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La identidad vasca en paisajes y objetos

Una exposición y un libro reúnen el proyecto visual de Jon Cazenave, en el que, durante más de una década, se propuso describir lo que constituye el alma del País Vasco

Fotografía de la serie 'Ur Aitz'.
Fotografía de la serie 'Ur Aitz'.Jon Cazenave

Hubo un tiempo en la costa cantábrica que la importancia de la galerna se medía por el número de hombres de mar que perdían su vida en ella. Ese fuerte viento, que llega acompañado de un manto oscuro de nubes y azota de forma súbita el agreste litoral norteño cubriéndolo de lluvia espesa, poco a poco ha ido perdiendo protagonismo, pero en su nombre, grandioso y sonoro, aún resuena el pavor atávico asociado a la naturaleza de una geografía.

Galerna es el nombre que el fotógrafo Jon Cazenave (San Sebastián, 1978) ha querido dar a un proyecto visual elaborado a lo largo de más de un decenio. Una obra sintetizada en 144 imágenes reunidas en un monográfico publicado por la editorial Dalpine en colaboración con Atelier Éditions Xavier Barral, que va acompañada de una exposición, de título homónimo, en la sala Kutxa Kultur Artegunea de la Fundación Kutxa, en San Sebastián. El proyecto ha supuesto para su autor una fuerte sacudida, como la que provoca el viento. Un encadenamiento de sucesos de carácter catártico, tanto en su vida como en su obra, que comienza en 2007, el día que Cazenave, economista de formación, decide abandonar su trabajo en el ámbito de las finanzas para dedicarse de lleno a la fotografía. Un paso que da como una necesidad, en busca de su propia voz artística y con el fin de ahondar en su identidad a través del paisaje. Un trayecto que va a resultar en una alabanza a la naturaleza y en una especie de retorno a nuestros orígenes más primigenios, durante el cual el autor dice “haber comenzado como vasco y haber terminado como persona”.

Fotografía de la serie 'Ama Lur', de Jon Cazenave.

FOTOGALERÍA

Jon Cazenave, del territorio al paisaje

La galerna de Cazenave está compuesta de nubes, de pájaros, de personificaciones mitológicas, también de pelotaris, y lágrimas, de cielos negros y agrestes paisajes. Un universo de símbolos, cargado de drama, poesía y misterio que nos acerca al alma del pueblo vasco. “El paisaje en realidad es una construcción”, dice el fotógrafo. “Es verdad que recoge una historia, pero somos nosotros los que cargamos de memoria a un territorio”. De ahí que afirme que “el paisaje vasco no existe como tal. Tendemos a politizar todo. Se nos bombardea con ese concepto del paisaje asociado a una geografía. Pero creo que como mucho podría existir el paisaje de un vasco. El paisaje vasco es exactamente igual que el navarro o el cántabro, En mí ha servido como una liberación”.

“Mi vida ha estado íntimamente relacionada con la violencia y con la política del lugar”, señala el autor. “Poco a poco fui descubriendo que la polarización de la sociedad vasca no viene por lo político, sino por un choque que se remonta a hace una eternidad. La dicotomía de la sociedad vasca es muy palpable: o eres constitucionalista o eres independentista, o carlista o liberal, o de la Real o del Athletic. Hay una necesidad de estar a la contra: dime algo que te lo rebato”. Así, después de pasar dos años practicando una fotografía de tipo documental, como reflejo de un conflicto, huyendo de cualquier discurso de tipo militante, fue transitando hacía aspectos más antropológicos, ahondando en el medio rural, para adentrarse en el mar y en la montaña, en la mitología de los carnavales y en el simbolismo de un bosque. “En esa luz tan misteriosa que invade el paisaje”, matiza el fotógrafo. “Muchas veces pienso que Galerna se asemeja más un trabajo de interpretación de la luz del lugar que a otra cosa”. De esta forma, atraído por la fuerza de los elementos naturales su periplo le llevará también a traspasar las fronteras de un territorio hasta llegar a la cueva, algo que le remonta a los orígenes de un pueblo. “Ahí entendí que en el origen no existían límites. El estudio de un pueblo me llevó a un concepto más amplio. Pasé de la estética del choque a la estética del encuentro”.

Rozar la abstracción

Sus imágenes son, en su mayoría, en blanco y negro. Granulosas y poco nítidas, se palpa en ellas la materia. La experimentación se encuentra en el corazón de la fotografía de este artista que se considera un investigador. “Galerna aglutina toda mi experiencia como autor o creador, donde he ido desarrollando mis herramientas de forma instintiva”, explica. “Pasé de utilizar imágenes que podrían estar más asociadas al fotoperiodismo, a otras que en ocasiones rozan la abstracción, para luego utilizar imágenes desde un punto simbólico, hasta llegar a intervenir los cantos rodados encontrados en el río con pigmentos naturales procedentes de la tierra, creando imágenes mucho más pictóricas. A medida que avanzaba en el proyecto fui dando menos importancia a la imagen en sí, estableciendo diálogos, y ensanchando los límites de la fotografía. Es precisamente cuando aparece por primera vez el color como materia en mi trabajo, cuando esas piedras pintadas me dicen que el proyecto ya ha terminado”.

Así el artista plantea su obra como una búsqueda en constante evolución donde la fotografía se sitúa como una herramienta de amplios márgenes que se solapa con otras disciplinas. “No podría decir que hago pintura a pesar de que pintó las fotografías, ni que práctico la escultura a pesar de que mis imágenes adoptan volúmenes, pero lo que si hago es exprimir la fotografía hasta que al final se me va de las manos. Decir que se me ha agotado sería muy pretencioso, pero la captura fotográfica ya no me interesa como me interesaba al principio En este sentido me identifico con Jorge Oteiza, quien cuando consideró que había alcanzado el punto cero de la escultura, decidió, en consecuencia, parar. No quiero decir con esto que no vaya a realizar ninguna fotografía más, ya que tiendo a no ser categórico, pero evidentemente cuando algo concluye, algo nuevo empieza”.

La fotografía de Cazenave invita al silencio. Lo que no se ve importa tanto como lo que se ve. De ahí que deje un campo muy amplio al espectador. “Me interesa la imagen porque es un lenguaje abierto, No me gusta para nada codificar”, señala. Esto explica que en la exposición no haya ni un texto, solo un folleto. “Para mí es siempre mucho más interesante sugerir que explicar. Lo que pretendo es convertir mis preguntas en imágenes. De modo que cada imagen es una pregunta que interpela al espectador de una manera diferente en función de sus experiencias, de su cultura, o del momento que esté viviendo”.

Galerna. Jon Cazenave. Dalpine/Atelier EXB. 248 páginas. 42 euros.

Galerna. Jon Cazenave. Kutxa Kultur Artegunea. Fundación Kutxa. San Sebastián. Hasta el catorce de febrero.

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