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Cita con Javier Reverte en Isfahán y en la Feria del Libro de Madrid

‘La frontera invisible’, libro póstumo, es un emocionante reencuentro con un autor inolvidable. Los viajes, razón de ser de su vida y su literatura, protagonizan la cita del parque del Retiro

Javier Reverte
El escritor y viajero Javier Reverte.
Jacinto Antón

“Contradiciendo el espíritu del viajero, creo que hay lugares de los que uno no debería marcharse nunca, como la plaza de Isfahán”. Esto escribe el añorado Javier Reverte (1944-2020) en su libro póstumo La frontera invisible, crónica casi testamentaria de su último viaje, en 2019, que consagró a Oriente Próximo, de Estambul y el Bósforo a Dubái atravesando Turquía e Irán y cruzando el estrecho de Ormuz. Y es tentador (y un consuelo) imaginar al escritor allí, en la ciudad persa de todos los azules, cumpliendo el sueño de visitarla y sintiéndose plenamente feliz en compañía de Pierre Loti, de Nicolas Bouvier y de Annemarie Schwarzenbach (le perdonamos que la califique de “neurótica”).

En Isfahán nos espera Javier Reverte a todos sus lectores, con esa prosa inconfundible en la que se alternan la voz socarrona y hasta gamberra del viajero curtido, el viejo amigo de tantos caminos compartidos, y las hermosas palabras de quien es todavía capaz de sorprenderse y entusiasmarse ante la belleza, la maravilla y el misterio del mundo: “La plaza de Isfahán perturba tus sentidos, sobre todo a la caída de la tarde, cuando la realidad de lo imposible se convierte en cúpulas cautivas, deseosas de volar hacia el paraíso, y se refugia en los arabescos que adornan los mosaicos de los templos”.

Puro Javier Reverte, La frontera invisible es un compendio final de su manera de viajar y describir lugares y gentes. Los excursos históricos (Alejandro Magno, el Imperio bizantino, Tamerlán, el Irán del Sha y el de Jomeini), de viajero muy leído, que son la marca de la casa, se mezclan muy amenamente con el discurrir habitual del viaje, sus alegrías, sus sorpresas y sus miserias (la necesidad urgente de parar en un lavabo, el regateo con un taxista, los problemas en un control de policía). El libro, con esa fórmula mixta infalible acreditada desde El sueño de África (1996) y que incluye un abundante surtido de referencias bibliográficas, nos pone ya desde el principio en territorio Reverte. Un Reverte al que percibimos, con la tristeza de saber lo que vendría, mayor y más frágil, aunque él, genio y figura, le quita hierro a esa evidente vulnerabilidad bromeando con la cantidad de medicinas que ha de llevar o con sus problemas con el calor o la micción. Parafraseando al Pompeyo de Plutarco, para Javier vivir no es necesario, viajar sí.

Tocado por un inevitable tono crepuscular, el viaje arranca con un entusiasmo: el de ir a Oriente Próximo en busca de los imprecisos límites entre Oriente y Occidente, una excusa como otra cualquiera, pues Reverte desgrana en seguida su ideario: “Yo sólo recorro el mundo para sentirme libre, observar a los extraños, aprender de sus libros, escuchar sus palabras, olfatear el entorno y luego contarlo, y no para construir sesudas hipótesis” o “se viaja para sentir, comprender a los otros y encontrarse a uno mismo; a menudo no se consigue nada de eso, pero siempre es honesto hablar de tus fracasos”.

En el recorrido, que incluye las 56 horas del TranAsia de Ankara a Teherán, las 446 kilómetros de autobús hasta Isfahán, y visitar Shiraz, la ciudad de las rosas y los versos, el día del poeta Hafez, historias como la del experto en empalamientos de Tamerlán, “que conseguía que la estaca, tras penetrar por el ano acabase saliendo por la misma lengua”, o la del taxista que fue piloto de helicópteros en la guerra con Irak y recibió cinco heridas. Y consejos como confiar en el instinto y disfrutar la soledad del viajero, “esos instantes de placer que produce llegar a un sitio donde no conoces a nadie, del que ignoras su geografía y en donde no entiendes el idioma”.

Momento inolvidable del viaje es la visita a Persépolis, otro hito en el que estalla la vena más lírica de Reverte: “Entre las ruinas, airosas columnas desmochadas trepaban rumbo al cielo. Ya era magnífica Persépolis en la distancia”. Pero lo más conmovedor llega hacia las últimas páginas, cuando el escritor, esperando el ferri a Dubái en Bandar-e-Lengeh, cansado, compara el lugar con los más sórdidos y solitarios que ha visitado en su vida, que enumera, y anota: “No era grato ni triste mi sentimiento. Parecía sencillamente que vislumbraba el final del camino, el último tramo de mi vida”. Recorrer el libro postrero de Javier Reverte es una despedida, pero siempre nos quedará Isfahán.

‘La frontera invisible’. Javier Reverte. Plaza & Janés, 2022. 320 páginas. 21,75 euros.

Hojear el mundo

De viaje. La 81ª edición de la Feria del Libro de Madrid no tiene país invitado sino tema: el viaje. Por eso ha elegido como lema “Hojear el mundo”. Este año vuelve al parque del Retiro (hasta el 12 de junio) después de la suspensión de 2020 y la celebración con restricciones en septiembre de 2021. Hay 276 editoriales y 107 librerías. El cartel es obra de Isaac Sánchez.

Homenajes. La feria madrileña mantiene las firmas como principal reclamo, pero este año celebrará también sesiones especiales para recordar el centenario de José Saramago, los 50 años de la editorial Akal —un referente del ensayo más riguroso y contestatario— y a fallecidos como la escritora Almudena Grandes, el crítico Javier Goñi y el editor italiano Roberto Calasso, que tanto influyó desde Adelphi en su colegas españoles.

América Latina. Como en su día Barcelona, Madrid se está convirtiendo en lugar de residencia de autores hispanoamericanos de todas las generaciones. Por diversos coloquios y talleres de la feria pasarán madrileños de adopción como Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Martín Caparrós, Brenda Navarro, Jorge Volpi, María Fernanda Ampuero o Patricio Pron. 

Debates. Los límites de la autoficción (con Milena Busquets) o las relaciones entre cine y literatura (con Gabriela Ybarra y Ángeles González-Sinde) son algunos de los platos fuertes de esta edición.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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