Ir al contenido
_
_
_
_

‘El mal querer’: la obra maestra de Rosalía que confirmó el mito y calló bocas

El disco combinó toda la tradición de su aprendizaje del flamenco con la influencia de la escena urbana global y la del Raval, que llevaba años definiendo el sonido de Barcelona

Rosalía, en el concierto de julio de 2022 en Madrid por la gira del disco 'Motomami'.
Rosalía, en el concierto de julio de 2022 en Madrid por la gira del disco 'Motomami'.Claudio Álvarez
Noelia Ramírez

Pasa cuando las artistas se convierten en un fenómeno imposible de esquivar. “Mírala, otro producto industrial”, dicen los descreídos para invalidar su éxito. En inglés, ese concepto peyorativo se llama industry plant y vendría a ser la creencia conspirativa de que las artistas superventas, casi siempre mujeres, son poco más que vasija vacías sin capacidad creativa. Más que por méritos, la teoría apunta a que si esas estrellas deslumbran es porque un ejército de señores las ha moldeado al gusto del mercado, dictando y milimetrando cada uno de sus pasos. Lo hicieron con Lady Gaga, con Billie Eilish, y lo intentaron, sin éxito, en los inicios de Rosalía Vila Tobella. Solo tenía 25 años y era su trabajo de final de grado, pero con El mal querer, su segundo LP de estudio tras la colaboración de Raül Refree en Los Ángeles, además de revolucionarlo todo, la catalana se libró de esa maldición callando bocas.

Rosalía puso la primera piedra de un mito que no se acaba. Inspirada por Flamenca, una novela occitana del siglo XIII de la que le habló uno de sus amigos y colaboradores, el artista plástico Pedro G. Romero. Ocho siglos después de esos 1800 versos de autoría desconocida, El mal querer quería preguntarse por la vigencia en la posesión patriarcal de la mujer. Estructurando a su álbum como capítulos de un nuevo texto que reformulase la idea del ‘amor cortés’ —el número 1, Augurio, correspondía a Malamente hasta el capítulo 11, Poder, con el tema A ningún hombre—, la catalana daba un nuevo final al viaje de una joven que se casaba por amor con un noble que, enfermo de celos, la encerraba en una torre de la que solo podía salir para ir a misa. Esa Rapunzel medieval acabaría liada con un falso cura que, llamado a rescatarla, le daba eucaristía además de lo suyo hasta que al marido se le pasan los celos y acaba tan amigo del tercero.

La del Baix Llobregat cogió lo mejor de todos sus mundos para firmar una obra maestra que sentó las bases de la vanguardia del primer cuarto de siglo sin renunciar al público masivo. El mal querer combinó toda la tradición de su aprendizaje en la especialidad de cante flamenco en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) con la influencia de la escena urbana global y la del Raval, que llevaba unos años definiendo el sonido de Barcelona y que ella vivió de cerca junto a otra generación prodigiosa como la de Yung Beef o La Zowi. El mal querer llegó para imaginar algo nuevo: Malamente reformularía la zambra (un tango granadino) con la caja de ritmos Roland T-808. ¿El icónico tra tra? Una mezcla del “pra pra” jamaicano con el tra que jalean los cantaores. A las bulerías les añadirías samplers. Pienso en tu mirá se basó en una melodía del pianista Robert Glasper con un cajón flamenco. Y los interludios, hablados: “Madre mía, qué guapo”. Como todo lo que estaba sonando.

En ese álbum lo arriesgó todo, hasta sus ahorros. Porque fue Rosalía la que fichó a Sony y no Sony quien fichó a Rosalía. Mucho antes se alió con Pablo Díaz-Reixa, el Guincho, en la coproducción y se aseguró que fuese la productora Canadá la que filmase los videoclips de los dos primeros temas de adelanto. “Estoy en números rojos”, dijo, cuando estaba sin discográfica. Para cuando llegó la industria a su puerta, El mal querer ya estaba cocinado. Y como visionaria atenta a todo lo que la rodea, y no solo en lo musical, fichó a Filip Ćustić para la identidad visual del álbum y a Palomo Spain para vestirla en la gira. Del cordobés eran los flecos de su mono en aquel concierto que colapsó el Sónar de Barcelona o el vestido de flores American Beauty a la española ante las 11.000 personas que la vieron gratis, después, en Madrid. El álbum la bañaría en Grammys: se llevó el de mejor álbum latino de rock, urbano o de rock en una gala en la que tuvo dos actuaciones épicas y en los latinos acumuló ocho más. La crítica, de aquí y de allí, rendida. El suyo es el único disco español entre los 50 mejores del siglo para Rolling Stone, con el puesto 22, por encima de Amy Winehouse.

Como en la novela no se descubre qué pasa con esa esposa sometida a los celos, probablemente por la censura de la época, Rosalía cerró ese álbum dándole voz con un oportuno final. “A ningún hombre consiento que dicte mi sentencia”, entona en un verso crucial. Un versátil y polisémico aviso que sirvió como premonitoria respuesta para fulminar a todos los plastas que, poco duraron, no tardaron en sacar la carta del “producto industrial”.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Noelia Ramírez
Periodista cultural. Redactora de S Moda desde 2012 y forma parte del equipo de Cultura desde 2022.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_