‘Vida de Hannah Coulter’, amar a la tierra por el bien de todo lo que amamos
La novela de Wendell Berry es un canto idealizado a una comunidad rural sin eludir que se trata de una vida físicamente exigente y económicamente difícil


Wendell Berry (Kentucky, Estados Unidos, 1934) es filósofo, poeta, novelista, activista medioambiental y campesino. Ha escrito ensayos como The Gift of Good Land, The Unsettling of America y El fuego del fin del mundo (Errata Naturae), y es autor de ocho novelas y decenas de relatos ambientados en Port William, un pueblo imaginario de su Estado natal. Su obra está recogida en la Library of America. Publicadas a lo largo de varias décadas, las narraciones de Port William describen los vaivenes de varias familias locales y muestran las transformaciones del mundo rural estadounidense.
El deseo de Hannah y su marido de que sus hijos estudien para que su vida sea mejor crea entre ellos y sus descendientes una distancia tan inevitable como desgarradora
Vida de Hannah Coulter —que salió en inglés en 2004— es una de ellas. Cuenta la historia de una mujer que crece en la Depresión —su madre muere y la segunda esposa de su padre no la quiere—, se casa durante la Segunda Guerra Mundial con un joven que fallece en el frente poco después sin llegar a conocer a su hija, se vuelve a casar con un veterano de la batalla de Okinawa, con el que pone en marcha una granja y crea una nueva familia. A lo largo de su vida recibe ayuda y enseñanzas de su abuela, de sus primeros suegros, de vecinos; hay tragedia pero apenas maldad. El libro —narrado en primera persona, cuando Hannah es una mujer mayor y ha enviudado por segunda vez, y escrito con un tono luminoso y calmado— trata de la lucha cotidiana con la adversidad, de las pérdidas y nuestra deuda con los muertos, del afecto y la generosidad. También muestra consecuencias no deseadas: Hannah y su marido quieren que sus hijos estudien para que su vida sea mejor, pero eso crea entre ellos y sus descendientes una distancia tan inevitable como desgarradora.
Es un libro de amor: a las personas que la rodean, a la tierra, al trabajo. Hannah describe una vida dura —físicamente exigente, económicamente difícil— pero satisfactoria y plena, y la solidaridad de una comunidad local, “la cofradía”, donde todos o casi todos se ayudan y donde se aceptan alegremente excentricidades de carácter o costumbres. Muestra el paso del tiempo en la familia y los vecinos. Por debajo está la transformación económica estadounidense, con el cambio en las formas de explotación agrícola y el ascenso de la economía especulativa. No es nostálgico: aunque la atmósfera de la comunidad rural parece un tanto idealizada, la vida que se describe es áspera. Pero Hannah sí muestra pena porque su mundo parece haber acabado. Eso se manifiesta en la mecanización del campo pero también en su uso recreativo y las agencias inmobiliarias, en el cambio generacional de ser pequeños propietarios que dependen de sí mismos a empleados de corporaciones, en la homogeneización de las franquicias, en la mercantilización a gran escala.
“A la tierra no le importa si la amamos. Pero más nos vale amarla, por nuestro propio bien. Por el bien de todo lo que amamos, más nos vale amarla”, dice Hannah. El ecologismo del libro está vinculado al uso productivo de la tierra y sus recursos. A la vez, hay un elemento anticapitalista y una suerte de sensibilidad cristiana primitiva, alejada de cualquier ortodoxia, vinculada a las ideas de comunidad, colaboración, piedad, amor; otras veces hace pensar en Thoreau. Esas cuestiones no cargan de didactismo un libro bien escrito que tiene personajes poderosos y un tono sereno y en ocasiones conmovedor.

Vida de Hannah Coulter
Traducción de Matías Battistón
Chai Editora, 2025
264 páginas. 21 euros
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