Antoni Miralda, fragmentos de un sueño
La exposición ‘Cowboy’s Dream’, dentro de PHotoEspaña, saca a la luz las fotografías realizadas por el artista multidisciplinar a lo largo de tres décadas, imágenes inéditas que reflejan el poderoso y rico imaginario del que se nutre la totalidad de su obra
Cuenta Antoni Miralda (Terrassa, Barcelona, 1942) que nunca quiso ser fotógrafo. Otras inquietudes ocupaban su quehacer. Sin embargo, siempre quiso mirar más allá. Observar lo que el ojo no alcanza a ver haciendo uso de una cámara y rebasar lo evidente con el único y pudoroso afán de ampliar su percepción de la realidad. De suerte que, desde el comienzo de su trayectoria, el autor fue acumulando las instantáneas que iba dejando atrás, en cajas y carpetas olvidadas entre el resto de documentos que componen su vasto archivo. Imágenes inéditas que reflejan el poderoso y rico imaginario del que se nutre la totalidad de la obra de este artista descrito como el más versátil, ingenioso y genial de la vanguardia española de las últimas cuatro décadas
Fue Ignasi Duarte, artista, realizador, comisario y colaborador de Miralda, quien, por azar, en 2021 dio con el acervo de más de 7.500 negativos en blanco y negro, y alguna que otra copia de época. De ese fondo proceden las 116 fotografías, tomadas desde 1961 a 1991, que componen Cowboy’s Dream, una exposición que se presenta como una de las propuestas más contundentes dentro de la programación de la nueva edición de PHotoEspaña. La muestra sumerge al espectador en un estimulante viaje de ida y vuelta entre Europa y Estados Unidos, concebido, mayoritariamente, en forma de friso (y acompañada también de vídeos). Una travesía donde, al igual que ocurre en los sueños, se desbrozan caminos inesperados. Son imágenes que “revelan el carácter fragmentario de nuestra percepción y posibilitan que al unir unas impresiones con otras confeccionemos un relato descabellado de nuestras hazañas, que algún incauto, como es costumbre, juzgará inverosímil”, escribe Duarte en la publicación que acompaña a la muestra.
Las fotografías de Miralda no dejan indiferente al espectador. Una tras otra, o secuenciadas mediante dos franjas, sin ningún tipo de enmarcación y sobre un fondo azul, atrapan al visitante; rezuman la vibrante energía de un instante compuesto por una infinidad de elementos. Son el resultado de una mirada directa que no se somete a ninguna servidumbre, capaz de descubrir lo que otros no somos capaces de ver. Una mirada intuitiva que se deja llevar por el distintivo dominio de la composición del autor que corta sin reparo los encuadres y juega hábilmente con las distintas capas que le ofrece la escenografía de la calle para salpicar sus abarrotadas composiciones. Así, los rostros de sus protagonistas desaparecen justo en el momento que deciden ponerse el sombrero, o tras el cordón policial que acota un espacio, mientras es capaz de revelar sutilmente ese instante de silencio que se cuela en la conversación que mantienen dos jóvenes junto a un televisor.
La afición por la fotografía se la inculcó su padre, aficionado al género del paisaje. Cuenta el autor que desde su primer viaje con cámara, un viaje de estudios que le llevó a distintos lugares de España en 1961, descartó las composiciones que le “salían de manera natural por considerarlas evidentes”. Comprendió que el mundo visto a través de la cámara “tomaba otra dimensión”. La fotografía se convirtió entonces en un ejercicio íntimo. “Era una manera de educar el ojo, o que el ojo me educara a mí”, pero también fue su modus vivendi una vez afincado en París, donde trabajó como fotógrafo para la revista Elle. Una tarea que provocó en él un cierto desencanto y le llevó a desechar definitivamente la idea de ser fotógrafo.
Durante aquellos primeros años de su trayectoria artística dará forma a Soldats Soldés (1965- 1973), serie que se presenta dentro de un espacio llamado Nightmare’s Chapelle (Capilla de las pesadillas) y que documenta las intervenciones públicas llevadas a cabo por Miralda haciendo uso de soldados de plástico blanco. Un alegato pacifista, o exorcismo personal que contribuyó en dar a conocer al autor dentro de la escena internacional, y donde la figura del soldadito se repite hasta el extremo de, en cierto modo, desactivar de su significado original. Se muestra junto a una selección de los dibujos, Cuaderno de Castillejos (1965) realizados por el artista en el campamento donde realizaba el servicio militar. “Supone un registro fundamental para comprender el origen de las temáticas- u obsesiones- que definirán su obra en los años por venir”, advierte Duarte.
En 1971, se traslada a Estados Unidos donde inicialmente se dedicará a viajar por Texas y el Medio Oeste antes de instalarse en Nueva York. “No sabía que podía consagrar mi carrera a la fotografía”, reconoce al artista. “No era consciente de que ese mundo fuera posible, ni de que mis fotos pudieran tener valor. ¡Yo no sabía quién era Robert Frank, a pesar de ser su vecino en Nueva York!”. Allí consolidará una obra centrada en el espacio, en la participación, en la comida y en los objetos de grandes dimensiones, temática que quedara expresada en las fotografías que realiza entonces. “Siempre me ha fascinado lo más, lo excesivo; las muchedumbres, la absurdidad de la acumulación, el disfraz, los monumentos”, reconoce Miralda, que en la actualidad reside entre Miami y Barcelona. “Fotografías como la del hot dog explican muy bien mi trabajo. Vemos el gesto de intercambiar un hot dog —este hot dog- gesto— , aparejado a un intercambio de dinero, al hambre, imagino. Quiero decir que es perfectamente una pieza mía, además de ser una fotografía hecha por mí”.
Así, Cowboy’s Dream se presenta como un flujo de imágenes que conforman la historia del autor, y sin pretenderlo, también, la historia de un tiempo. Un fluir de revelaciones, encuentros, y ensoñaciones donde está presente el ritual, las procesiones y las peregrinaciones, los mercados y los parkings. “Los espacios vacíos, o no vacíos; sitios públicos donde la gente duerme, llora, etcétera”, tal y como describe el propio autor. “Algunas imágenes pueden resultar extrañas, incluso sórdidas, pero ¿no es más sórdida la vida normal, ponerse un jean y beber cerveza en el bar de la esquina?”.
‘Cowboy’s Dream’. Antoni Miralda. Sala Goya. Círculo de Bellas Artes. Madrid. Hasta el 17 de septiembre.
‘Miralda. Cowboy’s Dream’. Ediciones La Bahía /La Fábrica. 181 páginas. 38 euros.
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