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En colaboración conCAF
Desarrollo sostenible
Columna
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Nuevos aires para la integración de América Latina y el Caribe

No podemos abordar la integración latinoamericana y caribeña de manera aislada o haciendo la guerra por cuenta propia. Necesitamos poner en valor los beneficios de una región cohesionada

Puente de la Amistad
El Puente de la Amistad sobre el río Paraná, entre Brasil y Paraguay.Emilio Sanabria (AP)

La integración latinoamericana es uno de los anhelos más presentes en el imaginario de la región. A lo largo de la historia, fue una idea romántica que estuvo cerca de tocar tierra, pero ha sido un camino difícil, con innumerables obstáculos en la vía, con puentes sin construir y fronteras por unir.

Existen grandes déficits en financiación de infraestructuras: mientras que la inversión en infraestructura de transporte en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) alcanza los 505 dólares per cápita al año, el promedio para los países de América Latina y el Caribe es de 87 dólares. Estas cifras muestran las oportunidades de desarrollo que estamos dejando escapar, y reflejan la deuda histórica que tenemos con las aspiraciones de la región.

Pero han llegado a la región nuevos aires que pueden darle la vuelta a esta inercia y lograr que la integración de América Latina y el Caribe se convierta en un motor de crecimiento económico, de bienestar social, de una mayor competitividad y de liderazgos más trascendentes en tendencias globales como la transformación digital, el cambio climático, la seguridad alimentaria o los flujos migratorios.

Estos aires se originaron en mayo de este año, cuando se anunció el Consenso de Brasilia y desde CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe comenzamos a trabajar con el Gobierno de Brasil y el BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social). A esta iniciativa se sumaron el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y Fonplata, instituciones financieras regionales, en una muestra de que el trabajo colaborativo es necesario para lograr el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe.

El resultado es la movilización de hasta 10.000 millones de dólares en proyectos de integración estratégicos, de los cuales 3.000 millones de dólares los aportará CAF. Se trata de un esfuerzo colectivo entre países y organismos internacionales para reflotar iniciativas de integración e impulsar proyectos de infraestructura que faciliten el comercio y los servicios entre los países de Suramérica. Estos fondos se enmarcan en la iniciativa Rutas de Integración, firmada en Río de Janeiro en presencia de Lula da Silva.

Solo bajo este lente colaborativo lograremos superar las grandes brechas que tenemos en relación a otras regiones. Por ejemplo, desde mediados de la década de los noventa, solo el 15% de las exportaciones de América Latina y el Caribe provienen del comercio intrarregional, mientras que en Europa suponen el 60%, en América del Norte el 45% y en el Este y Sudeste de Asia el 35%.

Uno de los principales obstáculos tiene que ver con la geografía: somos sierra, desierto, páramo, Andes, glaciares, Caribe y Pacífico. El salto en materia de integración solo es posible con más y mejor infraestructura física, energética y digital. En materia energética, por ejemplo, a pesar de tener una importante capacidad de producción de energía, no hemos logrado conectar a Suramérica con Mesoamérica y tampoco con el Caribe.

Otro reto está en la reducción de los costos logísticos. Los camiones, por ejemplo, no ruedan a la velocidad promedio global: en Europa van a 80 km/h, y en América Latina y el Caribe a 18 km/h. También estamos condicionados por los actuales procesos y dinámicas de comercio intrarregional, como un México muy conectado a Estados Unidos en el norte, un Brasil que puede abrirse más a la región, y países pequeños y grandes que deben conectarse más y mejor.

La situación en las fronteras (barreras arancelarias y no arancelarias) es otro de los cuellos de botella de la integración. En Argentina, Brasil, Chile o Colombia, los costos de medidas técnicas, como las sanitarias y fitosanitarias o los requerimientos de etiquetado, equivalen a aranceles de entre 4% y 6%. Además, en la mayoría de los pasos fronterizos en América del Sur opera un doble control documental y de inspección que incrementa los tiempos y costos de cruzar las fronteras.

No podemos abordar la integración latinoamericana y caribeña de manera aislada o haciendo la guerra por cuenta propia. Necesitamos visiones y voces multidimensionales que nos ayuden a entender mejor y poner en valor los beneficios de una región cohesionada, coordinada y unida por el bienestar económico y social de los latinoamericanos y caribeños.

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