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Chris Marker, el tiempo como una espiral

La Filmoteca de Catalunya conmemora el centenario del cineasta francés con la proyección de sus películas y una retrospectiva dedicada a una voz única por cómo reflexionó sobre el poder de las imágenes

Chris Marker, en una de las escasas fotografías que se conocen de él.
Chris Marker, en una de las escasas fotografías que se conocen de él.

Chris Marker nació y murió un 29 de julio. Sincronía que recuerda a la de esa misteriosa escena con la que se abre y cierra La Jetée (1962), atrapándonos en un bucle temporal que hoy forma parte de la historia del cine y de una de las filmografías más originales del siglo XX. No en vano, cuesta tanto etiquetarla como sucede con su propio autor, al que la Filmoteca de Catalunya dedica un programa doble con motivo de su centenario, en el que podrá verse una selección de sus documentales, ensayos, diarios fílmicos y programas televisados, así como otros materiales en formato expositivo, como sus primeras fotografías de viaje o la colección de guías Petite Planète, de la que fue redactor jefe.

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Marker, que debe su apellido a los rotuladores permanentes, difícilmente se dejaba fotografiar y rara vez aceptaba entrevistas. Una la concedió en el videojuego Second Life, fiel a su sentido del humor y a su costumbre de operar bajo diferentes logins (Kosinski, Sandor Krasna, Hayao Yamaneko), como quien suma varias vidas. Quizás por eso le fascinaban tanto los gatos. Esta elusividad fue su pasaporte, lo que le permitió transitar libremente de un lugar a otro, en función de sus inquietudes, que por escrito podrían agruparse en tres o cuatro bloques, aunque él las viviera simultáneamente.

Así estaría el que documenta diversas luchas políticas y reflexiona sobre ellas, convencido del poder transformador del cine. El que viaja de un confín a otro atraído por la belleza y sus contrastes, ya sea crítica o poéticamente, y según una idea de la “alteridad” que con el tiempo perdería parte de su inocencia. O el que rinde homenaje a Kurosawa y Tarkovsky, mientras se entusiasma con la tecnología y los nuevos medios, diseñando instalaciones, CD-ROM y otras piezas interactivas. Ahora bien, lo que dio una unidad a su obra fue una incansable reflexión sobre las imágenes y el cómo configuran nuestra experiencia. En este sentido viene a cuento lo que dijo Jean-Luc Godard al afirmar que el cine nunca ha sido un buen historiador, pues quizás él fue quien más hizo por solucionar esto, cuestionando retrospectivamente el significado de muchos acontecimientos, según el modo en que quedaron registrados en metrajes y fotografías de distinta procedencia y que el propio Marker se divertía ensamblando.

Un fotograma de 'La jetée' (1962), de Chris Marker.
Un fotograma de 'La jetée' (1962), de Chris Marker.

Se ve en El fondo del aire es rojo (1977), que constituye un fresco monumental sobre las revoluciones que sacudieron el planeta en los sesenta y setenta. O en Sans soleil (1982), caleidoscopio hecho del material recolectado por un misterioso personaje que viaja alrededor del mundo y de las cartas que le envía a una narradora anónima, que es quien abre este emblemático ensayo: “La primera imagen de la que me habló fue la de tres niños en un camino, en Islandia, el año 1965. Me decía que para él era la imagen de la felicidad, y también que había intentado en numerosas ocasiones asociarla con otras imágenes, pero que nunca había funcionado. Me escribió: ‘Un día la pondré sola al inicio de una película, junto a un trozo en negro. Si no ven la felicidad, al menos verán la oscuridad’.

En su obra, Marker nunca hablaba directamente. Lo hacía a través de otros, mediante la voz en off. Siendo un recurso muy discutido en el medio cinematográfico, a él le permitió desplazar su autoría y, lo que es más importante, añadir una cualidad reflexiva y poética a las imágenes, liberándolas de su carácter puramente informativo. Recordemos que de Harun Farocki a Alexander Kluge, una de las preocupaciones de los cineastas de posguerra fue la saturación de los medios y el efecto alienante que traía consigo el bombardeo continuo de noticias. Marker reaccionó a esto a través del montaje, yuxtaponiendo conceptos o escenas aparentemente lejanas e inconexas, con la idea de que el espectador pudiera inferir su relación entre ellas, que es exactamente como funciona una metáfora.

Cartel de la muestra 'Chris Marker. Són les sis a tota la terra', que lal Filmoteca de Catalunya dedica al artista y cineasta francés
FILMOTECA DE CATALUNYA
05/07/2021
Cartel de la muestra 'Chris Marker. Són les sis a tota la terra', que lal Filmoteca de Catalunya dedica al artista y cineasta francés FILMOTECA DE CATALUNYA 05/07/2021FILMOTECA DE CATALUNYA (Europa Press)

De este modo, pudo conjugar espacios y tiempos distantes, uniéndolos bajo el signo de la poesía, para cumplir con un afán muy típico del siglo XX, por decirlo en palabras de Isaki Lacuesta, quien le dedicó un fantástico prólogo a este autor, a petición de la editorial Kriller 71. En él insiste en que, para Marker, los hechos nunca evolucionaban en línea recta, sino en espiral, es decir, en segmentos temporales que se encaran y repiten, sin ser nunca idénticos. Y una espiral es la que se ve en el tronco de un viejo árbol en La Jetée, así como en el peinado de su protagonista en una escena que nos remite al Vértigo de Hitchcock, actualizando la sensación de déjà vu que ya estaba en la cinta original, y que vuelve a aparecer en la citada Sans soleil, donde este afirma lo siguiente, aunque sea por boca de otro: “Se puede decir que me he pasado la vida preguntándome sobre la función del recuerdo, que no es el contrario del olvido, sino más bien su reverso. De hecho, no nos acordamos de nada. Reescribimos la memoria de la misma manera que reescribimos la historia”.

En estos tiempos medio amnésicos y en los que corren tantos bulos, las sospechas de Marker respecto a cómo articulamos ciertos relatos en función de lo que retenemos de sus imágenes vuelven a ser muy pertinentes, e incluso nos hacen de antídoto: celebremos su aniversario.

Chris Marker. Són les sis a tota la terra...’. Filmoteca de Catalunya. Barcelona. Hasta el 30 de septiembre.

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