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Rosenvinge estrena el Ágora con un repaso a su carrera

Medio millar de personas abarrota el centro coruñés en su concierto inaugural

Había medio millar de personas abarrotando el domingo el auditorio del Ágora, cualquiera pudo escucharlo. Incluso las que se quedaron al frío, siguiendo el concierto por la pantalla. Christina Rosenvinge dijo que era un honor ser “la primera” en pisar ese escenario. Pobre. Nadie le habló de Diamanda Galás, la artista que inauguró el complejo coruñés en mayo de 2011, ni de Manuel Olveira, su primer director. Quién podría culparla, con lo difícil que es seguirle la pista al que un día fue proyecto estrella del exalcalde socialista Javier Losada. José Luis Rodríguez, el segundo responsable del centro en menos de seis meses, dimitó horas antes del recital. Llevaba dos meses en el cargo.

 De lo que sí se había enterado Rosenvinge es de que la bahía del Orzán se ha tragado cuatro vidas en un trágico rescate. Antes de volver al escenario para la propina, una de su último disco (Canción del eco) y otra de aquel Verano fatal a medias con Nacho Vegas (No lloro por ti), la madrileña le dedicó a las víctimas del accidente y a sus familias su versión del Hallelujah de Leonard Cohen. “El mundo es hermoso porque hay hombres como ellos”, musitó. Enésima ovación.

El público había sido generoso con ella toda la noche. Bastante más, de hecho, que con Raül Fernández (Refree). Al barcelonés le había tocado un papel algo más ingrato: abrir el recital a solas con su guitarra y un puñado de canciones entresacadas de sus últimos discos, interpretar No hay pena a medias con la protagonista y sentarse el resto del concierto, alternando las seis cuerdas con el teclado y los coros, junto a la la chelista madrileña Aurora Aroca (Boat Beam).

Rosenvinge tenía preparado un repertorio agradecido para el público, atípico, que respondió a la ecuación estreno-gratuito-de-un-centro-sociocultural. Le dio cancha a su último trabajo, La joven Dolores, con siete cortes, mientras repasaba su carrera al compás del recopilatorio que acaba de publicar, Un caso sin resolver. Se acordó sobre todo de Tu labio superior (2008), aunque también rescató la excelente Tok tok de Continental 62 (2006), el disco con el que cerró su trilogía americana, y se remontó hasta su época con Los Subterráneos. De aquel Que me parta un rayo (1992) cayeron Alguien que cuide de mí, Tú por mí y la mítica Mil pedazos.

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