Norma Muñoz: “La gente no está informada de los efectos del sargazo, dice que las afectaciones las mandó Dios”
La coordinadora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones del Instituto Politécnico de México lidera una investigación sobre los efectos en la salud de la macroalga
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Los pobladores de Punta Allen se mantienen ajenos al acontecer del mundo. El pueblo de pescadores de apenas 400 habitantes se ubica en el extremo sur de la Riviera Maya, en el Estado de Quintana Roo, escondido en la reserva de la biosfera de Sian Ka’an, México. Además del difícil acceso por la falta de caminos pavimentados, la localidad no tiene señal para celular, y cuenta con electricidad solo a ciertas horas del día. No hubo contagios de covid, pero tampoco tenían cómo saber que los mareos, cansancio, ardor en los pies y ojos que sufren algunos pescadores son los efectos de convivir con el sargazo que arriba a las playas cada vez en una mayor cantidad.
Se enteraron recientemente cuando un grupo de investigadores arribó al lugar. Norma Patricia Muñoz Sevilla, coordinadora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones y Estudios sobre Medio Ambiente y Desarrollo del Instituto Politécnico Nacional de México y su equipo los entrevistaron como parte de los estudios que hacen sobre el impacto ambiental del sargazo y sus efectos en la salud pública. “La gente no está informada y dice que las afectaciones que tiene las mandó Dios”, dice Muñoz.
El fenómeno también ha destruido sus bienes. “Hay un efecto corrosivo de los gases (ácido sulfhídrico, amoniaco y metano) que ha averiado sus aparatos electrónicos, refrigeradores, televisiones y teléfonos”, advierte. Tras más de 150 entrevistas a lo largo de la costa del Estado, no tiene dudas sobre los efectos de esa marea parda en la salud de la población, sobre todo de quienes tienen contacto directo con ella. “Ya no es que creamos que los está afectando, es así”, dice en entrevista con América Futura.
El sargazo es una macroalga cuya proliferación comenzó a sentirse en 2011 llegó en el Caribe mexicano, el extremo este de la península de Yucatán. Desde 2015 no ha dejado de arribar. Según la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo, llegan unas 200.000 toneladas al año, con impactos negativos para el ambiente, las playas y el turismo. “Es un problema económico, ambiental y también de salud pública”, afirma Muñoz Sevilla.
Pregunta. ¿Cómo llega el sargazo al Caribe mexicano de manera creciente?
Respuesta. Es una especie viva que se reproduce en su camino y se nutre en el océano Atlántico, en la costa oeste de África, luego llega a la costa este de Sudamérica y posteriormente al Caribe. Cuando llega a la desembocadura de los grandes ríos, como el Congo, Amazonas y Orinoco, se nutre tremendamente y se duplica. En 10 días, un metro cúbico de sargazo puede convertirse en seis metros cúbicos.
P: ¿Qué relación tiene con el cambio climático?
R: Los modelos conceptuales de cómo se mueve y por qué, nos indican que la superficie del mar ha subido su temperatura. Las corrientes marinas han sufrido cambios en sus direcciones y movimientos en virtud de la contaminación de la masa de agua en el océano. Los vientos tienen una afectación importante también. Todo esto ha logrado que el sargazo se desprenda, se derive hacia el sur del océano Atlántico, pasando el Ecuador.
P: ¿Cómo empiezan a investigar los efectos en la salud?
R: Recientemente cinco países del Caribe ganamos un proyecto para establecer estaciones fijas para monitorear la calidad del aire y poder definir cuáles son las concentraciones de gases que el sargazo provoca. La isla de La Martinica lideró el proyecto, y nos otorgó todos los equipos que instalamos en Quintana Roo en septiembre. Este año también hicimos encuestas y entrevistas a lo largo de la costa con la gente que trabaja en quitarlo.
P: ¿En dónde colocaron los equipos?
R: Abarcamos desde Cancún hasta la frontera con Belice, se instalaron 12 equipos a lo largo de 700 kilómetros.
P: ¿Cuál es la experiencia de la Martinica en este tema?
R: Desde hace cinco años están trabajando con un semáforo que determina en tiempo real la concentración de gases, y cada día envían un boletín informando a su población sobre la calidad del aire para que no se acerquen. Es a lo que aspiramos hacer en el país.
P: ¿A quiénes entrevistaron?
R: Hicimos más de 150 entrevistas desde el sur hasta el norte del Estado, y les preguntamos cuáles eran sus padecimientos. Los sargaceros trabajan para los hoteles o el Gobierno en la orilla de la playa, ocho horas al día, sin protección. Pero no hay forma de que saquen el sargazo de manera constante por lo que se descompone y emite gases a la atmósfera.
P: ¿Qué tipo de gases emanan del sargazo?
R: Ácido sulfhídrico, amoniaco y metano. Cuando llega a la playa deja de ser un recurso natural y se descompone, se convierte en un residuo peligroso.
P: ¿Qué respondían las personas en las entrevistas?
R: Dicen que sienten que se les están quemando los pies, tienen problemas respiratorios, cambian de humor, problemas de la vista, algunos pierden el conocimiento por los gases. En la Martinica los trabajadores (que remueven el sargazo) llevan botas, equipo de protección, máscara, guantes, gorro. Aquí lo hacen sin zapatos, sin guantes, sin cubrebocas, a veces sin playera, porque hace calor.
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