Con la vista puesta en Irán
Una recopilación de ensayos aborda las relaciones históricas y culturales entre el país asiático y el mundo hispánico
El objetivo es ambicioso. En Una vieja amistad, los profesores Fernando Camacho Padilla y Fernando Escribano Martín van más allá del Irán de las noticias periodísticas para acercarse a ese país desde las relaciones históricas y culturales que ha mantenido con España e Hispanoamérica. Con ese objetivo han reunido 17 ensayos de otros tantos autores, que abordan tanto la política y la diplomacia como la literatura y las artes visuales. Ese enfoque poliédrico es original, aunque da lugar a un resultado diverso y la sensación, tal vez inevitable, de que faltan teselas para terminar de componer el mosaico.
¿Tiene el mundo hispano una percepción de Irán más favorable que la mostrada por los titulares? Los autores así lo sugieren cuando en la introducción hablan de los “mutuos sentimientos de admiración y simpatía”. Sin embargo, los datos que ofrecen los siguientes capítulos muestran que el interés desde las primeras relaciones, que en el caso de España se remontan a principios del siglo XV con la embajada de Ruy González de Clavijo a Tamerlán, fue sobre todo comercial. Además, carecieron de continuidad hasta que Felipe III envió a Persia a García de Silva y Figueroa en 1617 (de ahí, los cuatrocientos años del subtítulo) y en realidad hasta el siglo XIX.
De igual modo la afirmación inicial de que “las relaciones bilaterales no se vieron afectadas con el triunfo de la revolución en 1979” queda matizada cuando se constata más adelante que a partir de esa fecha cambia sustancialmente la política exterior de Irán. Los vínculos “han sido mucho más fructífer[o]s durante los periodos de gobiernos reformistas en Irán”, constata Nadereh Farzamnia. La cordialidad, en todo caso, fue resultado de que España “no se unió a los embargos ni sanciones impuestas por Washington” (consecuencia del asalto a su embajada en Teherán poco después de la revolución). Ello no impidió sin embargo incidentes como la detención en 1989 de un marino mercante español, que tardó dos años y medio en resolverse.
En la misma línea, Paulo Botta señala como el acercamiento a América Latina durante el mandato de Mahmud Ahmadineyad es más fruto de la ideología y de la propaganda que de bases políticas y económicas sólidas. El régimen exagera los vínculos para proyectar la idea de “una presencia global importante y, sobre todo, en la zona considerada patio trasero de Estados Unidos”. De ahí que en la mayoría de los casos no se concreten los proyectos anunciados y “las relaciones cayeran rápidamente en el ámbito de la retórica grandilocuente”.
El peso de la ideología también se siente en la Cultura y precede a la República Islámica. Jeiran Moghaddam Charkari defiende que la traducción de una recopilación de poemas de García Lorca en 1969 (la primera de un autor español sin contar el Quijote), tuvo más razones políticas que literarias. Como “mártir ateo y de izquierdas”, su traductor (desde el francés), un opositor al shah, vio en él “un referente para la intelectualidad crítica con el islam”. Una pauta similar observa en la elección de los (más numerosos) escritores hispanoamericanos.
Solo el texto del fotógrafo Manolo Espaliú vincula el Irán de hoy con el que describió el embajador Silva hace cuatro siglos, cuando identificó las ruinas de Pérsepolis. Siguiendo sus huellas, el autor de Viaje a Persia refleja los cambios, pero también la persistencia del recelo al extranjero (sobre todo si lleva una cámara) que a veces se filtra tras la hospitalidad iraní.
A pesar de los huecos que deja pendientes de explorar, Una vieja amistad llena un vacío en las publicaciones sobre Irán en español. El libro ofrece una amplia referencia de fuentes bibliográficas. Se echa de menos, sin embargo, un índice analítico, en especial tratándose de un texto académico.
Una vieja amistad. Cuatrocientos años de relaciones históricas y culturales entre Irán y el mundo hispánico
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