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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Jamás o nunca

Prioridad del PP son las “políticas sociales”, mientras el PSOE anuncia empleo y protección

En secreto y a voces está arrancando la campaña electoral para el 25 de marzo, que no empieza hasta el viernes que viene, cuando el movimiento de las caravanas partidistas choque con una realidad paralizada entre el poco dinero, el poco trabajo y la poca esperanza. ¿Qué pesa más? ¿Los tres primeros meses apabullantes del Gobierno del PP en España, o los últimos 30 años socialistas en Andalucía? El momento es muy raro, y los dos partidos con posibilidades de gobierno, lo que podríamos llamar el bipartido gobernante, el PSOE y el PP, han logrado que muchos posibles votantes se planteen votar a quien no votarían jamás, con tal de que no gane otro a quien tampoco votarían nunca.

Sigo los primeros pasos de la campaña: el PSOE y el PP han optado por estrategias distintas. El PP ofrece “el cambio andaluz”, y presenta el paro como su único enemigo. Ha elegido hablar para los ciudadanos en general, a quienes promete empleo, diálogo, austeridad, regeneración democrática, e incluso, la promesa más imposible e inverosímil, “gobernar como si no tuviera mayoría absoluta aunque la tenga”. Los publicitarios del PP han hecho un pastiche con discursos propagandísticos ganadores de los últimos cincuenta años: oponen reformismo a inmovilismo, con términos de la cultura política del franquismo tardío, y de la era triunfal socialista se han quedado con el cambio.

Pero el principal adversario del PP andaluz es el PP: cuando los populares hablan de reformas, ¿se refieren a la demolición del derecho laboral vigente? Cuando hablan de diálogo, ¿piensan legislar por decreto ley, como en el caso de la reforma laboral? Y hay palabras de estímulo que quizá desanimen a más de un posible votante del PP: en Sevilla, durante el congreso nacional del partido, hace ya casi una eternidad, quince días, el presidente de la Comunidad Valenciana, Alberto Fabra, expresaba su anhelo de que “Andalucía esté pintada de azul”. El azulamiento general de España, monocroma y uniforme, puede resultar demasiado abrumador.

Si el del PP es un discurso para todos los ciudadanos, pensado para llevarse los votos de los cercanos al PSOE, el PSOE plantea un corte tajante entre unos y otros, la división insalvable entre derecha e izquierda, “dos modelos distintos”. Enfrenta los recortes y privatizaciones del PP al Estado de Bienestar socialista. Define al PP como el partido de los despidos, y al PSOE como el partido del empleo y de la generación de riqueza. El partido de la mentira es el PP, el partido de la verdad es el PSOE. El eslogan electoral socialista se apunta a la última moda publicitaria; en el momento de la reforma laboral popular, banqueros y burócratas de las finanzas europeas sentenciaron: “España va por el buen camino”, y Rubalcaba decía ayer mismo, cuando Rajoy decidía recortar un poco menos el gasto público: “Va en la dirección correcta”. Es el cliché que han copiado los publicitarios del PSOE andaluz: “Por el camino seguro”.

Pero las palabras de socialistas y populares no son muy distintas: prioridad del PP son las “políticas sociales”, mientras el PSOE anuncia empleo y protección. Reformadores de la Constitución para limitar el gasto público, el PSOE y el PP saben que los recortes afectarán principalmente a las comunidades autónomas, que se ocupan de servicios públicos como la educación y la salud. ¿Cómo piensa arreglárselas el ganador del 25 de marzo? De eso no hablan con los electores ni el PP ni el PSOE. Entienden a los votantes como clientes agradecidos y les prometen mantenerles los servicios públicos. No puede ser verdad sin un cambio fiscal porque, castigados los asalariados por las sucesivas reformas legales, lo previsible es que baje la recaudación de los impuestos sobre el trabajo, aunque sean los únicos que suben. Los beneficios empresariales son sagrados. Son la garantía de la “generación de riqueza”.

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