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En colaboración conCAF
Educación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No vayas a la escuela que generas tráfico

Perú ha hecho un hábito del cierre de sus escuelas y enviar a sus estudiantes a la virtualidad por las razones más dispares. Esta semana, deben quedarse en casa por la cumbre de la APEC en Lima

Nadia Muñoz y su hijo Luka en su casa en Lima, Perú
Nadia Muñoz y su hijo Luka en su casa en Lima, Perú, el 20 de marzo de 2020.Martin Mejia (AP)

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El cierre de un colegio debería ser la decisión más difícil para un ministro de Educación, especialmente después de la pandemia, cuando quedó grabado a fuego que las escuelas deben ser siempre lo último en cerrar y lo primero en abrir. El interés superior del niño es un principio constitucional irrenunciable y un instrumento internacional vinculante desde la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada en 1989. Ya sea por puro decoro ante la comunidad internacional, para evitar una posible demanda por inconstitucionalidad o para que la opinión pública no se le venga encima, ningún Gobierno debería cerrar sus instituciones educativas a no ser que esté armado de razones. Pero no todos lo ven igual.

Perú ha hecho hábito el cierre de sus escuelas y enviar a sus estudiantes a virtualidad por las razones más dispares. Son lo primero en cerrar y último en abrir. En los últimos años, los colegios han cerrado por partidos de fútbol, como el de Perú frente a Australia en 2022 -están leyendo bien-, por paros de transportistas o por conciertos; también por inseguridad y por sequías, y esta misma semana para evitar el tráfico en Lima en los días previos a la celebración de la cumbre de la APEC, el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico.

Llueve sobre mojado. El país andino parece condenado a la maldición de tropezar una vez tras otra en su misma piedra, en bucle. Durante la pandemia, fue uno de los últimos países del mundo en abrir las escuelas, que estuvieron cerradas más de dos años, serruchando con ello el capital político y emocional de toda una generación. Las consecuencias todavía están por verse, pero ya hay algunos indicios del costo: el país triplicó los casos de menores de 10 años forzadas a ser madres durante el encierro. Y mientras se abrían casinos y gimnasios, las escuelas seguían cerradas.

Las razones fueron dispares, un Peru is different permanente que terminó siendo trágico y desesperante. Los colegios después de la pandemia no se abrieron por insistencia de los sindicatos de maestros, rectores universitarios, partidos políticos, directores de escuelas o expertos en educación; gran parte de ellos callaron indolentemente o vieron incluso una oportunidad espuria para hacer dinero con la educación virtual. Fue un pequeño grupo de madres y padres —a quienes se les tildó de locos— la fuerza motora para que el país entrara en razón. La comunidad educativa de Perú debe reflexionar sobre su rol en aquellos años.

Si algo ha quedado de positivo de aquello es que nadie —salvo los gobernantes— quiere regresar a una educación virtual que no funcionaba; que los padres no quieren tener que volver a tomar la decisión dramática de dejar encerrados a sus hijos en casa a solas para lograr algo que comer; que los niños necesitan socializar para desarrollarse. “¿Después de haber estado encerrados en el covid, ahora vuelven a encerrar a los niños? ¡Eso no es posible, los niños necesitan estudiar, la educación es primero!”, se queja en un video publicado en redes Abilia Ramos, presidenta de las Ollas Comunes en San Juan de Lurigancho.

¿Qué incentivos tiene el ministro de Educación del Perú para aprobar que 2,4 millones de alumnos pierdan clases presenciales con el objetivo de tratar de asegurar el buen tránsito de Lima durante una cumbre? Ha llegado a defender –con dosis de cinismo– que es una oportunidad para que los padres estén con sus hijos y a decir que, con los colegios cerrados, no se está perdiendo nada.

Se le tiene que reconocer el mérito de poner de acuerdo en algo a un país irreconciliable, recibir críticas de los mismos empresarios interesados en el buen desempeño de la Cumbre de la APEC, colegios, universidades, todo el espectro ideológico de periodistas, gremios; ha logrado lo imposible en un Perú cada vez más ingobernable, desigual y pobre y con un Gobierno que cuenta con una desaprobación del 92%.

La vida en otros planetas es una exitosa obra de teatro dirigida recientemente por Mariana de Althaus que explica la situación de la educación pública en Perú a través de la mirada de profesores y alumnos. Te hace ver la importancia de la buena educación y las brechas educativas del país. Si el ministro de Educación la hubiera visto, es muy difícil que se atreviera a cerrar las escuelas con la indolencia con la que lo hace actualmente. Ojalá los presidentes asistentes a la cumbre se lo hagan saber, a pesar del tráfico.

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