Las BMW de las gaitas
Muere con casi 91 años Xosé Manuel Seivane, patriarca del instrumento gallego
“Los Seivane, como constructores de instrumentos, son equiparables a los Amati o los Stradivarius”, repite varias veces en la charla, tres o cuatro horas después de recibir la llamada, y la dolorosa noticia, de voz de uno de los hijos del finado, el gaiteiro Pepe Temprano: “Las de Xosé Seivane son las BMW o las Mercedes de las gaitas”. “Hay muy buenos artesanos, pero su apellido es la referencia mundial”, sigue el músico. “Si un gaiteiro de cualquier país quiere una gaita gallega, llama a esta familia. Seivane era un manitas; si hubiese sido dentista, también hubiera sido el mejor. Pero lo más importante de todo es otra cosa: Hoy Galicia ha perdido a un hombre preocupado, y un hombre que sabía escuchar. Escuchó a todo el mundo, todo el que entrase por la puerta de su taller, tuviese razón o no”.
Xosé Manuel Seivane Rivas, nacido el 9 de febrero de 1921 en Fonmiñá (A Pastoriza), donde el Miño toma fuerzas para echarse a cantar, no hubiera sido gaiteiro, ni clarinetista, ni fabricante de las mejores gaitas, ni explorador capaz de elevar al cubo las posibilidades del instrumento si le hubiese hecho caso a su padre cuando le advertía de que de eso viviría “malamente”. Se habría quedado cuidando las vacas en la casa familiar, y nada de la historia que vino luego, la historia de la música tradicional gallega, hubiera llegado a ocurrir. Pero los genes podían demasiado. De su madre había heredado un oído afinado como un reloj suizo, y su padre, ebanista, le había regalado las manos. A los 13, todavía antes de que la dictadura vistiese de bata de cola el folclore estatal y ensordeciese y desprestigiase la música que brotaba de la tierra, el matrimonio regaló al chico una gaita de 33 pesetas. Todo un dineral. Y aquello fue la sentencia.
Seivane solía contar que a los 15, tras fabricar un torno de ballesta según el dibujo que halló en la enciclopedia de la escuela, logró construir su primera gaita siguiendo el patrón de la comprada. Le había salido bien, con todos los agujeros en su sitio. La segunda, en cambio, fue un chirriante fracaso. Pero el destino parecía ya trazado, y cuando le tocó hacer la mili en Pontevedra, por eso de sus dotes musicales, el capitán le dio responsabilidades en la banda. Como el cuerpo de gaitas, en si natural, no afinaba con las marchas militares, le propuso fabricar todos los punteros. Si lo lograba, le daría un mes de permiso. Gracias a un compañero de Ponteareas que también tocaba, supo que allí, en la parroquia de Xinzo, había un buen artesano. Se presentó desesperado, con el marrón del capitán, en el taller de Antonio Represas. En una semana sacaron adelante el encrgo, y aquí, si alguien escribiese el libro de su vida, empezaría el segundo capítulo.
“Escuchó a todo el que entrase por la puerta, tuviese razón o no”
De vuelta en Lugo el año que acabó la guerra, en una romería en Ribeira de Piquín, a la que fue a tocar con el grupo que tenía, sacó a bailar a una chica. Fuencisla Magide borró de un plumazo el recuerdo de la novia que el recién licenciado en el servicio militar tenía en A Pastoriza. Y el que hoy está considerado patriarca de la gaita terminó montando su primer taller en Piquín, el mismo de siempre hasta que en 1994, regresado su hijo Álvaro (padre de la gaiteira Susana Seivane) de Barcelona, se trasladó la familia al completo a Cecebre (Cambre) para inaugurar el de ahora. Hoy, Seivane 0 Vello, que murió ayer por la mañana tras agravarse una crisis respiratoria y ser trasladado de urgencia al hospital de A Coruña, será enterrado en el camposanto de San Xurxo de Piquín. Apenas sin poder hablar por la emoción, Álvaro, que queda al frente del taller junto con su hermano Xosé Manuel, definía a este diario la figura perdida: “Era el alma de la familia, nuestro patrón, nuestro maestro, nuestro patriarca”.
Los Seivane presumen de que hoy “entre un 85% y un 90% de las gaitas gallegas modernas que suenan por todo el mundo son producto, directa o indirectamente,” de su obradoiro porque toman como base sus “resultados empíricos”. La crisis todo lo toca, también la gaita, pero hace pocos años el taller de Cambre tenía tal cartera de pedidos que la lista de espera era de dos años. De Seivane eran las gaitas que tocaba Ricardo Portela y la que tiene Mike Oldfield. En el obrador las hacen de 1.300 euros, pero también de más de 6.000.
Con la Universidade de Vigo emprendieron la investigación nuevos materiales inalterables a la humedad y los cambios de temperatura. Entre los inventos tecnológicos alcanzados en Cecebre, está el que bautizaron como “pallón Seipal sintético, que venden, como los foles de Gore-Tex, a todo el mundo a través de Internet. La familia, empeñada en modernizar el instrumento que el fundador siempre defendió como símbolo universal de Galicia, ofrece en su web un programa para que cada cual diseñe la gaita de sus sueños, con 15 tonalidades para elegir. Aunque la única en sol agudo es la que Seivane O Vello le labró a su bisnieto Brais hace tres años, para su primera noche de Reyes.
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