Un grupo de teatro versus un imperio inmobiliario: la lucha por el Parque del Río Bixiga en São Paulo
Se disputan un terreno de más de 10.000 metros cuadrados en un espacio que alberga la emblemática compañía Teatro Oficina en un edificio reformado por la arquitecta Lina Bo Bardi
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El Teatro Oficina no tiene telón ni platea. Es un edificio de 1920 convertido en calle en los ochenta por la arquitecta Lina Bo Bardi y reconocido en 2015 como el mejor teatro del mundo por The Guardian, en la categoría de proyecto arquitectónico. Allí se difuminan las barreras entre actores y público, interior y exterior, naturaleza y técnica. Es un pasaje de nueve metros de ancho y 50 de largo, donde los espectadores están integrados en el acontecimiento teatral y se sientan libremente en estructuras de andamios de tres alturas. Es un terreiro, lugar de culto de las religiones afrobrasileñas como el Candomblé. Hay una fuente, tierra, vegetación y un ventanal enorme que da a un teatro más amplio: la ciudad de São Paulo. El cielo, el sol, la luna, las copas de los árboles, los sonidos urbanos o de la lluvia se cuelan por el ventanal y por el techo retráctil. Como telón de fondo, el Minhocão, una vía elevada por la que pasan miles de vehículos a diario.
José Celso Martinez Correa, ‘Zé Celso’, baja de un coche a las puertas del teatro, en el céntrico barrio popular Bixiga. El actor y dramaturgo al frente del Oficina fundó la compañía en 1958 junto a otros estudiantes de Derecho de la Universidad de São Paulo y desde entonces es uno de los directores teatrales más revolucionarios de Brasil. El Teatro Oficina se ha convertido en un baluarte de la contracultura del país y ha desarrollado un lenguaje propio, protegido como patrimonio inmaterial. Con 86 años, Zé Celso camina despacio y sonriente, como si anduviera por casa. Conoce el edificio desde 1961, cuando el grupo de teatro aficionado se profesionalizó y lo alquiló. Atraviesa el portón rojo de entrada y desciende por la rampa de madera de cincuenta metros de largo que perfila el desnivel natural del terreno. Esta noche viste túnica azul y collares de pueblos originarios de Brasil, como en la adaptación que hizo del libro Os Sertões de Euclides da Cunha. Hoy, participa en el ensayo del espectáculo Mutação de Apoteose, dirigido por Camila Mota, que se estrenó el 27 de mayo. La pieza, que combina teatro, música y arte multimedia, celebra los 65 años del Teatro Oficina y reúne a más de 70 artistas. La describen como un Carnaval multiespecie, una filosofía vegetal, una ficción especulativa contra la monocultura del pensamiento.
El Teatro Oficina es vanguardista y, como defensor firme de la libertad de expresión, ha vivido varias crisis fuertes desde la dictadura militar del 64. La peor, cuando Zé Celso fue torturado por el régimen y tuvo que exiliarse durante cinco años, entre el 74 y el 79. La última, durante los cuatro años del Gobierno de Bolsonaro, que acabó con el Ministerio de Cultura y desmanteló el Instituto de Patrimonio Histórico (IPHAN). Se acabaron las ayudas públicas, sólo contaban con el dinero de taquilla y sobrevivieron a duras penas. “La vuelta de Lula va a ser extremadamente positiva para la cultura, con la cantante bahiana Margareth Menezes como ministra”, piensa el director.
Zé Celso también ha vivido las tres reformas del edificio desde el incendio de 1966. La última y más importante es la de la reconocida arquitecta italobrasileña Lina Bo Bardi junto al arquitecto Edson Elito, que transformó radicalmente el espacio en un proceso largo, entre 1984 y 1993. Tras la renovación, la compañía fue rebautizada como Teat(r)o Oficina Uzyna Uzona. “Uzyna es el lado serio, racional y Uzona el lado libre, poético, desorganizado, sexual… Una explosión”, explica Zé Celso con una mirada brillante. “Lina es una genia similar a Da Vinci”, piensa. Trabajaron muchos años codo a codo en el Oficina, desde que ella empezara creando escenografías hasta que transformó el edificio con la voluntad de extenderse y trascender sus paredes. “Una de las cosas que hizo fue plantar un árbol dentro”, recuerda. Ese árbol, pegado al ventanal y que ahora sobrepasa en altura al edificio, se abrió camino hacia fuera casi de manera poética, como si supiera de las ganas que tenían de romper muros y colonizar el entorno. En este caso, un barrio popular históricamente cultural, pero amenazado duramente por la especulación inmobiliaria, como todo el centro de la ciudad.
Una lucha de cuatro décadas
“La especulación inmobiliaria en el barrio de Bixiga es como los incendios en la Amazonia, una violación de la tierra”, denunciaba Zé Celso en la Cámara Municipal de São Paulo en 2019, cuando acudió a una de las votaciones del Proyecto de Ley para la creación del Parque del Río Bixiga. La lucha comenzó hace cuatro décadas. A partir de 1980, el grupo constructor que preside el conocidísimo presentador de televisión y empresario voraz Silvio Santos, de 92 años, fue adquiriendo y derruyendo los sobrados -casas coloniales- de la manzana del teatro, incluida la primera sinagoga de São Paulo, para construir un centro comercial. No consiguieron comprar el edificio del Oficina gracias a la fuerte movilización en contra, secundada por personalidades de la cultura brasileña de peso como Gilberto Gil, y que desembocó en la expropiación del edificio en 1982. Desde entonces, pertenece al Estado y está protegido por la Secretaría de Estado de Cultura. A partir de 2010, quedó triplemente blindado a nivel municipal, estatal y federal. Tampoco pueden echar a la compañía, porque el espacio protegido está vinculado a su actividad, pero hace 43 años que existe una disputa por el terreno de más de 10.000 metros cuadrados que rodea al teatro. El proyecto de centro comercial del Grupo Silvio Santos fue denegado y presentaron otro, vigente hasta hoy: tres torres de vivienda de 28 plantas y unos 100 metros de altura, que harían sombra al teatro y al barrio con menos zonas verdes por habitante de São Paulo. Pero el Teatro Oficina no cesa en su empeño de dar un uso público a lo que ahora es un descampado con un aparcamiento de vehículos improvisado.
“El tiempo está siendo muy importante en nuestra lucha”, explica Marília Pirajú, arquitecta y directora de arte del Teatro Oficina. “Al principio pensamos en construir un edificio cultural, pero después de negociar con el Grupo Silvio Santos y que nos permitiera usar el terreno, nos dimos cuenta de la importancia de ese vacío en el barrio. No tenía sentido construir”. Abandonaron la primera idea. Después se enteraron de que el nivel freático estaba a pocos metros, de que el río Bixiga cruzaba el solar canalizado y que su agua aún es potable. Y empezaron a pensar en un proyecto dirigido por la naturaleza del lugar, por su topografía y geomorfología. “El río Bixiga rasga el terreno entero en diagonal. La zona se inunda cada vez que llueve, no se puede hacer un proyecto allí sin considerar la presencia del agua”, dice la arquitecta que forma parte de la compañía teatral desde 2011.
“São Paulo ha tapado casi todos sus ríos, se ha despreciado mucho la hidrografía de la ciudad. Este parque sería muy importante simbólicamente”, dice Roderick Himeros, actor de la compañía desde hace 14 años. El Movimiento Popular por la Creación del Parque del Río Bixiga, que apoya el Teatro Oficina, propone renaturalizar el río y crear un parque público ligado a iniciativas culturales y con un trecho del cauce a cielo abierto. “Será un lugar donde se cultiven las biodiversidades naturales, sociales y transhumanas”, explican en un video de Instagram grabado a medias entre Zé Celso y la actriz y artista multimedia Cafira Zoe.
Una boda y un relevo
Rodrigo Andreolli, de 38 años, es otro de los actores que participa en el ensayo de hoy. Forma parte de la compañía desde 2006 y conoce bien las luchas que la trascienden. “Este es un teatro de trance, de implicación del cuerpo, pero también político y social. Entendemos la transformación mágica de las cosas a partir de la acción teatral”, dice. Trepa por las escaleras de gato pegadas al ventanal, se desplaza ágilmente por las pasarelas metálicas y mira el descampado ocupado por un puñado de coches. “Para crear un parque aquí, hay que conseguir una alineación de los poderes públicos. Hemos mantenido conversaciones en todas las instancias, pero hay falta de voluntad política”, añade. Piden al Ayuntamiento que expropie el terreno y a cambio ofrezca uno del mismo valor en otro lugar de la ciudad. Andreolli cree que al Grupo Silvio Santos le conviene el intercambio y que, si no se crea un parque, es por falta de visión del poder público, porque sería un proyecto modelo. “El afloramiento de los ríos y la recuperación de zonas naturales son discusiones muy vivas en los grandes centros urbanos para generar ciudades más saludables. Pero se piensa de manera muy inmediatista, no hay un pensamiento ecológico”, se lamenta.
Y pone de ejemplo el proceso de creación del Parque Augusta, a poco más de un kilómetro. “En el caso del Parque del Río Bixiga, que también nace de la lucha de movimientos sociales, se podría estudiar el proceso de urbanización y desarrollar una estrategia para crear espacio público de calidad minimizando la violencia de los procesos de gentrificación asociados”, afirma. El objetivo sería asegurar la continuidad de los habitantes de la región, tradicionalmente de clase popular, descendientes de esclavos e inmigrantes nordestinos e italianos.
Zé Celso está convencido de que con la vuelta de Lula verá por fin un parque alrededor del Teatro Oficina. Con casi nueve décadas de vida, el director prepara la adaptación de A Queda do Céu (La caída del cielo), libro de las conversaciones del chamán yanomami Davi Kopenawa, grabadas por el antropólogo francés Bruce Albert. “Estamos afinando la dramaturgia. Vamos a trabajar con muchos indígenas”, cuenta, repleto de ganas de luchar y de crear. “Algún día me moriré y, para garantizar la continuidad del teatro, me voy a casar con el actor Marcelo Drummond”, dice. Es el más veterano del Oficina y un compañero de vida al que quiere pasar el testigo. Para ello, van a celebrar su unión amorosa y creativa en un ritual artístico-ecuménico que se celebrará el próximo 6 de junio en el Teatro Oficina. Habrá actuaciones de artistas como Marina Lima o Daniela Mercury. Entre los invitados, están el Presidente Lula da Silva y el empresario Silvio Santos, a quien piden un regalo muy especial: que ceda el terreno a la ciudad de São Paulo. A parte de ser una demanda provocativa, Zé Celso dice que no es del todo broma, tiene esperanza de que el magnate de los medios de comunicación acepte. Y si no, confía en que el actual Gobierno de Lula consiga expropiarlo y que la manzana del Teatro Oficina se convierta en el pulmón del barrio de Bixiga, como ya planeaba la revolucionaria Lina Bo Bardi.
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