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Un mal diagnóstico en urgencias acaba en una grave peritonitis aguda

“Pasé tres días con mucho dolor, pero decían que se me pasaría”, lamenta Sonia Fonseco El retraso obligó a extirpar 60 centímetros de intestino

Sonia Fonseco, el pasado jueves en una habitación del hospital del Mar de Barcelona.
Sonia Fonseco, el pasado jueves en una habitación del hospital del Mar de Barcelona. JAVIER CORSO

Si hubiera hecho caso del diagnóstico que le dieron hasta en tres ocasiones en el ambulatorio de urgencias Sant Martí de Barcelona, Sonia Fonseco habría arriesgado su vida. El dolor de una peritonitis aguda se lo impidió: incapaz incluso de abrocharse los pantalones, esta mujer de 36 años visitó este viernes el mismo ambulatorio por cuarta vez. Una doctora le dio la razón: tenía que ser operada de inmediato por una peritonitis en fase avanzada. Las tres veces anteriores, el mismo ambulatorio le había diagnosticado una mera gastrointeritis. “Váyase a casa y descanse”, insistió el facultativo que realizó el primer diagnosticó erróneo el pasado miércoles. “No se preocupe, ya se le pasará”, le reiteraron en las sucesivas visitas que Fonseco realizó entre el jueves y el viernes. “Si les llego a hacer caso, no sé qué hubiera pasado”, lamenta Fonseca ya casi recuperada, pero aún postrada en una cama del hospital del Mar, donde la operaron de urgencia. “No lo quiero ni pensar”, dice. El retraso en la intervención le necrosó unos 60 centímetros de intestino, que fueron extirpados en la intervención.

La paciente no se explica la cadena de errores que la dejó en casa para combatir con paracetamol una grave inflamación: la peritonitis es la inflamación de la membrana que recubre el abdomen debido generalmente a una infección que, solo en el peor de los casos, puede implicar la muerte. “No digo que sea por los recortes, pero en el ambulatorio se me intentaron sacar de encima. Quizá les falten medios o personal, no sé. Pero no es lógico que la sanidad funcione así, podría haber pasado algo grave”, señala.

El 061 negó una

Esta sensación como de incordiar a la sanidad pública que paga con sus impuestos le sobrevino a Fonseco desde el primer instante: cuando el martes por la noche la mujer llamó al 061 para pedir una ambulancia que le llevara al hospital —después de vomitar la cena y padecer severos dolores en el estómago—, la enviaron a paseo. Literalmente. El servicio telefónico de emergencias le respondió que acudiera andando al ambulatorio de urgencias puesto que le quedaba muy cerca de casa.

“Es cierto que está a cinco minutos andando”, señala la pareja de la paciente, Gregorio Arriaga. “Pero no son maneras”, lamenta. “Me enviaron andando con el frío de las dos de la madrugada, sola y a buscar medicamentos sin saber adónde ir”, relata la mujer.

“¿Que habría pasado

Tras acudir por su propio pie al ambulatorio, le recetaron un suero y unas pastillas que tuvo que ir a comprar. “Con todo ese dolor”, recuerda Fonseco. La medicación no resolvía nada, así que regresó al centro. Insistieron en que era una gastrointeritis y le recetaron paracetamol. “Yo le cocinaba arroz blanco, pero ella lo vomitaba todo”, comenta indignado Arriaga. “Les dije que me dolía mucho. pero insistían en que me quedara en casa, que ya se me pasaría”, señala la paciente. No les hizo caso: regresó al ambulatorio y esta vez, en lugar de atenderla de urgencias, le dieron cita con una doctora del mismo ambulatorio. “Es grave y el retraso ha necrosado parte del intestino”, señaló la facultativa, relata Fonseco. “Afortunadamente es una mujer joven y sin problemas de salud”, añadió la doctora antes de llamar a una ambulancia para derivar a la paciente al hospital del Mar. Tres días después de pedirla por primera vez, la mujer subió finalmente a una ambulancia, rumbo al quirófano. “Es surrealista. La única de todos que me atendió con rapidez fue la conductora”, recuerda con sorna Fonseco.

“El ambulatorio parecía desbordado”

Ferran Balsells

La epidemia de gripe, que esta semana ha proseguido su auge hasta colapsar los principales hospitales catalanes, está haciendo difícil gestionar la afluencia masiva de pacientes con los recortes de personal y servicios que aplica el Departamento de Salud.

El ambulatorio de urgencias Sant Martí, centro que no acertó a diagnosticar correctamente a Sonia Fonseco hasta en tres ocasiones pese a que la mujer sufría una patología grave, también ha padecido esta afluencia de pacientes. “Todo fue muy raro, yo veía que tenían mucho trabajo, pero no pueden despachar así a los pacientes”, se molesta Fonseco. “Faltaba personal y recursos, en este ambulatorio parecían desbordados”, prosigue la mujer. “Parecía que no quisieran dedicarle más recursos para no gastar dinero”, señala su pareja, Gregorio Arriaga.

Personal del ambulatorio consultado desvinculó, sin embargo, este caso de cualquier medida de ajuste presupuestario.

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