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En colaboración conCAF

El exitoso colegio chileno que forma “agentes frente al cambio climático”

Una escuela de Santiago fue premiada en la COP27 por su activo rol en responder a los desafíos climáticos. Tienen una huerta orgánica, reciclaje y paneles solares que son referentes de su comunidad

Colegio Colonial de Pirque
Alumnas del Colegio Colonial de Pirque trabajan en la huerta.sofia yanjari

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Detrás de una pérgola rústica con un techo de coligues y bancos de madera, un simple cartel de fondo azul dice en letras amarillas pintadas: “Bienvenidos a la huerta”. A su alrededor, hay camas de cultivo, un horno de barro y una zona de compostaje, donde dos niños armados de palas pican hojas, les echan agua y revuelven la tierra. Tienen solo 9 y 10 años, pero trabajan con naturalidad mientras una de sus profesoras, Katherinne Ramírez, les explica el proceso de descomposición de la materia que lleva a hacer la tierra más fértil.

Así es como los alumnos del Colegio Colonial de Pirque –una zona periférica y más campestre de Santiago (Chile) — pasan una de su horas de clases en la asignatura “permacultura y sustentabilidad”. Preparan el suelo, lo cultivan, lo limpian, lo mantienen. Y es una materia que toma cada uno de los 256 niños del colegio, ya sean preescolares o estudiantes a punto de terminar e irse a la universidad.

El colegio Colonial de Pirque fue uno de los cuatro establecimientos educacionales latinoamericanos premiados en la COP27 por su rol activo en responder a los desafíos del cambio climático. Entre los cuatro ganadores de este premio llamado “Guardianes del Clima” y otorgado por Unicef, la Fundación Meri y la Oficina de Educación Climática de la Unesco, se encuentran también un colegio de Honduras, otro de Colombia y otro más de Argentina. A nivel regional se presentaron 175 proyectos al certamen.

Huerta del Colegio Colonial de Pirque
Dos alumnas deshierban en la huerta.sofia yanjari

“El concurso Guardianes del Clima pretende reconocer y promover la labor de docentes pioneros y pioneras ante el cambio climático, una crisis que amenaza los derechos de la infancia”, explicó Youssouf Abdel-Jelil, director regional adjunto de UNICEF para América Latina y el Caribe, cuando se abrió la convocatoria. Según el Índice de Riesgo Climático de la Infancia de Unicef, nueve de cada 10 niños y adolescentes en la región están expuestos a los efectos del cambio climático. Se estima que 55 millones de ellos podrían sufrir las consecuencias de la escasez de agua y 60 millones las de los ciclones.

Primer punto de reciclaje comunal

Las iniciativas verdes del colegio Colonial comenzaron hace aproximadamente 12 años. En esa fecha, por el contacto que tienen las familias de Pirque con la naturaleza, los apoderados expresaron su interés en que la escuela viviera en concordancia con el entorno. Un grupo de profesores se motivó y con el apoyo del rector, los dueños y los directores, postularon a la certificación ambiental que le ofrece el Ministerio de Medio Ambiente chileno a los establecimientos escolares que desarrollan estrategias de educación ambiental en sus comunidades escolares.

Katherinne Ramirez, profesora y encargada del area de sustentabilidad del colegio.
Katherinne Ramirez, profesora y encargada del area de sustentabilidad del colegio.sofia yanjari

Ramírez, una de las profesoras y coordinadora de la gestión ambiental del colegio, explica que esa certificación les permitió tener una hoja de ruta para empezar a trabajar. Lo primero que hicieron fue crear la asignatura de “permacultura y sustentabilidad”, que se centra en la huerta y apunta al desarrollo integral de los niños. Al comienzo, el espacio de cultivo era pequeño con solo plantas medicinales, pero fue creciendo. Hoy el terreno es de 900 metros cuadrados, cuenta con 50 árboles nativos de bosque esclerófilo y 15 frutales, además de las hierbas y de los cajones sembrados con vegetales.

“Hay mucho trabajo práctico para que sea más significativo para los chicos, porque con mucha teoría se aburren. Además, promovemos el trabajo multidisciplinario con las otras asignaturas, ya sea matemáticas, tecnología, arte o filosofía”, dice Ramírez, quien es profesora de ciencias naturales en la enseñanza básica. “Esta educación tiene que ser transversal o se pierde el sentido y los niños lo terminan viendo como algo aislado y no como algo orgánico”, agrega.

Otra de las iniciativas emblemáticas del colegio fue el reciclaje. Se hace en todas las salas y a un costado del recinto escolar hay un amplio estacionamiento con piso de tierra y, al fondo, un punto limpio. En un inicio, ese lugar era solo un pequeño punto verde para uso exclusivo del colegio, pero la determinación de la comunidad escolar por avanzar en la protección del entorno permitió darle otra dimensión.

Poco después de que el colegio consiguiera la certificación ambiental, Ramírez invitó a un grupo de apoderados a crear un comité ambiental con personalidad jurídica que permitiera postular a financiamiento para desarrollar proyectos más amplios. Desde un inicio, el comité fue ambicioso. Lo primero que hizo fue postular a un fondo de protección ambiental (FPA) de 32.500 dólares, y se lo ganó. “Ahí empezamos a soñar”, dice Cristina Pavez, ingeniera forestal y secretaria del comité ambiental que incluye una decena de personas.

“Se nos ocurrió hacer el primer punto limpio de la comuna, pero uno de verdad, que tuviera un administrador, fuera grande y que se combinara con la entrega de educación ambiental a los usuarios”, agrega. Hoy, el punto limpio es todo un éxito. Al menos 100 residentes de Pirque lo visitan cada semana.

Cristina Pavez, apoderada y secretaria del comité ambiental en el Colegio Colonial de Pirque.
Cristina Pavez, apoderada y secretaria del comité ambiental en el Colegio Colonial de Pirque.sofia yanjari

Luis Campos, rector del colegio, ha sido uno de los promotores del enfoque verde del colegio. “El comité existe hace unos ocho años y trabaja con autonomía pero inserto en nuestro colegio. Con eso se logró algo mucho más potente, nos dio mucho más respaldo”, dice Luis.

Efectos terapéuticos

Arrodillada delante de una de las camas de cultivos, Paula Tapia, de 12 años, arranca con cuidado unas hojas de la tierra sembrada y las deja a un lado. Así desmaleza y limpia los vegetales que crecieron este año. Dice que cuando su curso viene al huerto, los dividen en tres grupos: uno desmaleza, otro riega y otro hace almácigos. Cada alumno se integra al que quiere. “Desde pequeñita que hemos hecho esto. Me gusta, me relaja”, narra.

El efecto terapéutico del trabajo con la tierra y al aire libre, dicen apoderados y profesores, es innegable. Pavez, quien además se desempeña como sostenedora de un colegio en la comuna vecina de Puente Alto, lo ha visto tanto en su lugar de trabajo como con sus hijos.

“He podido comprobar que les trae mucha tranquilidad a los niños. Ayuda a trabajar en equipo, a mantener la calma. Cuando trabajan en la huerta, están en contacto con el medioambiente, tocan la tierra, las lombrices, vuelven a su centro y regresan renovados al aula”, dice.

Paula Tapia, alumna del Colegio Colonial de Pirque.
Paula Tapia, alumna del Colegio Colonial de Pirque.sofia yanjari

Otra ventaja, agrega Pavez, es que le permite a los alumnos apropiarse de su espacio. “Al ser parte de algo que comenzó como una semillita y después verlo planta, o al ver los mismos árboles crecer, ellos logran una identidad, dicen: ‘Yo hice esto’, y mantienen el cariño por la escuela”.

Los talleres Botiquín natural y Del huerto a la mesa, que creó la profesora Ramírez son un ejemplo de eso. Tanto ella como el resto de docentes se capacitan permanentemente en educación ambiental, pero ella además ha tomado cursos para realizar esos talleres. En el primero usan las hierbas medicinales que plantan —y luego preparan en un deshidratador artesanal que tienen— para hacer productos cosméticos: desodorantes de caléndula, agua de rosas, cremas con distintos aromas. En el segundo, en tanto, utilizan las verduras que cultivan para cocinar. El último menú incluyó pizza con tomates, rúcula y orégano de la huerta. De esa manera, los alumnos viven todo el ciclo y le dan utilidad a lo que siembran.

Huerta del Colegio Colonial de Pirque
Alumnos trabajan la composta de residuos orgánicos del colegio. sofia yanjari

Abrir fronteras

En los últimos años, los resultados obtenidos han llevado a la comunidad escolar del Colegio Colonial a querer abrir fronteras. Y así como lograron que el punto limpio se convirtiera en un referente para la comuna entera, han buscado maneras de proyectar la educación ambiental más allá del colegio.

Luis Campos, el rector, explica que han visto cómo este tipo de educación se fue diseminando, primero hasta las casas de los alumnos, donde las familias replican el modelo del colegio creando sus propias huertas o reciclando, y luego hasta otros colegios con los cuales trabajan ahora. La municipalidad de Pirque también se ha involucrado. Una señal de esa apertura es el hecho que el comité ambiental incluye actualmente una inspectora y apoderados de otros colegios.

El foco de la labor del comité también se ha ampliado. Hoy se dedica a apoyar a otros establecimientos de la comuna para que obtengan la certificación ambiental del ministerio. Para eso, conformó una red público-privada de colegios donde van a hacer capacitaciones y que ayudan en el camino hacia una mayor concientización respecto a la importancia de la educación ambiental.

“Siempre pensamos que para darle sustentabilidad a esto había que involucrar a más personas y que los proyectos pudieran tener vida”, dice Pavez. A la fecha, tres colegios más consiguieron la certificación ambiental, pero uno la perdió. Por eso, el comité acudió a la municipalidad para buscar maneras de asegurar en conjunto que estos procesos se mantengan en el tiempo.

“Es importante que esta no sea una cosa exclusiva porque queremos tener impacto. El abrirnos a la comunidad, el compartir, el ser más solidarios ha hecho una diferencia, porque si esto no se expande no sirve”, dice Ramírez.

No hay duda de que esa mirada ayudó a que el Colegio Colonial estuviera entre los ganadores del Premio Guardianes del Clima. Francisca Cortés Solari, presidenta ejecutiva de la Fundación Meri, lo destaca.

Huerta del Colegio Colonial de Pirque
Santiago Colvin, un vecino de la comunidad, asiste al punto limpio del lugar a dejar su reciclaje una vez a la semana. sofia yanjari

“(Sus) iniciativas admirables le han permitido transformarse en un pilar de la sustentabilidad a nivel comunal, permitiendo que entre todos colaboren para la protección del medioambiente. Otro punto destacable es su vocación para que niñas, niños y adolescentes desarrollen su intelecto y habilidades físicas, su capacidad de maravillarse con la naturaleza, de tomar decisiones pensando en ella y de organizarse para incidir en lograr un mundo mejor”, dice.

La determinación del equipo de estos guardianes del clima chilenos no solo ha permitido abrir puertas en la comuna. Ramírez y otros miembros del comité han participado en dos ocasiones en foros internacionales. En 2017, fueron a Ecuador a los premios América Verde y, en 2019, a la COP 25 en Madrid. Este año, además, Ramírez participó virtualmente en la TeachersCOP de la COP 27. Son encuentros que le gustan, dice, por el reconocimiento que se le hace al trabajo de los profesores a través del mundo y por la posibilidad de sacar ideas de proyectos de otros países.

“Por ejemplo, la de la valorización de los residuos que podría ser un paso más en nuestro punto limpio o su optimización con tecnología”, dice. Por ahora, el colegio se enfoca en terminar de instalar paneles solares y aspira a desarrollar un proyecto de recuperación de aguas grises para enfrentar la crisis hídrica y poder regar la cancha de fútbol y otros espacios verdes del recinto escolar.

“Como profesores sabemos que marcamos a los niños”, dice Ramírez. “Este es nuestro legado, nuestra huella. Estamos formando generaciones para que realmente impacten en distintas áreas. Aquí formamos agentes de cambio frente al cambio climático que estamos viviendo”.

Huerta del Colegio Colonial de Pirque
Un cartel en la huerta del colegio.sofia yanjari


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