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TRIBUNA LIBRE
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Paseos con Paul Celan

La celebración del centenario del poeta impulsa nuevos estudios y la publicación de sus cartas más íntimas

Paul Celan y su mujer, Ingeborg Bachmann.
Paul Celan y su mujer, Ingeborg Bachmann.

El aniversario es tristemente redondo y doble: el día 23 de noviembre se cumplen 100 años del nacimiento de Paul Antschel en Czernowitz, ese pueblo rumano-ucraniano donde el aventajado estudiante de bachillerato decidió ser poeta en su lengua materna, el alemán, y bajo el nombre de Paul Celan. Mientras que el 20 del pasado abril hizo medio siglo que el autor del poema más famoso sobre el Holocausto, la Fuga de muerte, se arrojara al Sena como última consecuencia de una nunca asumida supervivencia tras el asesinato de sus padres en el campo de exterminio.

La ya inabarcable bibliografía celaniana sigue creciendo en estas efemérides: en España se han traducido los recuerdos aforísticos de un joven amigo de los últimos años de Celan, el poeta Jean Daive, quien en Bajo la cúpula. Paseos con Paul Celan añade un autocomplacido breviario esotérico a la hagiografía celaniana. En los países de habla alemana los estudiosos tampoco han descansado: Wolfgang Emmerich aporta reveladores datos sobre la paradójica relación de Celan con Alemania en Celan und die Deutschen; Hans-Peter Kunisch reflexiona en Todtnauberg en torno al infructuoso encuentro del poeta judío con el filósofo filonazi Martin Heidegger; y Thomas Sparr presenta la biografía del poema Fuga de muerte.

Pero la publicación que indudablemente constituirá la guinda para los lectores de Celan es una escrupulosamente documentada y comentada selección de 691 cartas, de las que 330 son inéditas, aunque éste no sea su único interés. Radica en gran parte en el enfoque biográfico con el que la erudita Barbara Wiedemann ha escogido entre los miles y miles de misivas que el agudísimo corresponsal redactó entre 1934 —cuando el adolescente dirige un chispeante informe escolar a una tía suya— y 1970 —cuando el frágil estado psíquico dicta al agotado profesor de lenguas la despedida—. El recorrido que traza por las relaciones de Celan con familiares, amigos y amantes, traductores, lectores o estudiosos, de hecho, supera cualquier novela biográfica.

El volumen permite conocer a un Paul Celan que contradice a menudo la imagen del intelectual formal y delicado o del mártir judío que los sumos sacerdotes celanianos han pretendido legar. Aquí aparece el amigo bufón y el amante juguetón, el viajero vividor o el forzoso promotor de sus traducciones —fuente importante de ingresos— y de la propia obra. Celan se obligaba a esta labor porque era más que consciente de la resistencia del mundillo literario alemán contra su poesía. Tenía motivos de sobra para recelar de los constantes intentos de meterlo en el rincón del hermetismo, algo que no toleraba ni a su editor, Siegfried Unseld: “Mis poemas no se han vuelto ni más herméticos ni más geométricos; no son cifras, sino lenguaje; no se alejan aún más de lo cotidiano, están ubicados, también en su literalidad (…), en la actualidad”.

Resulta ciertamente desgarradora la lucha de Celan por ver reconocida su obra en la Alemania y Austria de entonces. Pero está determinado a no dejarse desbancar ni por el antisemitismo ni por la nueva progresía, como explica en una carta al poeta Erich Arendt: “Bueno, podría hablar largo y tendido de la mendacidad, cobardía, venalidad, duplicidad de un considerable número de representantes de la inteligencia germano-occidental, austriaca y suiza, sobre todo de la de izquierdas”.

En cuanto a su papel de mártir judío, precisamente está muy alerta ante los múltiples intentos de unos y otros de instrumentalizarlo, de convertirle en “judío de coartada”. Si al cabo del tiempo tantas relaciones, también con amigos judíos, se rompen, es a causa de su inflexible sentido de justicia y solidaridad con las víctimas.

Mención aparte merecen las cartas amorosas en la presente recopilación. Muestran a un hombre de una confianza casi desesperada en el amor. Su deseo de abrirse siempre de nuevo a otras mujeres le mete en un verdadero marasmo de relaciones simultáneas, nada frívolas por otro lado. No es Ingeborg Bachmann la que recibe las primeras cartas de amor cuando Celan llega a París en 1948, sino Erica Lillegg, con la que había mantenido en Viena un romance paralelo. En 1964 planea un traslado a Berlín para reunirse con Inge Waern, cuando al mismo tiempo su esposa, Gisèle, habla de una fase de muy cariñosa convivencia. Y todavía en 1970 sueña Celan con irse a vivir a Israel con su recuperado amor de juventud, Ileana Shmueli. Es un lío amoroso impresionante. Alguna luz para aclararse con él podría aportar el documental —pospuesto por la pandemia— que le ha dedicado Carlos Ortega al centenario del infinitamente martirizado, del insondable, del inmenso poeta Paul Celan.

‘Bajo la cúpula. Paseos con Paul Celan’. Jean Daive. Traducción de Mateo Pierre Avit Ferrero. La Uña Rota, 2020.

‘Correspondencia 1934-1970’. Paul Celan. Edición de Barbara Wiedemann. En alemán. Suhrkamp, 2019.

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