Disparos ‘movidos’
Sin poses, sin artificios. Las fotos de Marivi Ibarrola son un insólito retrato de la furia por vivir en los años 80
La primera reacción es de incredulidad: todos los protagonistas de Yo disparé en los 80 lucen guapos, radiantes, seguros de sí mismos. Son imágenes que coinciden con la denominada movida pero que están lejos de las poses y la artificiosidad que ahora evoca aquel período delirante. Marivi Ibarrola destacaba como una de las pocas fotógrafas que se situaban en la primera fila de públicos excitados. Aparte, ella seguía a los artistas —¡y a sus fans!— por camerinos, bares, exposiciones, presentaciones, El Rastro...
Actualmente profesora de fotoperiodismo en la Universidad Carlos III, Ibarrola ha reunido una selección de su trabajo en Yo disparé en los 80 (Munster), un libro que se presenta la próxima semana. Se trata de una visión a pie de calle de la auténtica década prodigiosa española. Aunque riojana de nacimiento, ella creció en San Sebastián y eso explica su aparente ubicuidad: estaba presente en citas esenciales de la movida pero también retrató los albores del Donosti sound y lo que vendría a llamarse el rock radical vasco. Mágicamente, también captó al futuro editor de su libro, Iñigo Pastor, entonces un crío apoyado en un escenario de Gernika, custodiando receloso la grabadora con la que registra un concierto de psychobilly, anticipando su actividad al frente de Munster Records.
En realidad, no era necesaria la doble residencia: Madrid tenía imán y todos los creadores del país gravitaban hacia la capital. Además, Ibarrola ejercía de introductora de embajadores para muchos músicos vascos. Nada elitista, ella captó otros fenómenos, momentáneamente eclipsados por la movida: cantautores, nuevos flamencos, jevis. Manteniendo la dignidad, como recuerda la periodista Patricia Godes: “A Marivi se la veía fuerte, bien plantada y dueña de la situación”.
La espontaneidad, la crudeza, la vitalidad de estas 89 fotos viene enriquecida por otros tantos comentarios de participantes en aquella prolongada fiesta. Son aportaciones de personajes que no suelen ser entrevistados en los documentales de La 2 y que aportan la profundidad de lo vivido a una historia que se suele contar frívolamente. Así, abundan los textos que reflexionan sobre los cadáveres que dejaron coches y drogas. Germán Pose clava el sentimiento: “Allí estábamos algunos muchachos furiosos por vivir: mods, rockers, punkis, no sé si algún hippy camuflado”. Habla del primer concierto de los Ramones, en 1980, pero la clave está en esa “furia por vivir”.
Hay muchos que sospechamos que la crónica de aquellos años necesita, aparte de declaraciones de triunfadores y de profesionales de la observación, las voces de los que se quedaron atrás. José Siemens, entonces cantante de Espasmódicos, menciona algunos lastres: las pobres producciones, los clanes, el amiguismo. Luis Malone, de Sindicato Malone, resume brillantemente el entonces y el hoy en una letanía que parece exigir a gritos los ritmos del spoken word.
Junto a las cavilaciones, los mil detalles que ayudan a completar el puzle. Ahora sabemos la razón de que Aviador Dro y sus Obreros Especializados se presentaran en el escenario de un teatro madrileño con una excavadora Caterpillar. El motivo de que Rubi, uno de los símbolos sexuales del momento, no hiciera la prueba para chica Almodóvar.
El nombre de esa digna señorita que aparece en los telediarios, traduciendo a nuestros presidentes de Gobierno, tan escasamente poliglotas, y que algunos recuerdan como cantante de Monaguillosh. Yo disparé en los 80 evidencia que aquello fue bastante más que una juerga de modernos y bohemios.
Yo disparé en los 80 está publicado por Munster.
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