Qué cantan los poetas (y activistas) de ahora
Comprometida con las causas de género, raciales y climáticas, una joven generación de poetas renueva el oficio en todo el mundo
Poetas versátiles. Poetas activistas de su condición de trans, fluidos, no binarios, feministas, racializados, siempre reivindicativos de su identidad. La nueva generación de poetas ha aprendido a defender su tiempo y su espacio en todos los canales disponibles y a años luz de esos cauces que fueron habituales para sus predecesores. Raramente les importa la prensa, e incluso la edición, porque desde las redes alcanzan públicos masivos y una onda expansiva inmediata con la que jamás soñaron Miguel Hernández o Antonio Machado. El bum de la poesía joven es internacional.
La canadiense Rupi Kaur, nacida en Punjab (India) hace 29 años, es una de las grandes exponentes de esta generación cosida por los hilos virtuales de la Red y la globalidad de los problemas. Actriz, fotógrafa, dibujante y poeta, aborda los abusos, la feminidad, el trauma o la migración, y en español puede leerse en Seix Barral El sol y sus flores, Otras maneras de usar la boca y el más reciente, Todo lo que necesito existe ya en mí, en el que ahonda en sus problemas mentales y la lucha contra la depresión. “La poesía de Rupi es un soplo de aire fresco”, asegura Elvira Sastre, su traductora al español y ella misma poeta de igual generación. “Es cruda, reivindicativa, generosa y amigable. Está cambiando el mundo desde la palabra y será una mujer inolvidable”.
Además de Amanda Gorman, acaso la reina de este fenómeno, en el nuevo escenario internacional también ha cobrado fuerza el activista trans Kai Isaiah Jamal, de 26 años, que se define en sus perfiles como “poeta, asesor y activista de la visibilidad, y modelo” (ha protagonizado campañas para Louis Vuitton y Calvin Klein). “I’m going to run, not just now but always / I don’t know where to, but I do know what from” (Salgo a correr, no solo ahora, sino siempre. No sé hacia dónde, pero sí de dónde), clama esta joven estrella británica de la poesía en uno de sus vídeos en YouTube. “La mayoría de los días llamo a este cuerpo mío de una de estas formas: un argumento, una conversación o silencio. Algunos días son las tres”.
Desde el Reino Unido llega también la voz de Warsan Shire, de 33 años, somalí nacida en Kenia cuya fama ha llevado sus versos a manifestaciones y pancartas como la que adornó el barco Aquarius: “Nadie pone a su hijo en un barco salvo que el agua sea más segura que la tierra”. Beyoncé ha cantado sus poemas en el disco Lemonade. Y Kae Tempest, de 35 años, que emprendió la huida del binarismo adoptando el nombre they (ellos), lejos de lo masculino y lo femenino. Artista de hip hop y del spoken word, en España ha publicado el ensayo Conexión (Sexto Piso). En francés nos llega la voz de Cécile Coulon, poeta y novelista de 31 años; de Simon Johannin (de 29 años) o de la belga de origen congoleño Lous and the Yakuza (de 26 años), también cantante y modelo, además de traductora de Gorman. Desde Sudáfrica, Koleka Putuma (de 29 años), poeta queer y autora de Amnesia colectiva (Flores Raras).
En España aparecen preocupaciones comunes como la poetización del cuerpo, la identidad de género y la memoria histórica
En España crecen también los exponentes de esta nueva generación, muchos de ellos reunidos en la antología Millennials. Nueve poetas (Alba Editorial), que ha coordinado Gonzalo Torné, además de los ya muy consolidados como Marwan, Defreds o la propia Elvira Sastre. “Estos poetas emplean técnicas como el verso libre, las citas ocultas, el verso quebrado o la prosa narrada como lo que son: recursos antiguos para hacer cosas nuevas, herramientas y no fines en sí mismos. No los usan polémicamente para distinguirse de otros, y eso es lo que les vuelve tan interesantes”, asegura Torné, que ha reunido a nombres como Unai Velasco (1986), Ángela Segovia (1987), David Leo García (1988), Berta García Faet (1988), Vicente Monroy (1989), Luna Miguel (1990), Alba Flores Robla (1992), Xaime Martínez (1993) y Óscar García Sierra (1994), revelación de la temporada con su novela Facendera (Anagrama).
¿Existe en ellos un nuevo activismo, banderas nuevas para un mundo que no les ha dejado espacio? “La poesía está unida al mundo por una membrana, sirve para escucharlo, recrearlo, impugnarlo. Así que tiene sentido que las preocupaciones del momento se filtren en la poesía del momento. También Miguel Hernández y Luis Cernuda escribieron sobre la Guerra Civil, al poeta no le queda otra si no quiere ser un pasmarote ensimismado. Lo importante aquí es la calidad del filtro, cómo se filtra todo eso, el grado de complejidad y de precisión que maneja cada quien”. Elvira Sastre prefiere alejarse del concepto de generación cuando el movimiento está aún vivo. Pero sí se apunta a la idea de la poesía como militancia: “Creo que la palabra es activismo. Lo que decimos con ellas, cómo las juntamos y creamos nuevos conceptos e ideas: la expresión es pura reivindicación. Y la poesía lo genera desde la emoción”, asegura la autora. “Yo escribo para reivindicarme desde dentro, para conocerme, para desahogarme, para cambiar algo en el otro, para entender el mundo”.
El escritor y crítico literario Luis Bagué Quílez, especialista en este género, cree que “la poesía es una forma de activismo como el activismo es una forma de poesía”. Algunos temas que antes no formaban parte del “inventario de la escritura social han adquirido preeminencia”, y señala, por ejemplo, la reivindicación ecologista, la precariedad laboral, la perspectiva de género o la lucha contra los patrones del heteropatriarcado. “Hay preocupaciones comunes como la poetización del cuerpo. Y de todas las cuestiones, la identidad de género es la más significativa”, dice Bagué. “Hay un intento por impugnar patrones heteropatriarcales y denunciar el rol subalterno que las mujeres han tenido en el canon literario. La sensibilidad colectiva al respecto sí ha mutado”. Bagué cita Herederas, de María Sánchez-Saorín. Y menciona en España otro asunto presente entre los poetas jóvenes, aunque pudiera parecer arqueológico: la memoria histórica. “Cerezas sobre la muerte, de Mario Obrero, que utiliza las distintas lenguas peninsulares para elaborar un poderoso réquiem por las víctimas de la Guerra Civil”. Por su parte, Torné no ve un activismo explícito, aunque sí “espacios imaginativos donde madurar el gusto y la inteligencia. Y esa es una manera de activismo discreto: madurarnos. A todos nos gusta vivir, hablar y escuchar a personas maduras”.
Al igual que Sastre, Bagué también cree que falta perspectiva para hablar de generación o para elaborar un retrato robot porque, a pesar de esa corriente de temáticas actuales, las “estrategias expresivas son muy distintas”. “Desde la democracia siempre ha existido una línea de compromiso, de la otra sentimentalidad a Jorge Riechmann, de Fernando Beltrán a Roger Wolfe, de Mercedes Cebrián a Pablo García Casado o Manuel Vilas. Cambia el continente, pero en lo esencial se mantiene el contenido”.
Luis García Montero sostiene en Prometeo que “pensar de una manera honesta la propia vida” es la tarea de la poesía. Y que “la verdad es el mejor secreto de la poesía”. A partir de esa reflexión, que hoy los nuevos poetas se propulsen en la Red es solo el aprovechamiento de unos canales que antes no existían y que no cambian el contenido. “Se organizan distinto, tienen más pronto acceso a muchos textos y se alían antes. Se leen y se discuten a una edad en la que los de mi generación buscábamos desesperadamente un colega. Y, como decía Vanessa Bell, un grupo literario mucho antes que obras genera conversación. La conversación da confianza, elabora la visión crítica sobre su propio trabajo. Creo que por eso parecen tan seguros”, concluye Torné. Bagué añade que lo que hace 15 años pudo ser revolucionario (la Red) hoy es consuetudinario. Y Elvira Sastre remata: “Son un difusor de lo que escribo: nada más”.
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