Shakira derrocha poderío femenino en el inicio de su gira mundial
La número uno de la música latina arranca en Brasil una gira que la llevará a siete países americanos más hasta finales de junio
![La cantante colombiana Shakira, este martes en Río, en el arranque de su gira mundial para presentar 'Las mujeres ya no lloran'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6JTH3G7OIP27A33GT2AYPZF64Y.jpg?auth=90ede0092c9269a641d39eaada7411eccb76eabc19ece9e5ac46581fbe3e00a7&width=414)
![Naiara Galarraga Gortázar](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fa5a22b1a-84b6-40d6-b292-c98a40bd973a.png?auth=c0df4b072b7d9d7a6320aca9be53db4f71063215e26b63e8bf03c10f6b7f4606&width=100&height=100&smart=true)
Shakira ha traducido la amargura, el dolor y la rabia de la etapa más tormentosa de su vida en un espléndido renacimiento artístico, a los 48 años, que ahora comparte en concierto con sus fans. “En los últimos tiempos he aprendido que las caídas no son el fin, sino el comienzo de un vuelo más alto”, ha confesado este jueves en los primeros compases de su concierto en São Paulo, segunda parada de una gira mundial que despegó el martes en Río de Janeiro y que le llevará a más de 40 ciudades americanas hasta finales de junio. Las mujeres ya no lloran, se titula la turné, como su último álbum. La cantante y compositora colombiana ha llenado un estadio con un aforo de 72.000 personas que, tras un espectáculo de dos horas y veinte minutos con temas del último disco y sus grandes éxitos, incluso le ha perdonado que saltara al escenario con una hora de retraso.
“Gracias por la espera, por la paciencia. Soy toda vuestra”, ha saludado al público. Su excelente portugués ha ablandado el enfado de unas gentes acostumbradas a que los hispanohablantes maltraten su idioma a golpe de portuñol. “La lluvia. Hemos tenido problemas técnicos”, ha dicho sin más detalle. Las lluvias del verano brasileño causan el caos en una metrópolis como São Paulo si, como esta tarde, caen en hora punta, pero a cambio permiten disfrutar de un concierto nocturno a 24 grados. Y con luna casi llena.
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Shakira ha creado un espectáculo monumental —el mayor de su vida, tras vender 95 millones de discos— para presentar a sus seguidores esa Shakira renacida, símbolo del poderío femenino, que celebra la soltería, y tres décadas de carrera, buena parte de ella atesorando números uno y en el olimpo de las grandes.
Tras un paréntesis de siete años sin salir a la carretera, muchos de sus fans brasileños nunca la habían escuchado en directo. Las hermanas Jessiane y Jessyca Ayala, de 31 y 33 años, volaron casi 3.000 kilómetros desde la Amazonia, desde Belém de Pará, para ver en concierto a su ídolo. “Mi hermana me regaló la entrada de sorpresa y nos organizamos para venir cuatro días. Dejé a mi hijo de dos años con la familia”, explica la menor de las dos a las puertas del estadio. ¿Su canción favorita? Ojos así.
![Otro momento del concierto de Shakira en Río de Janeiro.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/U4SJN6ZIWLD3DSMZYBFOPTT2ZI.jpg?auth=b6774874763530387f07675fe6ffad4e31cb5c2fcd330720762bf325a0d8e7ea&width=414)
Shakira ha reunido una multitud donde destacaban los grupos de amigas de veintipocos años a sesenta y tantos. Adolescentes, poquísimas. Niñas, algunas, como Fernanda Borges, de 9 años, que consiguió convencer a sus padres para que le llevaran a su primer concierto de una artista internacional. Dice sin dudar un instante que Soltera es su canción favorita. Las entradas ordinarias costaban entre 85 y 155 dólares, la mitad para mayores de 60 años. Y las realmente selectas, 15 veces más.
Las mujeres ya no lloran acaba de ganar el Grammy al mejor álbum de pop latino. El show que lleva su nombre es un elaborado cóctel de rock guitarrero, canciones paridas por ordenador, bailes futuristas, cortes de cine con una Shakira de dibujos animados, canciones intimistas, ritmos árabes con ese agitar de las caderas que ha convertido en seña de la casa… una sucesión de cambios de registro vertiginosos intercalados por brevísimas pausas en las que todo el espectáculo se funde a negro. En un abrir y cerrar de ojos, la artista se cambia de vestido y surfea de un género a otro, de una época a otra. Cuando no la acompaña su banda —cuyo núcleo duro lleva con ella 26 años, según ha contado— son los bailarines. A mitad del espectáculo ha tenido la delicadeza de presentar a los unos y a los otros, a cada uno por su nombre.
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El broche final del concierto es BZRP Music Sessions #53, un proyecto del productor argentino Bizarrap, de 26 años, que aportó la música a la que ella puso letra. Shakira se lanza a la yugular del antiguo futbolista del Barça Gerard Piqué, su pareja durante más de una década y padre de sus dos hijos, en una catarsis y terapia que además fue un éxito descomunal. En la gira la interpreta en el foso entre el escenario y el público.
El doloroso despecho se traduce en versos crudos:
-”Me dejaste de vecina a la suegra, con la prensa en la puerta y la deuda de Hacienda”
-”Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”
El espectáculo empieza y acaba con canciones de la nueva hornada, de esta etapa en la que ha abrazado ese menú diverso que engloba la etiqueta música urbana. La fan llegada desde la Amazonia no se las sabe, pero le parece lógico que la estrella se adapte a los tiempos y se sume las tendencias que triunfan entre la juventud como el reguetón o el corrido tumbado (una variación de los corridos mexicanos)… Un tercio de los temas que ha interpretado en São Paulo pertenecen a su último disco.
Por el camino han sonado clásicos como Pies descalzos, Poem to a Horse, Waka Waka…La diseñadora Carolina Laverde, de 36 años, se ha emocionado al reconocer algunos guiños por aquí y por allá. “Ni siquiera pensé. Sentí. Escucho una cumbia y me pega en el corazón”, confiesa esta colombiana que vive en São Paulo. También ha atisbado “tres segundos de mapalé”, un ritmo afrocolombiano, de champeta, un género del Caribe colombiano, bachata… así mima Shakira el alma de quien vive lejos de su tierra. Mientras Trump amenaza con deportaciones, esta vecina de Miami dedica su Grammy a los inmigrantes.
A petición de los fans brasileños, ha cantado Antología, una de sus canciones más conocidas en este país. Quizá porque estaba en el libro de español en la escuela, “en uno de esos ejercicios para rellenar los espacios en blanco”, explica en un espléndido español el periodista Bruno Aragaki, de 39 años. Cuatro veces la ha visto en directo. Recuerda que en 2011 llovió a mares, tanto que ella resbaló sobre el escenario. El estrago esta vez ha sido que, por culpa del retraso, el metro ya había cerrado al terminar el show.
En São Paulo el público no ha coreado insultos contra Piqué como ocurrió en Río. Desde que su vida, que parecía de color de rosa, saltó por aires —por la ruptura sentimental y los problemas con la Hacienda de España—, la número uno de la música latina ha descubierto que era mucho más fuerte, más dura, de lo que ella misma jamás imaginó. Esa potencia —y todo lo aprendido en esa odisea— es lo que la colombiana quiere compartir con la manada de lobas. Un mensaje que condensa en los diez mandamientos a las lobas que aparecen, uno por uno, en inglés, en las pantallas. El segundo, “no pedirás permiso para ser tú misma”.
Esta gira le lleva ahora a Perú, Colombia, Chile, Argentina, México y tras un parón seguirá en Estados Unidos y Canadá. La semana que viene actuará en Barranquilla, su ciudad natal, donde hace casi 20 años que no da un concierto. De allí salió, cargada de grandes sueños, Shakira Isabel Mebarak Ripoll cuando entraba en la adolescencia. De esa época es un fragmento impagable de una entrevista que dio de cría y reproduce ahora. “Tengo prácticamente dos años cantando, y me ha ido muy bien”, responde resuelta.
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