Una corrala que rompe tópicos
Lejos de Lavapiés y con una palmera en el patio El proyecto '100x100 Corralas' descubre una atípica vivienda de corredor en Pacífico
Para descubrir las corralas, Marta Catalán, arquitecta, se fijaba en los telefonillos. “Si hay tropecientos botones, es una corrala”, dice en la puerta de la de Avenida Ciudad de Barcelona, 55, donde efectivamente, el interfono tiene pulsadores para 78 viviendas distintas.
Por la anodina fachada de ladrillo —fechada en 1888 y con simétrica proporción áurea— nadie diría que se trata de una corrala. “Engaña”, admite Catalán adentrándose en el portal hasta el enorme patio. En él se comprueba que no solo es una corrala —castiza vivienda de corredor, en la que las puertas de los vecinos dan a un pasillo abierto a un patio—, sino que se trata de uno de los patios más grandes de esta tipología de inmuebles. Y tiene sorpresa: en el centro del patio hay una palmera gigante. El árbol tropical solo subraya lo atípica que resulta esta corrala. Para empezar, no está en el lado de la Castellana en el que uno esperaría encontrarla.
“Corrala, Lavapiés, infravivienda”, dice Catalán. “Todo el mundo asocia estos términos, pero la vivienda de corredor es una tipología muy variopinta”. Por ello el objetivo principal del proyecto 100x100 Corralas (llevado a cabo por el estudio Zira02 en la Nave 16 del Matadero, www.mataderomadrid.org) era “desmitificar”. Primer mito: “No solo hay corralas en el centro histórico, se pueden encontrar de Usera a Ciudad Lineal”. Según la arquitecta, la castiza tipología existe también con otros nombres en otros lugares. En Sevilla son corrales de vecinos; en Argentina, conventillos. Las hay hasta en China, donde se llaman tulou.
Corrala Ciudad de Barcelona
Obra. 1888 (rehabilitada).
Ubicación. Avenida Ciudad de Barcelona, 55 (Pacífico).
Estilo. Popular madrileño.
Función original y actual. Vivienda de corredor.
“Y no todas están que se caen”, continúa Catalán, que pasó dos años recorriendo con su equipo corralas y entrevistando a vecinos. “Cierto que hay algunas en condiciones dramáticas, en las que las inmobiliarias están esperando a declararlas en ruina para desahuciar... Pero hay muchas otras reformadas, con ascensor y por supuesto, con baño en todas las casas” (históricamente, en las corralas el baño se compartía).
Entre los vecinos, hay señoras mayores cuyas familias llevan generaciones tendiendo en el mismo patio, y jóvenes parejas de inmigrantes recién llegados a la ciudad. Abuelos que no imaginan la vida en otro sitio y estudiantes de Erasmus que las eligieron porque eran un lugar asequible. Hay inquilinos que pagan diminutos alquileres de renta antigua y otros que apoquinan hasta 700 euros por su minipiso. En metros cuadrados, la cosa oscila entre los 17 y los 50.
Cada corrala tiene además, su historia. Aunque la tipología surge en el XVI, esta de Avenida Ciudad de Barcelona fue construida a finales del XIX. En l906, según la investigación de 100x100 Corralas, fue adquirida por tres hermanos para poner en alquiler los pisos. La última propietaria del edificio completo fue una tal doña Delfina que murió en 1985. Los “palos” se vendieron a partir de entonces a particulares. Actualmente hay un par en venta: 44 metros, con dos dormitorios, a 150.000 euros.
También aquí, hasta los noventa los vecinos compartían el wc y sacaban agua de la fuente del patio. Hoy los 165 inquilinos de las 78 viviendas tienen retrete propio. El 56% son propietarios, el 44% viven de alquiler.
Parte de la desmitificación que defiende el proyecto pasa por no idealizar la corrala, que siempre fue un alojamiento humilde. “No nos queríamos quedar en una visión romántica, sino documentar una tipología algo invisible”, dice Catalán.
La rehabilitación de las corralas ha hecho que dejen de ser infraviviendas, pero por el camino se ha perdido gran parte del espíritu comunitario de antaño. Las puertas abiertas, sillas en el pasillo o niños criados grupalmente son cosas del pasado, salvo en las corralas en las que varios vecinos son además, familia. “En el resto, la gente sigue relacionándose más que en otros inmuebles, ya que tienden la ropa y tienen las plantas en el mismo pasillo, pero no como antes: fíjate qué silencio...”, dice Catalán en el patio de la corrala de Pacífico, señalando los corredores vacíos de vecinos y de charlas y de niños.
El proyecto 100x100 Corralas (http://100x100corralas.com) se completará durante la última semana de enero con una serie de talleres gratuitos y abiertos a todos los públicos (del 24 de enero al 3 de febrero, información en zira02@zira02.com). Habrá conferencias de arquitectos especializados en rehabilitaciones sostenibles y visitas guiadas a varios inmuebles. Para que no todo sean explicaciones arquitectónicas (como porqué los pilares de madera que sostienen los pasillos se llaman pies derechos) habrá también un acercamiento “fenomenológico” a lo que son las corralas. Habrá, por ejemplo, un curso para aprender a hacer las tradicionales cadenetas de papel con las que se engalanaban las corralas los días de fiesta (“ya nadie lo hace”, suspira Catalán). Y también un taller de cocina con la ayuda de vecinos que evocará ese pupurrí de olores que uno recibe cuando visita una vivienda de corredor. Durante la producción de este reportaje, arquitecta y periodista olieron boquerones, filetes y cocido, por ese orden.
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