El curro improvisado de Ribadeo
El Ayuntamiento contrata jinetes y organiza dos subastas para deshacerse de los caballos salvajes y sin dueño que destrozaban los cultivos de los vecinos
"Esto es el colmo. ¡Lo que nos faltaba es tener que salir a atrapar los caballos como si estuviésemos en el salvaje oeste!”. Ribadeo no es el salvaje oeste, pero a Fernando Suárez Barcia, el alcalde nacionalista de este municipio de A Mariña, se le pareció mucho durante el último mes. El regidor se ríe ahora que el problema está resuelto, aunque ensombrece el tono al hacer balance de las consecuencias económicas de la irrupción de 13 caballos salvajes en las tierras de labranza. La invasión, en un municipio rural donde no es extraño encontrar propietarios de equinos, fue la más agresiva que se recuerda en Ribadeo y obligó al Ayuntamiento a organizar dos subastas para deshacerse de los animales que nadie reclamaba.
Apresar y alimentar a las 13 bestias que durante semanas destrozaron cultivos en las parroquias de Cedofeita y Covelas le ha costado 3.000 euros al Ayuntamiento, en alimentos, veterinarios y contratos para cuatro jinetes de Mondoñedo, más rodados en el trato con los animales asilvestrados, porque en Ribadeo el alcalde no contaba con nadie que pudiera hacerles frente. De esta suma, las arcas municipales solo han recuperado 750 a través de las subastas posteriores de los caballos, una operación que Suárez Barcia no tiene reparos en calificar de “ruinosa”. No hubo forma de subir el precio de cada pieza más allá de los 50 euros. El alcalde se queja ahora de que la administración autonómica lo ha dejado solo frente a un conflicto cuya solución tuvo que improvisar.
La puja fue ruinosa: se gastaron 3.000 euros y se recuperaron 750
Los vecinos empezaron a denunciar hace algo más de un mes los daños provocados en sus cultivos por caballos sueltos y sin dueño conocido, pero para acabar con ellos el Ayuntamiento se encontró con un problema tan preocupante como los propios destrozos: no tenía manera de conducir a los animales, completamente salvajes, a un lugar cercado donde, al menos, dejasen de perturbar la tranquilidad de los vecinos. “Los caballos estaban fuera de control, y un animal así no es nada fácil de coger. Pedimos ayuda a la Xunta y nos enviaron ánimos”, ironiza el regidor. En ese momento empezó la búsqueda por los municipios vecinos de jinetes experimentados en estas lides. En Mondoñedo, donde sobrevive una rapa das bestas, la de Campo do Oso, el concejal de Medio Rural encontró a cuatro hombres “profesionales y rudos” dispuestos a alejar a los animales de las tierras de labranza. Ribadeo no tiene curros, así que el gobierno municipal se vio forzado a organizar sobre la marcha un recinto para este fin en la propiedad de un vecino de Covelas que prestó su corral.
“Fue esperpéntico, pero real. El concejal de Medio Rural se pasó días dando vueltas. Publicamos un bando para poner en conocimiento de los propietarios la situación de los animales, pero nadie se dio por aludido. Ahora los vecinos están tranquilos, ¡pero había que escucharlos hace unos días!”, narra el alcalde. El problema ha quedado resuelto con las dos subastas, a las que concurrieron vecinos de la zona y, aunque no descarta que pueda quedar aún algún caballo suelto, Suárez Barcia confía en no tener que recurrir a una nueva puja. Encontrar a los propietarios de las bestias es casi una utopía: “Nadie se hizo cargo de ellos, son animales que se han escapado y que nadie reclama, en muchos casos se han reproducido y no tienen identificación [el Ayuntamiento tuvo que pagar el veterinario para legalizarlos, es decir, colocarles el obligado chip antes de la subasta]. También hay quien dice que los sueltan a propósito...”, aventura el regidor. Si los dueños de los animales —yeguas, garañones y algún que otro potro— estuviesen identificados, sería posible responsabilizarlos de los destrozos, pero en Ribadeo los animales parecen haber brotado de la nada. “Se dice mucho que los municipios gastamos más de lo que debemos, pero la gente va al Ayuntamiento a quejarse y tiene que ser el alcalde el que se responsabilice de apresar unos caballos sueltos. Yo hasta me alegro de que hayan tenido un destino mejor que el matadero. No podía permitir que fuese alguien con una escopeta de caza y les pegase un tiro”, se explica el alcalde.
“Fue esperpéntico, pero real. El concejal de Medio Rural estuvo días dando vueltas”
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