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Surge España y se viene abajo el mundo antiguo

El documental ‘España, la primera globalización’ es un desfile casi permanente de fanáticos del imperialismo español, al que se califica de “momentazo de la humanidad”

España la primera Globalizacion
Nacho Cano, de espaldas, durante el pase gráfico del musical 'Malinche', el pasado 13 de septiembre.Juan Barbosa (Europa Press / Getty Images)

El año pasado descubrí dos cosas. La primera es que los fans más excéntricos y graciosos de la cantante Taylor Swift se hacen llamar swifties. La siguen a todos lados y se reúnen expresamente para vestirse como ella y para quemar fotos de sus exnovios.

Lo segundo que descubrí es que el imperialismo español tiene sus propios swifties. Y no son muchos, pero usan tanto el sintagma “objetividad de la historia” que parecen legión.

El documental España, la primera globalización, estrenado en 2021, es un desfile casi permanente de swifties del imperialismo español. So pretexto de describir cómo el imperio español llegó a conectar todos los continentes, en el documental se califica al imperio español de “momentazo de la humanidad”; se lo considera como virtuoso porque su matriz —España— fue el más impuntual de los países europeos a la hora de institucionalizar la expulsión de los judíos; o se loa su apuesta por el mestizaje, ya fuera este obligatorio o no para los locales que los españoles se iban encontrando por el camino.

España, la primera globalización viene a colmar la cuota audiovisual de un movimiento político-cultural contra la llamada leyenda negra según la cual España es y siempre fue un país de inquisidores, racistas y colonizadores. El libro de María Elvira Roca, Imperiofobia, fue la primera expresión más o menos culta contra la leyenda negra. El musical de Nacho Cano, Malinche, es su manifestación kitsch. Y VOX es su cristalización partidista. España lleva siglos siendo difamada por la propaganda holandesa, latinoamericana, catalana e inglesa. Así que un montón de valientes acudieron a su rescate. Y, en un deslumbrante ejercicio de inteligencia colectiva, decidieron que para combatir eficazmente las acusaciones de inquisición, racismo y colonización contra España, esos corajudos swifties defenderían el imperio español, la más descarada expresión de inquisición, racismo y colonización de la historia de España.

La película viene a colmar la cuota audiovisual de un movimiento político-cultural contra la llamada leyenda negra según la cual España es y siempre fue un país de inquisidores, racistas y colonizadores

Bastante al principio del documental, un historiador dice que no se puede juzgar la historia desde el presente. Estoy de acuerdo. ¿Pero entonces por qué las virtudes que supuestamente habría tenido el imperio español sólo adquieren sentido vistas desde los valores actuales? La solitaria manera en que se puede decir —si es que se puede— que el Imperialismo español fue “un momentazo de la humanidad” por todo lo bueno que nos legó es retrospectivamente; sólo desde cierta toma contemporánea de conciencia contra el antisemitismo aparece como algún extraño mérito ser el país que más tardó en expulsar a los judíos; y únicamente desde la simpatía más o menos extendida en nuestros días por el pluralismo y la diversidad cultural es que el mestizaje iniciado hace 500 años adquiere crédito moral.

Los swifties del imperio español no disputan el pasado, sino la hegemonía cultural del presente. Así que no hace falta juzgar la historia de España para formular un juicio moral sobre estos fans graciosos y excéntricos. Y el mío es este: lo suyo es una canallada siniestra. La verdadera barbarie es que haya españoles que en 2023 reivindiquen el imperialismo español porque, bajo criterios actuales, parece un poco menos salvaje que otros imperialismos con los que competía. Es casi tanto como si a alguien se le ocurre reivindicar a Hitler porque, a diferencia de Stalin, era vegetariano. Es un argumento tan repugnante y tramposo que vuelve inaplicable la socorrida ley de Godwin.

Cuestiones historiográficas que deberían ser detalles políticos y éticos secundarios pasan a convertirse, en la batalla contra la leyenda negra, en el tema principal y en objeto de celebración financiados, al menos en parte, por instituciones públicas, como es el caso de España, la primera globalización.

Los swifties del imperialismo español suelen combinar dos ideologías. Por una parte, abrazan una suerte de utilitarismo según el cual hay que hacer un cálculo de costes y beneficios de las acciones. Y como lo que ha traído el Imperialismo español al mundo es, según la calculadora swiftie, un beneficio claro —como viene a sostener Marcelo Gullo cuando, en una entrevista a raíz de su reciente Lo que América le debe a España (2023), dice que Hispanoamérica le debe a España su “unidad y su alma”—, entonces toda la crueldad y toda la devastación de siglos ha valido la pena. Todo esto sería un disparate aunque la operación matemática fuera correcta (que no lo es). Pero lo más importante es que, bajo esa misma lógica macabra, los swifties del imperialismo español tendrían que desear que Estados Unidos —o China, según los gustos— invadiera mañana mismo España, arrasara con todo y en quinientos años observáramos el beneficio. El problema de creer que se puede y se debe imponer a sangre y fuego una civilización a los que tú consideras como atrasados es que siempre habrá alguien que creerá que tú eres el nuevo atrasado.

En un momento de España, la primera globalización, un filósofo dice que “surge España y se viene abajo el mundo antiguo, que no es cualquier cosa”. Se refiere a la llegada de Colón a América. Es un momento de confusión deliberada muy revelador. Porque si en 1492 surge algo, políticamente hablando y desde una perspectiva europea, no es España, sino América. ¿Y qué revela ese instante del documental? Una obsesión. España. España. España. El nacionalismo español más impresentable es la otra ideología que abrazan los swifties. El intento atroz de rehabilitar el imperialismo sólo puede ser entendido bajo el embrujo de la idea según la cual los míos siempre son mejores que los otros simplemente porque son los míos.

Los swifties del imperio español pretenden convencernos de que la negación del nacionalismo catalán o del mexicano es el nacionalismo español. Y no. Lo contrario del nacionalismo catalán, o del mexicano, es el antinacionalismo. También del español.

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