El fenómeno editorial de la ‘Noruega’ valenciana
En la novela de Rafa Lahuerta, gran éxito de la literatura reciente en catalán, confluyen el retrato de una ciudad sórdida y desolada con la crónica de la vida carente de sentido de su protagonista
La circunstancia íntima que activa la acción de Noruega es la del desarraigo que su protagonista sufre desde la infancia. Alberto Sanchis es el segundo hijo de un gris matrimonio que regenta un comercio en el mercado de Valencia. “Salazones Sanchis. El salmón de Noruega”. Les llamaban los noruegos por ese cartel que colgaba en la fachada de la tienda. El negocio lo creó en 1932 el abuelo paterno —un tipo carismático, devoto de Blasco Ibáñez—, el hijo lo heredó y, a mediados de los noventa, el nieto, sin horizonte personal y profesional, lo vendió. Una historia menor, como tantas en una capital provinciana con escaso músculo cívico, aunque para ellos existió la posibilidad de redimirse de la mediocridad: la vocación por la pintura de la hija mayor, la niña de los ojos del padre cuya desaparición trágica actúa como una losa para todos. Pero antes del accidente, ya desde la primera adolescencia, desde ese agosto de 1984, Alberto se deja rodar por el camino de la dispersión, profundizando en ese desarraigo que le impedirá dar con un proyecto para su vida. La conciencia depresiva de la falta de sentido vital es el tema de la novela.
En diciembre de 2020 se distribuyó la primera edición de Noruega. Estaba escrita en valenciano, había ganado el Premi Lletraferit. Hasta entonces, el único libro de su autor era La balada del Bar Torino, memorias de un apasionado del fútbol y la literatura. Además de por sus artículos en prensa y relatos publicados en libros colectivos, Rafa Lahuerta era conocido allí por haber creado un grupo de animación del Valencia de fútbol. Pero el año pasado, entre el boca a boca y miles de ejemplares vendidos, la novela trascendió el localismo donde podría haber quedado atrapada.
Lo que la singulariza no es la peripecia del protagonista —un tipo que descubre el mundo en un microcosmos macarra paralelo al del protagonista de Las leyes de la frontera, de Cercas— ni la geografía urbana donde se degrada, aunque hasta ahora la literatura catalana no tenía una novela de referencia de la Valencia antigua en democracia. Lo fundamental del libro es la sensación de autenticidad que transmite el narrador al hacer confluir el retrato de esa Valencia sórdida y desolada con la crónica de su vida. Las mujeres que llegan y le abandonan, los trabajos que no consolida, los bares, las prostitutas y la ciudad que delimita su memoria. “He vivido completamente equivocado”. La conciencia del error es indesligable de los márgenes urbanos que pervivían mientras la España de 1978 vivía su ciclo de modernización.
En algún momento, Alberto —que deja caer la “o” de su nombre como homenaje a Camus— da sentido a su dispersión convenciéndose de que un día será materia de una novela. Elabora proyectos literarios sobre cómo contar determinadas vivencias: la historia de la familia, de la pandilla o de aquel escritor bohemio que acabó recabando en su ciudad y que él veía perderse en bares cada vez más decadentes. Los reproduce en esta novela de nouvelles. Allí enumera las personas con las que debería hablar —incluyendo a un tal Rafa Lahuerta—, los referentes literarios que podrían servirle, citas que podrían encabezar los capítulos que no llega a escribir, como esa frase de una carta de Flaubert a Maupassant donde le revelaba que incluso en lo pequeño anida lo desconocido que debe ser explorado. Y Noruega, novela de un tiempo y de una vida, lo demuestra.
Noruega
Drassana, 2020
392 páginas. 21,95 euros
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