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‘La isla del aire’, cinco mujeres solas

Núria Espert encabeza con generosidad el elenco de la adaptación escénica de la novela de Alejandro Palomas, a cuyo potencial cede Mario Gas todo el peso de la función

La isla del aire
Vicky Peña y Nuria Espert en una escena de la obra 'La isla del aire', en el teatro Romea.DAVID RUANO
Oriol Puig Taulé

Núria Espert es historia viva de nuestro teatro. Desde aquel Romancero gitano dirigido por Lluís Pasqual en 2018 que no la veíamos encima de un escenario. Ahora vuelve a pisar las tablas del Romea, el teatro que la vio debutar con 13 años, donde protagoniza La isla del aire, de Alejandro Palomas. Asistir a un espectáculo de la Espert ya supone un acontecimiento en sí mismo, y la noche del estreno se podía notar en el ambiente el respeto y el cariño que le tiene el público. La edad es implacable para todos, y la actriz demuestra una gran generosidad y valentía volviéndose a subir a un escenario, y precisamente con un papel como el de Mencía. Ella es la matriarca de una familia de mujeres solas, locas, desesperadas o al borde de un ataque de nervios. Y todo por culpa de los hombres. Siempre los malditos hombres.

La isla del aire adapta a la escena la primera parte de la trilogía novelística El tiempo que nos une, de Alejandro Palomas. Mario Gas dirige una función para cinco actrices: acompañan a Espert cuatro intérpretes de la familia como son Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Miranda Gas y Candela Serrat. La isla es Menorca, pero tanto por la escenografía de Sebastià Brosa como por el vestuario de Antonio Belart parecería que nos encontramos en Irlanda o en cualquier país del norte de Europa. La dureza de la piedra y la frialdad de los tonos grises enmarcan una función austera, donde lo más importante son las palabras y lo que se esconde debajo de ellas. El texto es un melodrama familiar al uso de “secretos y mentiras”, y es precisamente lo más flojo de una propuesta que basa todo su potencial en sus cinco actrices. La Mencía de Núria Espert dialoga, en cierto modo, con El pare que protagonizó Josep Maria Pou hace unos meses en el mismo teatro Romea. La demencia (o la propia edad) permite ataques de honestidad brutal, y Espert sabe jugar muy bien a este juego. La fragilidad y vulnerabilidad del personaje se combinan con su despiadada sinceridad: cuando se alcanza la vejez olvidamos muchas de las normas sociales y perdemos todo filtro, incluso (o más todavía) con nuestros seres más queridos. La abuela y madre Mencía es cruel y cariñosa al mismo tiempo, puede herir con el comentario más malintencionado y, a continuación, ofrecer su regazo a su nieta preferida.

La fragilidad del personaje se combina con su despiadada sinceridad: con la vejez se olvidan muchas normas sociales

“Esta noche he soñado con Elena…”. Así empieza una función donde lo más importante es la ausencia, la joven que un día se fue a la mar y nunca más regresó. Vicky Peña es Lía, la mujer que ha sufrido el dolor más grande que puede padecer una madre, la pérdida de una hija. Ella bascula entre generaciones, cuidando a las dos que le quedan y a su propia madre, que con la vejez se ha convertido en una hija más, la más pequeña, la que precisa de más cuidados. De la vejez a la primera infancia solo hay un paso. Miranda Gas es Bea, pegada al ordenador portátil como a una tabla de salvación (“Escribo para que alguien me escuche”) y la más cercana a la abuela Mencía. La relación entre ellas dos es la más bonita de toda la función, y su “juego de los secretos”, el que promete las emociones más fuertes de la velada. Teresa Vallicrosa interpreta a Flavia, la hija a quien le ha tocado el papel de cuidadora oficial, amargada por su madre tanto en el pasado como en el presente. Es una pena que tenga tan poca tela que cortar, porque la Vallicrosa es una grande y aquí queda muy desaprovechada. Candela Serrat cierra esta familia de mujeres como Inés, un personaje muy esquemático sobre el papel, que se presenta con un drama personal que a nadie le parece importar demasiado. La solución que plantea Alejandro Palomas a sus personajes parece resumirse en la terrible frase: “Apechuga, como hemos hecho todas”. No hay esperanza para esta familia de mujeres solas, tristes y al borde del precipicio.

Lo que el espectador se lleva a casa de esta función es, sin lugar a duda, el gran trabajo y la enorme generosidad de Núria Espert. El abrigo de visón de muchas matriarcas puede esconder un pañal manchado de orina, y Mencía se ríe como una niña de su propia circunstancia vital. Demostrándonos que, con la vejez, llegamos a un estado de paz mental y vivimos en el momento como una criatura pequeña. Estas cinco mujeres pueden estar heridas o rotas, pero están vivas. Celebremos, pues, la vida de Núria Espert y de todas ellas.

‘La isla del aire’. Texto: Alejandro Palomas. Dirección: Mario Gas. Teatro Romea Barcelona. Hasta el 14 de mayo.

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Sobre la firma

Oriol Puig Taulé
Oriol Puig Taulé (Sabadell, 1980) es crítico y cronista de artes escénicas. Es licenciado en Historia del Arte y tiene un Máster en Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Coordina la sección de teatro y danza del digital cultural 'Núvol', y lo encontraréis en los escenarios más insospechados

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