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Disparos, cortes, cirugías: los artistas radicales que hicieron de su cuerpo un campo de batalla

Antes que Wynnie Mynerva, que ha causado sensación en Arco con un vídeo en el que se cose la vagina, otros creadores usaron su propio físico como medio para expresar sus ideas

Orlan bajo el objetivo de la Polaroid de Fabrice Lévêque en 1997.
Orlan bajo el objetivo de la Polaroid de Fabrice Lévêque en 1997.
Silvia Hernando

Desde que, a partir de los sesenta, el body art hiciera del cuerpo el medio artístico definitivo, no son pocos los creadores que han trabajado con su físico para convertirlo en un soporte moldeable y permeable a las transformaciones. Incluso las causadas por la violencia. Una herramienta para experimentar de manera radical sobre los límites del dolor y del placer y plantear nuevos debates sobre ese lugar incierto donde reside la identidad.

La artista de género no binario peruana Wynnie Mynerva ha causado sensación en Arco con un vídeo en el que documenta la operación a la que se sometió para coser su vagina. El proceso consiste en una especie de reasignación de sexo con la que huir del dictado de los cánones que definen lo femenino y, también, lo masculino. Su grito de protesta, que es también un ejercicio de libertad sobre su propia persona, recoge el testigo de otros artistas radicales que, antes que ella, hicieron del cuerpo un campo de batalla artística.

DVD1095. ARCO. Obra de la artista peruana Wynnie Mynerva a Arco. Alvaro García. 23/02/2022
DVD1095. ARCO. Obra de la artista peruana Wynnie Mynerva a Arco. Alvaro García. 23/02/2022Álvaro García

Chris Burden: Fallecido en 2015, el estadounidense es uno de los grandes referentes del arte de la performance. En su obra más conocida, Disparo (1971), documentada en un vídeo, Burden se colocó delante de la pared de una galería, quieto, como si él mismo fuera una escultura. Entonces, un amigo le disparó con un rifle. La bala le alcanzó en el brazo, pero podría haber sido peor. En aquella época, como explicó años después en una entrevista con The New York Times, el artista veía todo el tiempo en la televisión “cómo disparaban a muchos chavales de mi edad”. Eran los años de la Guerra de Vietnam y las imágenes cargadas de violencia se habían convertido en un elemento más de la cotidianidad, un ruido de fondo que, de tanto zumbar, se había vuelto imperceptible. Con su Disparo, Burden quiso poner en evidencia el papel cómplice que todos jugamos como testigos mudos de situaciones que no deberíamos permitir.

'Disparo', de Chris Burden.
'Disparo', de Chris Burden.

Gina Pane: La artista francesa, que realizó sus obras más conocidas en la década de los setenta (falleció en 1990), hizo arte con su cuerpo para poner de relevancia algunas de sus dualidades: la distancia entre la existencia física y la psicológica, el individuo y la sociedad, la vida y la muerte, la presencia en el momento y el recuerdo que permanece. Su visión, íntimamente conectada con los postulados del feminismo, era holística e interseccional. Al cortarse el vientre con rajas en forma de cruz, recreaba imágenes de la reproducción, ligada a la sangre de la menstruación, y aludía al componente religioso instalado en la idea de la concepción. Al ascender sobre unos escalones cubiertos de púas, expresaba su rechazo a la Guerra de Vietnam. Y al apelar al dolor a través del fuego, invocaba rituales ancestrales a través de los que las personas han intentado a lo largo del tiempo ponerse en contacto con los espíritus.

Marina Abramovic: Es, probablemente, la artista más conocida por la brutalidad que ha infligido contra sí misma. En una de sus primeras performances, Ritmo 0, celebrada en 1979, Abramovic planteó un experimento sociológico con el que arrojar luz sobre la indefensión a la que todos estamos sometidos como seres sociales. En una sala colocó toda suerte de objetos, algunos inofensivos, como una boa de plumas, y otros tan peligrosos como una pistola cargada, para que los espectadores allí presentes hicieran lo que consideraran con ellos. Ella se comprometía a no resistirse, y cumplió. La velada, seis horas de sumisión ante lo impredecible, terminó con Abramovic desnuda y cubierta de sangre. Aunque, como ella misma reconoció, había llegado a hacer las paces con la idea de morir. Desde entonces muchas de sus performances han incluido cortes, golpes y todo tipo de violencia contra su propio cuerpo. No se trata de masoquismo. Al contrario: para Abramovic, la conquista del dolor supone su mayor canto a la vida.

Orlan: A principios de los noventa, esta performer francesa se sometió a nueve operaciones de cirugía estética con las que transformó radicalmente su rostro. El proyecto, titulado La reencarnación de saint Orlan, se prolongó durante varios años, durante los cuales la artista fue reconstruyendo sus facciones con algunos atributos tomados de obras clave de la historia de la pintura y la escultura, desde la Venus de Botticelli a la Gioconda. Su objetivo era denunciar la presión a la que se ven sometidas las mujeres por unos cánones de belleza que muchas veces llegan impuestos desde el arte. Ella denominó su estilo como Arte carnal. Esas intervenciones, donde el quirófano adquiría las cualidades de un teatro barroco, fueron retransmitidas varias veces en directo. Genesis Breyer P-Orridge, música y artista polifacética, también transformó su cuerpo con intenciones artísticas y trascendentales. En su caso, quería parecerse a su mujer, que también se operó. Su sueño común consistía en fusionarse en un mismo ser “pandrógino”.

'Performance' de 'Matar al artista', de Abel Azcona, en el Festival Eñe.
'Performance' de 'Matar al artista', de Abel Azcona, en el Festival Eñe.Uly Martín

Abel Azcona: La historia personal del navarro ha resultado fundamental para definir su práctica extrema. Hijo de una prostituta toxicómana que lo abandonó, el artista ha reivindicado que le gustaría haber ejercido su derecho de no haber vivido. En 2013, se encerró en una sala de seis metros cuadrados de una galería madrileña. El objetivo de aquel proyecto, Dark Room, era emular las condiciones de vida en la placenta a lo largo 60 días, sin luz y sin ningún contacto con el exterior. Quería volver a nacer. Aguantó 42 antes de tener que ser hospitalizado. En muchas de sus performances, el artista invita al espectador a abandonar su estatus de sujeto pasivo para convertirse en parte de la obra. Es él, el artista, el que se transforma en objeto. Por ejemplo, en Empatía y prostitución (2013-2015), ofrecía su cuerpo al mejor postor durante tres minutos. Y, en La muerte del artista (2018), se subió a un pedestal del Círculo de Bellas Artes de Madrid e invitó a grupos de ultraderecha y religiosos a que cumplieran las amenazas de violencia que proferían contra él en internet. Otros temas que ha abordado Azcona en sus trabajos, siempre polémicos (ha sido citado en varias ocasiones a declarar ante un juez), incluyen el colonialismo y los abusos de la iglesia.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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