LIBROS | CRÍTICA DE 'LA LENTITUD DE LOS CREPÚSCULOS'

‘La lentitud de los crepúsculos’, eros, la duración y la memoria

El último libro de Jenaro Talens vuelve a mostrar su poesía depurada, meditativa, con pasadizos a la propia biografía, que descansa en un subjetivismo intenso

20 ago 2022 - 05:30CEST

La trayectoria de Jenaro Talens (Tarifa, 1946), poliédrica y siempre rigurosa (ensayista sobre literatura y sobre cine, profesor universitario, traductor inagotable, poeta), ha tenido en la poesía, desde el principio, su centro de gravedad. Una suerte de río subterráneo que ha salido a la superficie en más de 20 ocasiones y que ha evolucionado, a lo largo de cuatro décadas, desde el experimentalismo y la metapoesía que, a finales de los sesenta, lo situó en una zona periférica del culturalismo novísimo y en la que destaca un libro como El vuelo excede el ala (1973), a una poesía depurada, meditativa, con pasadizos a la propia biografía, que descansa en un subjetivismo (“subjetivación” lo denominó Deleuze) intenso, condicionado por el contexto y por la indagación verbal y la contención reflexiva, tal y como podemos observar en su último libro, La lentitud de los crepúsculos.

Lo real y sus incongruencias, la memoria y su trastienda de emociones, el amor por encima de la edad y sus demoras y urgencias (“hoy, que me asomo a la vejez”), el tiempo, concebido, en sintonía con Peter Handke, como “duración” (“¿Cómo fingir los avatares de la duración”?), las viejas amistades y la huella que dejaron en las fotografías, conforman el universo del libro. La mayoría de los poemas se adentran en la experiencia amorosa, con afiladas instantáneas en las que lo erótico se entrevera de pensamiento y gratitud, de serenidad y fascinación aunque de cuando en cuando asomen el temor y la sombra. Es en ese territorio en el que Talens se mueve en el último apartado del libro; en él despliega todo un acarreo de evocaciones de una juventud marcada por el deporte, y de otro, una serena meditación sobre los límites de la vida. El recuerdo se acompaña, gráficamente, de viejas fotografías, una parte de ellas colectivas, de jóvenes atletas (Talens entre ellos: fue velocista de la selección de atletismo), de instantáneas captadas en los años sesenta, con rostros conocidos formando parte de una suerte de sueño compartido que la poesía prolonga y aviva, incluso en la frontera de la vejez. En esos poemas, la palabra se hace más directa, se tiñe de melancolía y adquiere tonos de despedida, de búsqueda serena de una verdad existencial que dé sentido a lo vivido. Poesía madura, sabia, equilibrada y envolvente.