Kim Gordon, nihilismo de ciencia ficción
El segundo disco en solitario de la exmiembro de Sonic Youth, ‘The Collective’, es un experimento oscuro y distorsionado que trata de entender el pensamiento propio del presente
Existe una novela sin la que el nuevo disco de Kim Gordon (Rochester, Nueva York, 70 años) no sería el mismo. El nuevo disco de Kim Gordon, la reina del no wave, la histórica cofundadora del buque insignia del noise, Sonic Youth —junto a su ex, Thurston Moore—, es su segundo álbum en solitario. Su título es The Collective (Matador/PopStock!). “El título es algo que saqué de esa novela”, dice Gordon. El libro es lo nuevo de Jennifer Egan, La casa de caramelo. Una de las poderosas, y oscuras —profundísimas, distorsionantes— canciones del disco se llama así. “No sé, creo que el álbum tiene un rollo de ciencia ficción por esa novela. Aunque no es el único libro que me ha inspirado cosas esta vez. Hay otra, y es una que hacía mucho que quería leer, y que por fin leí: El amante, de Marguerite Duras”, confiesa.
Es una mañana cualquiera de un día de febrero en Los Ángeles. Gordon está en su casa, relajada y en extremo abierta a hablar de todo tipo de cosas. “Me encanta la nueva temporada de True Detective. Jodie Foster es alucinante”, dice. Y también: “He visto un montón de buen cine este año. Me encantó Pobres criaturas, pero también Anatomía de una caída, y La zona de interés, y Fallen Leaves. Es curiosísimo lo de Fallen Leaves porque es una comedia romántica, pero es una comedia romántica a la finlandesa, con ese encanto maldito, esa tristeza”. La charla tiene lugar por videollamada. En la pared, a su espalda, hay un enorme cartel de la película Made in USA, de Jean-Luc Godard, y un puñado de pequeños cuadros, dispersos, aquí y allá. Luce el sol. ¿Por qué hacía tanto que quería leer El amante? “Por el tiempo que Duras pasó en Vietnam cuando era niña”, responde.
“Yo pasé un año en Hong Kong de pequeña. Y ella, Duras, nació en Saigón [el actual Ho Chi Minh]. Creció allí y siempre había tenido curiosidad por lo que contaba en El amante. Es una gran novela. La película también es muy buena. Supongo que de alguna forma inspiró parte del álbum, y de manera muy directa una canción, ‘Tree House”, relata. El tema en cuestión es un etérea y electrizante evocación, un peso desdibujado, un aullido distorsionado de guitarras metálicas que no acaban de encontrarse. Y una pieza indispensable de un disco que, como dice la artista inglesa Josephine Pryde —buena amiga de Gordon—, suena, por momentos, “radioactivo” —especialmente en ‘Shelf Warmer’, pura inquietante calma dub—, y parece poner orden al pensamiento invadido del presente.
Gordon explora el abismo sonoro para romper con ideas preconcebidas y destruir la norma, todas las normas
Un orden que es pura interferencia. O listados de cosas por hacer, o de, simplemente, cosas. Como ocurre en ‘Bye Bye’, el primer sencillo del disco. El videoclip lo protagoniza su hija, Coco Gordon Moore. Y lo que en él se ve es una huida. A la chica huyendo de casa, y luego entrando en sitios como gasolineras a coger las cosas de las que su madre está hablando —pasta de dientes, un cepillo—, de manera que el vídeo es en sí una especie de cortometraje, o pieza artística. “Bueno, la cineasta [Clara Balzary] es amiga, y me había hablado de una idea para un corto que quería hacer con mi hija, y de repente era perfecta para la canción, así que lo hicimos. Me dijo que la cosa era pensar en alguien que está escapando de una secta, o de su casa. Como estamos en Los Ángeles, le dije, está escapando a la vez de las dos cosas. De su casa, y de la secta de la vida en los suburbios”, dice, y se ríe.
Justin Raisen (Lil Yachty, John Cale, Yeah Yeah Yeahs) está otra vez tras los mandos— ya fue el productor de No Home Record, su primer disco en solitario, en 2019—, y suena aquí aún más sólido, y en algún sentido, libre. Hay, por todas partes, dañadas construcciones dub y trap en las que los collages de palabras intuitivos de Gordon brillan, a su muy oscura, opaca, manera. “Supongo que me ha salido un disco un poco nihilista”, afirma. También dice que la composición ha sido hasta cierto punto libre. “No voy cargada de libretas componiendo por ahí, ni nada de eso. A veces simplemente las palabras salen de mi boca. Sin más. Otras, hago listas, y las encajo en lo que me sugiere lo que Justin propone. Lo interesante en este álbum es el papel de las guitarras. Les dimos total libertad. Quería que el álbum tuviera ese espíritu. Algo que captase el momento”, expone.
Eso pese a que haya en él, como en la novela de Egan, un toque al presente desde un futuro “tan cercano que ya casi está aquí”. Un futuro ficticio en el que no sólo estamos siendo dominados por los algoritmos, sino que estamos decidiendo alejarnos de nosotros mismos hasta el punto de vivir las vidas de otros. “De eso trata el libro. Hay una aplicación que te permite entrar en la mente de otros, y tener acceso a sus recuerdos. Lo que te pide a cambio es que subas todos tus recuerdos para que otros puedan usarlos”, explica. “El título, The Collective, es también algo que me inspiró la novela. La música es un colectivo del que formar parte”, dice. Algo que hoy está domesticándose. “Si eres perezoso sólo vas a escuchar ciertas cosas. Es difícil explicar el concepto punk a los chavales de hoy. No va de cómo vistes, sino de no preocuparse por formar parte del statu quo”, dice. En ese sentido, valora el papel de Billie Eilish, que está ofreciendo a los más jóvenes “algo distinto”.
Kim Gordon podría ser una suerte de exploradora del abismo, un abismo sonoro que busca precisamente eso: romper con cualquier tipo de idea preconcebida, destruir la norma, todas las normas. “Sí, a veces, me digo que estamos haciéndole una intervención al mundo”, dice. Antes de colgar, habla de feminismo. ‘I’m A Man’, una de las canciones, trata “de todos esos hombres que creen que el feminismo les ha arruinado la vida”. “Bromeo con Nancy Reagan y la época en la que los hombres iban de protectores y salvadores, ¡se creían cowboys!”, dice, divertida. “Me encanta, porque no ha sido el feminismo el que les ha arruinado nada, ha sido el capitalismo, y no se dan cuenta. Es cómico. Si han perdido su papel porque se han convertido en consumidores, y es así como el capitalismo los necesita: insatisfechos, perdidos”.
The Collective
(Substock / Matador)
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