‘Amigo’ o el talento de perdonar

La narradora y poeta Ana Merino logra que su segunda novela sobreviva a la dificultad de ensamblar las tres tramas que la componen

Varias cartas en la Casa-Museo de Federico García Lorca. / CHARO VALENZUELA

02 abr 2022 - 05:30CEST

Ana Merino (Madrid, 1971) entró en el mundo de la novela con El mapa de los afectos, uno de los mejores Premios Nadal de los últimos tiempos y su personal mirada al atlas humano: violento, interdependiente y sentimental. Catedrática y fundadora del MFA de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa, es autora de obras teatrales y nueve poemarios, entre los que destacan Los días gemelos (1997) o Los buenos propósitos (2015). Su llegada al mundo de la poesía fue brillante ganando con Preparativos para un viaje en 1994 el prestigioso Premio Adonáis. Colabora en prensa y es miembro del Comité Ejecutivo del International Comic Arts Forum (ICAF), del Directivo del Center for Cartoon Studies (CCS) y del Iowa City Unesco City of Literature.

Con Amigo, Ana Merino se introduce en el laberinto de las novelas que tienen varias cabezas y quién sabe si corazones. Dichas propuestas suelen ser, en demasiados casos, calamitosas al fracasar ensamblaje y equilibrio interno de las tramas, quedando unas como excusas de otras. No es el caso de Amigo. El talento y la calidad de página de Merino consigue que la novela sobreviva bastante entera a su tricefalia —novela de campus, investigación metaliteraria y trama de ficción— e incluso a un, a ratos, exceso de pasos perdidos.

La protagonista de la novela es una poeta mexicana, Inés Sánchez Cruz, que trabaja como profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Milwaukee, Estados Unidos. La autora describe una serie de problemas con un colega español, Agapito Lusoz, entrañable amigo en Madrid, escritor de éxito a la espera de la gran novela en perpetua preparación y compañero tóxico y colega arribista en Milwaukee. El cómo Merino sabe, entiende y nos explica el vacío y la decepción de Inés, víctima de bullying, así como las sutiles maneras del abusador pasivo-agresivo, es una de las virtudes de Amigo. No es nada sencillo encontrar el tono, el trazo y el pulso justo para dibujar heridas y desencantos, el desamparo dentro de una amistad que nunca es declarada rota por el mal amigo. Pero sin embargo, la autora parece dudar y no considerar suficiente esos logros —una amistad que se oscurece hacia la crueldad y el maltrato— y opta por rematar el libro con una solución novelesca que resta mucho de la verdad literaria de Amigo.

Otra de las tramas de Amigo es el fascinante descubrimiento de la propia autora de cartas de Federico García Lorca y otros escritos, al tener acceso al archivo familiar de uno de sus mejores amigos, Joaquín Amigo, asesinado por el Frente Popular, nueve días después de Lorca. Su cadáver tampoco pudo encontrarse. Dos amigos frente a frente en el espejo de la barbarie de los dos bandos. La información y la contextualización de todo ese material es servido por Merino sin que se noten las bisagras, otra de las bondades de su escritura.

La tercera de las novelas, ficción, nos presenta a personajes secundarios, situaciones amables en el Madrid al que regresa la poeta mexicana, hospedada de nuevo en la Residencia de Estudiantes. Esta tercera novela nos permite ahondar más en el personaje protagonista. En su manera de tratar de sentirse viva y deseada, en su propia órbita, liberada del envase al vacío de los desafectos, en el momento en que entiende qué pasa y tiene el talento de saber perdonar. No encuentra lo que necesita donde creía que estaba, hallándolo al bajar la guardia, limpiar las heridas y seguir adelante, confiada ante los nuevos extraños que se irá encontrando en la vida mientras exorciza con el olvido a los falsos amigos.