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‘Lo fingido verdadero’, la obra metateatral de Lope de Vega

Lluís Homar versiona una comedia fulgurante pero orillada del autor del Siglo de Oro, en un montaje encomiable y lleno de sorpresas

Una escena de la obra 'Lo fingido verdadero'.
Una escena de la obra 'Lo fingido verdadero'.SERGIO PARRA (TEATRO DE LA COMEDIA)
Javier Vallejo

Tres ideas centrales en el teatro contemporáneo, cuya paternidad la academia atribuye a Stanislavski, Pirandello y Brecht, aparecen perfectamente enunciadas y desarrolladas en Lo fingido verdadero, comedia hagiográfica de Lope de Vega escrita en 1608, 300 años antes de que debutaran dichos renovadores de la escena del siglo XX. La Compañía Nacional de Teatro Clásico ha recuperado esta obra fulgurante pero orillada mediante un montaje concebido por Lluís Homar como teatro dentro del teatro, pues parte de sus intérpretes observan sentados la representación de sus compañeros. De este modo, cuando Ginés, el protagonista, se sube al estrado para representar una comedia de celos ante el emperador Diocleciano, la representación se convierte en una muñeca rusa escondida dentro de otras dos.

Ginés es un autor y actor cuya figura está inspirada en un quimérico mimo romano que, según la leyenda, se convirtió al cristianismo mientras parodiaba un bautizo. Siglos después se le encomendó el patronazgo de los artistas y de los presos torturados. En uno de sus sonetos, Lope, que lo retrata como un adalid de la verosimilitud, anticipa de modo sintético las líneas maestras del realismo stanislavskiano. El caso es que Ginés, enamorado de Marcela, primera dama de su compañía y prendada a su vez del galán, ha escrito una comedia de celos cuyos protagonistas se encuentran en la misma encrucijada que ellos tres. Cuando la representan ante Diocleciano, llega un momento en el que Ginés, espoleado por el desdén de Marcela, se dirige a ella por su nombre de pila en lugar de llamarla por el nombre de su personaje. Brota así la verdad en medio de la ficción dramática, que se hace real mediante un efecto bumerán, como una profecía autocumplida: la fuga de los dos amantes de la pieza metateatral alienta la fuga de sus dos intérpretes. ¿Conocía Pirandello Lo fingido verdadero? “Quizás a ti, para jugar en él, más te gustaría este estanque fingido que uno verdadero”, le dice la Hijastra a su Niña en Seis personajes en busca de autor.

El Ginés de Israel Elejalde parece nuestro contemporáneo. El verso se transmuta en prosa cuando él lo dice

Las primeras escenas del montaje de Homar se caracterizan por el empuje que Verónica Ronda, Arturo Querejeta, José Ramón Iglesias y Paco Pozo transmiten a su cuarteto de militares hambrientos, pero también por el encanto enigmático de María Besant (que, entregándole una hogaza, hace comulgar a Diocleciano con la idea de que un día gobernará el imperio). La prosodia de estos actores obra un efecto mágico: con solo anunciar el estallido de una tormenta, la evocan con una nitidez que ya quisieran los mejores técnicos de efectos especiales. El monólogo desafiante de César Aurelio bajo la lluvia, interpretado con un supremo sentido de la ficción por Montse Díez, pone un remate formidable a la primera sección del espectáculo.

En la escena del libertinaje de Marco Aurelio Carino, que al morir sospecha que su vida no duró más que hora y media (hoy diríamos que cae en la cuenta de que vivimos en una Matrix), la puesta en escena pierde definición. Como intérprete de Diocleciano, Arturo Querejeta delinea un arco amplio desde el discreto soldado de las primeras escenas hasta el elocuente emperador sobrevenido del segundo acto. Israel Elejalde se toma al pie de la letra los preceptos de Lope; tanto es así que su Ginés parece nuestro contemporáneo y el verso se transmuta en prosa cuando él lo dice, sin perder musicalidad por ello. Ambos intérpretes aclaran el texto, lo desentrañan, lo sirven en bandeja de plata. Tiene donaire Silvia Acosta cuando interpreta personajes masculinos.

La mencionada escena metateatral de los celos, que siguiendo la pauta lopesca debiera transcurrir con verdad genuina, pierde su nervio dramático y su potencial turbador al ser representada como una parodia imprecisa de una supuesta manera caduca de hacer comedias. No sería extraño que Lope la hubiese copiado del natural, porque acontecimientos similares suceden de vez en cuando. Como muestra, este botón del año 2000. Durante el memorable preestreno mundial de Multi(s)me, de Marco Berrettini y Antoine Lengo, en el teatro del Instituto Francés madrileño, estalló un conflicto violento entre sus coprotagonistas masculinos, que se prolongó durante toda la función sin que el público tuviera conciencia clara de lo que estaba sucediendo. A pesar de las pegas expuestas, esta resurrección de Lo fingido verdadero vale la pena por todos los conceptos.

‘Lo fingido verdadero’. Texto: Lope de Vega. Dirección: Lluís Homar. Teatro de la Comedia. Madrid. Hasta el 27 de marzo

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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