Hay vida después del Nobel: la buena muerte según Louise Glück
La poeta estadounidense publica su primer libro tras recibir en 2020 el galardón más prestigioso de las letras universales. ‘Recetas invernales de la comunidad’ es un particular tratado sobre la vejez y la extinción escrito con su habitual mezcla de hondura y claridad, trascendencia y vida familiar. Adelantamos tres poemas en traducción de Andrés Catalán
PENSAMIENTOS NOCTURNOS
Nací hace mucho tiempo.
Ya no queda nadie vivo
que me recuerde de bebé.
¿Era un bebé bueno? ¿Uno
malo? Salvo en mi cabeza
ese debate ha quedado
silenciado para siempre.
En qué consiste
ser un mal bebé, me preguntaba. Cólicos,
dijo mi madre, lo que quería decir
que lloraba mucho.
¿Qué hay de malo
en eso? Qué difícil era
estar viva, no me extraña
que todos murieran. Y qué pequeña
debí de haber sido, flotando
dentro de mi madre, acariciada
en señal de aprobación.
Qué lástima haber empezado
a hablar, perdiendo la conexión
con ese recuerdo. ¡El amor de mi madre!
Demasiado pronto surgió
mi verdadero yo,
robusto pero amargo,
como un despertador.
POEMA
Día y noche llegan
de la mano como un niño y una niña
que se detienen solo para comer moras de un plato
decorado con dibujos de aves.
Suben la alta montaña cubierta de hielo,
luego salen volando. Pero tú y yo
no hacemos esas cosas...Subimos la misma montaña;
entono una oración para que el viento nos eleve
pero no sirve de nada;
tú escondes la cabeza para no
ver el final...
Hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo
es donde nos lleva el viento;
trato de consolarte
pero las palabras no son la solución;
te canto una canción como las que me cantaba mi madre...
Tienes los ojos cerrados. Adelantamos
al niño y a la niña que vimos al principio;
ahora están parados en un puente de madera;
a su espalda alcanzo a ver su casa:
qué rápido vais, nos gritan,
pero no, es el viento en los oídos
lo que escuchamos...Y luego simplemente caemos...Y el mundo pasa de largo,
todos los mundos, cada cual más hermoso;
te acaricio la mejilla para protegerte...
RECETAS INVERNALES DE LA COMUNIDAD
I
Cada año al llegar el invierno los viejos se adentraban
en los bosques para recoger el musgo que crecía
en el lado norte de algunos enebros.
Era una labor lenta, que requería varios días, aunque estos
fueran días cortos porque la luz era cada vez más escasa,
y cuando tenían las mochilas llenas, retomaban
penosamente el camino de regreso, con la pesada carga del musgo.
Las mujeres fermentaban este musgo, una tarea laboriosa,
especialmente para gente tan anciana
como para haber nacido en otro siglo.
Pero tenían paciencia, estos ancianos y ancianas,
una que tú y yo apenas logramos imaginar,
y cuando el musgo ya estaba curado, se metía acompañado de mostazas silvestres
y recias hierbas en una chapata cortada en dos, y se aplastaba como un pan bagnat,
tras lo cual estaba listo: un “revitalizador bocadillo invernal”
lo llamaban, pero nadie decía
que estuviera rico; era lo que comías
cuando no había nada más, como el pan ácimo en el desierto, que
nuestros padres llamaban el pan de la aflicción... Algunos años
un anciano no regresaba del bosque, y entonces su esposa necesitaba
una nueva vida, como auxiliar de enfermería, o supervisando
a los jóvenes que hacían el trabajo pesado, o vendiendo
los bocadillos en el mercado al aire libre mientras caía la nieve, envueltos
en papel encerado... El libro contiene
solo recetas para el invierno, cuando la vida es dura. En primavera
cualquiera es capaz de preparar un buen plato.
‘Recetas invernales de la comunidad’. Louise Glück. Edición bilingüe. Traducción de Andrés Catalán. Visor, 2022. 100 páginas. 12 euros.
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