Instrucciones para recordar mentiras
En ‘Trigo limpio’, premio Biblioteca Breve, Juan Manuel Gil sintetiza lo mejor del ‘thriller’ y de la metaliteratura

Juan Manuel Gil (Almería, 1979) obtuvo con esta novela el último Premio Biblioteca Breve. Escritor y profesor, debutó en librerías con un libro de poemas que ganó el Premio Andalucía Joven de Poesía: Guía inútil de un naufragio (2004). Sin embargo, ha sido en el terreno de la narrativa donde se ha prodigado más, con novelas como Inopia (2008), Las islas vertebradas (2017) y Un hombre bajo el agua (2019).
De la lectura de Trigo limpio uno cae en la cuenta de dos aspectos interesantes. Uno es el excelente estado de la novela que nos llega desde Andalucía, con una nueva generación —nacidos en los setenta, ochenta— de voces distintas, sólidas y desprejuiciadas, mucha calidad y musculatura. Propuestas que consiguen premios y aceptación de un público ávido de miradas que no sean madrileñas o barcelonesas. El otro aspecto sería la casi imposibilidad de encontrar en la actualidad una novela que no utilice la estructura de una investigación (muchas veces, falsa o delirante) a través del suspense o el formato thriller de sofá para explicarnos la historia que se nos quiera explicar.

Trigo limpio es un sofisticado y complejo artefacto que su autor nos sirve, fresco y envolvente, en lectura limpia y entretenida. Eso ya de por sí habla mucho y bien de Juan Manuel Gil, ya que la novela que exhibe un juego de pies ágil —merced a sus diálogos, a capítulos cortos, a cambios de planos— es de una construcción realmente difícil. Todo lo contrario que nuestro leer y su digestión disparados desde un recuerdo y un lugar que el narrador identifica como iniciáticos: el aeropuerto que construyeron en su barrio de las afueras de Almería, particular cementerio indio y un balón extraviado en la pista de aterrizaje, con un niño tras él.
Explicada en primera persona, nos fiamos de Juan Manuel Gil, que es Juan Manuel Gil y no lo es, quien trata de recordar su barrio y aspectos de su infancia, un escritor a la búsqueda de referentes en una novela que se escribe mientras el autor finge no poder escribirla. Un buen día se topa vía e-mail con un amigo de la infancia, Simón, que le anima a escribir de aquellos tiempos. Mientras el narrador lo valora, Simón se desdice. Eso genera un interés y una búsqueda de quién es Simón ahora, qué queda de aquellos dos chavales.
La búsqueda y el encuentro nos estira y acerca el foco en un homenaje a la ficción, a las historias, al poder de imantarte ya sea explicándote una anécdota, mintiéndote, estafándote o escribiendo novelas como ésta. Los recuerdos inventados, prestados u olvidados. Las mentiras que te llevan a la verdad, los agujeros negros, la inmediatez que te hace no ver o leer lo real erróneamente. Trigo limpio es un menú cerrado de todo eso, apetitoso y saludable que Gil nos sirve sin solemnidad ni trascendencia, con un sentido del humor y personajes que recuerdan al mejor Mendoza posible, como también nos lo recuerda la investigación a ratos surreal —la madre de Simón, éste mismo—.
La novela laminada en recuerdos de la infancia, en dolores y dichas como aspectos formativos y apenas nostálgicos, en charlas con distintos personajes —entre ellos, el enigmático Huáscar, quizás la pata más endeble de toda la primorosa mesa que es Trigo limpio—, investigación, metaliteratura incluso para alérgicos a ella, entra y sale de esos pasadizos de la memoria a que hace mención su autor en la novela. Estamos construidos de narraciones, de historias (muchas de ellas falsamente propias, robos y licencias). Y así solo nos queda, a lo largo de la vida, explicarnos a nosotros mismos como narración, sabiendo que, por mucho que lo intentemos, no somos del todo trigo limpio.

Trigo limpio
Autor: Juan Manuel Gil.
Editorial: Seix Barral, 2021.
Formato: 392 páginas. 20 euros.
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