Caroline Polachek, atrapados en su red
La cantante estadounidense, artífice de un pop voluble, abstracto y desafiante, edita su esperado segundo álbum en solitario convertida en lo más parecido a Kate Bush que haya dado nuestra época
El pasado 31 de enero, la estadounidense Caroline Polachek (Nueva York, 1985) colgaba un vídeo en Twitter en el que se la veía y escuchaba recitar con suave cadencia los títulos de los 11 temas que componen su segundo álbum, Desire, I Want to Turn Into You (Perpetual Novice). Al día siguiente, la británica Charli XCX, con quien Polachek ha colaborado en el pasado y a quienes une una estrecha amistad —a pesar de que Charli suena a fiesta de estilistas de revista de moda en Magaluf, y Polachek, a sufragistas de despedida de soltera en el Zúrich del Cabaret Voltaire—, le respondía en esa misma red social: “Caroline, te quiero por estas cosas. Tú tienes una canción que se llama Crude Drawing of an Angel (”Boceto de un ángel”) y yo otra que se llama Boys.
“Desire, I Want To Turn Into You”, out on Valentine’s Day pic.twitter.com/75fdrEwc35
— Caroline Polachek (@carolineplz) January 31, 2023
En esta interacción se resume con bastante precisión la naturaleza de la nueva obra de Polachek, que sin abandonar la senda iniciada en Pang hace cuatro años, que la situaba como la única verdadera heredera de Kate Bush —no tanto por mimetizar a la inglesa como por poseer un discurso de similar idiosincrasia—, añade a toda esa carga poética, figurativa y a veces abstrusa de su obra un elemento novedoso y sorprendente: el sentido del humor.
Al otro lado de la pantalla, la neoyorquina intenta explicar el complicado proceso por el que su nuevo disco, lanzado esta semana, contiene la que la revista Pitchfork eligió como mejor canción de 2021, la ya lejana Bunny is a Rider. “Ha sido un camino complicado. Tuve que dejar Londres por problemas con mi visado y entonces vi que en Barcelona, tras la pandemia, las cosas volvían a abrir. Recordé que Arca [la artista experimental venezolana] me había recomendado un estudio allí que era muy bueno. Y fui allí dos semanas. La ciudad me dio esa luz que tiene, que hace que parezca que el tiempo ha quedado sostenido. Pero también bares abiertos, artistas y esas fiestas en las que la música va a muchos bpm y acaban muy tarde”, recuerda al respecto del tiempo en el que este disco empezó a tomar forma.
“Siento que mi trabajo nunca es hacer un dibujo del mundo, sino solo de mi mundo”, interviene con el fin de aclarar que, aunque el proceso haya sido largo y transoceánico, la idea no ha sido jamás salir del cuerpo y el alma de la propia artista. “Son sentimientos. Es sensualidad, que es el antídoto a la lógica, a convertirse en un número, a ser encasillado. Es algo mágico que está con nosotros todo el tiempo y nos mantiene vivos. Este disco se basa en la sensualidad y depende de ella para existir. Yo diseño montañas rusas, eso es mi música. Esa montaña rusa y su recorrido están en mi cabeza. Hasta que no se termina ese viaje, la canción no está, nada está”.
“Jamás llegaré a ser una estrella como Dua Lipa, porque me niego a dejar la consola de control. Yo lo superviso todo”
En esta atracción que es su nuevo disco hay calipso, tropicalismo, pop abstracto, ritmos marciales y aires medievales. Pero sobre todo hay volcanes y estalactitas, arenas movedizas y un fascinante ejercicio de conversión del globalismo en casi geologismo. Este álbum es un signo de tierra. Pero vuela. A veces, inmediatamente gratificante. Otras, un reto. “¿En serio, un reto? Creo más en desafiar desde el escenario que desde las canciones. Por ejemplo, sobre el escenario no sonrío, porque me fastidia que a las mujeres se nos pida siempre que lo hagamos. Y a veces hago pausas eternas entre canciones, algo bastante incómodo. Ya no me interesa tanto dar una imagen recargada; ahora el reto es dar poco. Siento que la ropa crea un muro. Que lo que hace el cuerpo de la mujer erótico es justo lo que lo hace menos humano, y yo estoy más interesada en ser humana”, sentencia Polachek, hija de un reputado académico neoyorquino experto en estudios asiáticos que siempre pensó que las ambiciones artísticas de su hija eran algo mundanas de más. “De adolescente estaba en cinco coros y en dos bandas de metal. Estaba obsesionada con Deftones hasta que descubrí a Sigur Rós”, recuerda. “Ser adolescente es ser un animal en cautiverio”.
Polachek irrumpió en el mundo del pop en 2007 liderando la banda Chairlift. Al año siguiente, su canción Bruises fue escogida por Apple como sintonía de un anuncio de una de las últimas versiones del iPod. Una década después, la banda se disolvía. Por entonces, la neoyorquina ya había amagado con una carrera en solitario bajo el alias de Ramona Lisa, mientras firmaba un tema para Beyoncé (No Angel, en 2013). Dos años más tarde, lanzaba Pang, el álbum que la catapultaría al éxito, mientras colaboraba con Christine and the Queens o Charli XCX (New Shapes).
Tras la pandemia, Dua Lipa la llamó para que fuera telonera en algunas fechas de su gira mundial, que tuvo que abandonar en septiembre del año pasado tras romperse un tobillo. “Nadie te avisa de que en un gran recinto el sonido te vuelve como dos segundos más tarde, y como yo soy una cantante que canta bajito y tiene el micro muy alto, el retorno que me llegaba era terrible. Luego, claro, te acostumbras y al cabo de unas semanas ni yo ni mi banda éramos conscientes de ello. Luego está lo de llenar esos enormes escenarios. ¿La clave? Hacer cardio. Hay que estar en forma, ser una atleta”.
Pasar de actuar en clubes de capacidad media a recintos para más de 20.000 personas le ayudó a subirse al escenario en festivales como Primavera Sound o Coachella. Pero de aquel tiempo con Dua Lipa también comprendió que era poco probable que ella se convirtiera en una estrella del pop como la británica de origen kosovar. “Para alcanzar eso hay que trabajar rápido y hacer mucho. Debes expandir tu equipo. Admiro de Dua Lipa que es muy buena comunicadora y una gran líder. Es genial creando un ambiente positivo en el que todo el mundo se sienta bien. Sabe compartir su visión”, afirma Polachek. “Pero yo soy una nerd, una nerd total. Hay partes de lo que hago que jamás podré delegar en nadie, por eso mi trabajo tarda mucho en acabarse y pide mucho de mí. Por eso jamás llegaré a ese nivel de estrella del pop, porque me niego a dejar la consola de control”, opina la cantante. “Debo editar mis vídeos y mis fotos y supervisar las remezclas y participar en las portadas. No es que tenga miedo de ceder espacio, es que me gusta hacer todo eso y no me lo quiero perder. Me da felicidad. Nunca sacrificaría estar detrás de la cámara para pasar más tiempo delante de ella”.
Desire, I Want to Turn Into You. Caroline Polachek. Perpetual Novice
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