

Gabetta tiene un fraseo más estirado y flexible, la temperatura expresiva es alta y el contraste dinámico extremadamente acentuado

Sol Gabetta.
Sol Gabetta.MARCO BORGGREVE

El ciclo de conciertos Da Camera, organizado por la agencia Ibercàmera, propició el debut en el Palau de la violonchelista argentina Sol Gabetta, una artista que, tras haber ganado varios concursos de gran prestigio y haber obtenido algún relevante premio discográfico, está empezando a sonar muy fuerte en el panorama internacional de jóvenes intérpretes del instrumento. Sol Gabetta, nacida en 1981, antigua alumna de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, se presentó en el Palau acompañada por el pianista francés Bertrand Chamayou, él también de la cosecha del 81 y también encuadrado entre lo más relevante del joven pianismo francés.

Sol Gabetta, violonchelo.

Bertrand Chamayou, piano. Obras de Schumann, Beethoven, Shostakovich y Servais. Ciclo de conciertos Da Camera. Palau de la Música. Barcelona, 5 de marzo.

Gabetta y Chamayou presentaron un programa misceláneo que se inició con Fantasiestücke Op.73 de Schumann y siguió con la Sonata núm. 3 Op. 69 de Beethoven, dos obras que recibieron una buena interpretación pero que presentaron problemas de concertación. Las dificultades estuvieron más en lo conceptual que en lo material. Gabetta tiene un fraseo más estirado y flexible, la temperatura expresiva es alta y el contraste dinámico extremadamente acentuado. Chamayou, por su parte, tiene la cabeza más fría, es más exacto, preciso y equilibrado, pero no tiene el gancho y el apasionamiento de la argentina.

En la segunda parte se interpretó en primer lugar la Sonata en Re menor Op.40 de Dmitri Shostakovich, una pieza densa, intensa y de altísima exigencia técnica. Aquí Gabetta y Chamayou mejoraron mucho en sus relaciones de pareja y entregaron un Shostakovich potente con todos los matices de acidez, amargo sarcasmo y tristeza oscura e inacabable que tan a menudo se encuentran en su obra.

Se terminó con una pieza del todo innecesaria, la Fantaisie sur des Airs Russes de Adrien-François Servais, un gran chelista del siglo XIX que con esta Fantaisie pergeñó para su mayor gloria y lucimiento una pieza con muchas notas y muy poca música, un catálogo de dificultades, una exhibición casi impúdica de virtuosismo sin sustancia. No hacía falta la obra de Servais: Sol Gabetta ya nos había convencido hacía rato de que es una importantísima solista con la que habrá que contar en el futuro.

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