‘Madrid DF’, de Fernando Caballero: una ciudad con vocación de Estado
Este ensayo explica cómo la metrópoli, una localidad sin una identidad propia, pero con todas las identidades en ella, ha sabido convertir su misticismo en un imán de atracción de talento y capital
Cuando nieva en Madrid, nieva en toda España. El protagonismo mediático de la capital se lleva por delante las realidades de todo un país que es más que Madrid. Frente a la madrileñofobia imperante y el “Madrid se va” del President Maragall, llega el libro de Fernando Caballero Madrid DF para ofrecer una explicación lógica y coherente de por qué, como país, debemos apoyar una ciudad con vocación de estado, esa misma que sentimos que nos fagocita, para que se convierta en nuestro mejor aliado estratégico. Madrid como solución y como problema.
Si en los años noventa a alguien se le hubiera ocurrido decir que Madrid iba a ser la ciudad referente de España, de Europa y de Hispanoamérica, pensaríamos que estábamos ante un loco o un indocumentado. Era el momento en que mirábamos a Barcelona y su área metropolitana como el gran modelo de ciudad cosmopolita y abierta que contrastaba con un Madrid castizo y administrativista. Sin embargo, en poco más de 30 años, la capital de España ha pasado a ser una ciudad tan añorada como criticada.
Madrid, una ciudad sin una identidad propia, pero con todas las identidades en ella, ha sabido convertir su misticismo en un imán de atracción de talento y capital. Tal como lo define el propio autor de este libro, Madrid es hoy una “plataforma de plataformas”. Una ciudad de servicios que atrae inversiones económicas, talento y personas que ven en la ciudad, el modelo de vida que desean. Madrid es la puerta y el refugio de Hispanoamérica. Puerta de conexión con Europa y refugio para todos aquellos que aspiran a progresar en sus vidas y sus profesiones.
Fernando Caballero nos ofrece un repaso a la historia de la ciudad que nos permite entender su idiosincrasia y cómo su bien más preciado, su territorio, se ha convertido en su mejor baza. Madrid sigue creciendo. No solo en número de habitantes, (una media de 75.000 personas al año que le aproximará a los 10 millones a mediados de siglo), sino también territorialmente: Toledo, Segovia o Guadalajara ya son parte económica, que no cultural, de la capital.
Este es uno de los primeros retos, como vaticina el libro Madrid DF. En el momento que las ciudades están en auge y las naciones en declive, el dilema del futuro de Madrid se dirime entre convertirse en una megalópolis que absorbe el talento y destruye su entorno social y político, o en una metrópolis que recoja y reparta el progreso para todos, al ejemplo de cómo Barcelona construyó su área metropolitana. Madrid como problema y solución, al mismo tiempo.
El urbanismo de la capital ha fagocitado a la política. El poblacho manchego se ha convertido en una urbe global
Cuesta pensar que aquello que demandaban los territorios históricos, disponer de la libertad de crecer y gobernar su economía como contrapeso a la capital del país, hoy sea la base sobre la que Madrid ha construido su proyecto económico y político. Frente al Madrid administrativo se ha levantado un gran Madrid económico y global. El poder de la economía ha desplazado al poder de la política.
Frente a los que apuestan por considerar a Madrid como el epicentro del ultra conservadurismo, Caballero defiende que el modelo de la ciudad se ha basado en un urbanismo democristiano, una política fiscal liberal y un estado de bienestar que combina la seguridad y el progreso público con un servicio concertado de sanidad y educación. En Madrid, el Estado de Bienestar se ha convertido en la Sociedad del Bienestar donde disponer de un seguro privado o escolarizar a nuestros hijos en un colegio concertado es sinónimo de progreso.
El título del artículo de Jorge Dioni La materia prima de España es España nos sirve de ejemplo para mostrar cómo Madrid ha desarrollado un modelo urbanístico muy efectista. Gracias al desarrollo de los famosos PAUs (Programas de Actuación Urbanísticas) se ha instaurado un modelo social propio donde desde la Administración se tiene el control del poder, al mismo tiempo que se han maximizado los beneficios de los propietarios del suelo y se implanta un modelo social que favorecen la homogenización de los barrios con urbanizaciones de iguales en espacios “colectivos” hacia dentro y desconectados hacía fuera. Urbanizaciones con una gran calidad urbana, el mejor exponente del progreso burgués, pero que en el fondo son archipiélagos separados por zonas verdes que embellecen, pero no propician la conexión social ni crean sentimiento de colectividad social. Madrid tiene un modelo social sin sociedad, pero con mentalidad de colectividad burguesa.
Mientras la izquierda sigue construyendo un proyecto político de ideales de progreso, la derecha se ha encargado de convertir esos ideales, a golpe de talonario y desarrollos urbanísticos, en un modelo de ciudad para una acomodada clase media que actúe como clase media. De esta manera, Madrid se convierte en exponente del progreso material y la destrucción de la construcción ciudadana. El urbanismo ha fagocitado a la política. La economía ha desplazado al Madrid administrativista. El poblacho manchego se ha convertido en una ciudad global. Una ciudad nación que ahora demanda espacio para crecer y convertirse en el mascarón de proa del país. La centralidad de Madrid vuelve a convertirse en el problema y la solución de un país con desequilibrios económicos, sociales y geográficos.
Madrid DF
Arpa, 2024
392 páginas, 19,90 euros
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