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Los claroscuros de la Alcaldía de Rodolfo Hernández

El candidato a la Presidencia de Colombia saca pecho por haber reducido a cero el déficit de Bucaramanga, pero un caso de corrupción y una denuncia por acoso laboral nublan su gestión en el sector público

Rodolfo Hernández , candidato a la Presidencia de Colombia
El candidato presidencial, Rodolfo Hernández, el pasado 4 de junio en el estadio Atanasio Girardot, en Medellín.Luis Eduardo Noriega A. (EFE)

Rodolfo Hernández llegó a la Alcaldía de Bucaramanga con la promesa de acabar con la corrupción, luchar contra la politiquería y no pactar con partidos políticos tradicionales. Su discurso le sirvió para quedarse con la jefatura de la capital de Santander por un poco más de 4.000 votos, frente a Carlos Ibáñez, del Partido Liberal. Hernández lo consiguió bajo las banderas que su hermano, Gabriel, levantó alrededor de su movimiento cívico Lógica, ética y estética, el mismo con el que inscribió su candidatura a la Presidencia de Colombia.

Como al inicio de esta campaña lo era para la mayoría de colombianos, en 2016, cuando se convirtió en el alcalde de la ciudad en el nororiente del país, pocos bumangueses conocían a Rodolfo Hernández, lo que sí ya era muy famosa era su constructora HG, con la que ha hecho una fortuna de 100 millones de dólares.

El ingeniero, como se ha hecho conocido desde entonces, llevó una Administración que estuvo rodeada de episodios mediáticos, como la famosa cachetada al concejal John Claro o el desfile de jóvenes que cada mes llegaban a su despacho para que él mismo les diera dinero que donaba de su sueldo. O también los reclamos de quienes esperaban que les cumpliera la promesa de los 20.000 hogares felices, el programa con el que supuestamente iba a garantizarles el mismo número de casas a familias de bajos recursos, pero que al final no cumplió. “¿No se pudo hacer todo? Pues no”, dijo desafiante el candidato hace poco en una entrevista radial cuando le cuestionaron por no haber llevado a cabo una de sus principales promesas de campaña.

Ciro Gamboa es un abogado que conoce a Rodolfo desde hace cinco décadas, cuando Hernández era concejal y él, personero de Piedecuesta. Años después trabajó como jefe de control interno del Instituto de Salud de Bucaramanga y dice que Hernández fue un alcalde exigente, un hombre de “realizaciones” y que acabó con los “pliegos sastre con los contratos a medida”, como explica el abogado, que dice que “siempre hubo un promedio de 30 a 35 proponentes por cada obra”. También odiaba las trabas burocráticas y la impuntualidad. “Dio la orden de que las cuentas que se pasaban a tesorería debidamente legalizadas debían ser pagadas ese mismo día y no dos o tres meses después, como solía ocurrir”, afirma Gamboa, que varias veces fue invitado a los famosos consejos de gobierno que cada viernes hacía de 7:00 a 11.00. “Si uno llegaba a las 7:02 la puerta ya estaba cerrada”, recuerda.

Ciro Gamboa
Ciro Gamboa, amigo y exempleado del candidato presidencial, Rodolfo Hernández, en Bucaramanga, Colombia, el 10 de junio de 2022.NATHALIA ANGARITA

Sus exfuncionarios, que el fin de semana firmaron una carta apoyándole, cuentan que además de estricto con la puntualidad, era excesivamente ahorrativo, incluso con recursos necesarios para adelantar programas sociales que justificaban una inversión. Rodrigo Fernández, asesor en contratación en su alcaldía y amigo suyo desde finales de los años setenta, dice que antes de firmar cualquier suma, por pequeña que fuera, hacía tres preguntas: “¿Si fuera su dinero, usted pagaría eso?, ¿vale la pena gastar ese dinero?, ¿qué ganan los pobres con ese gasto?”. “Los pobres”, Rodolfo ha vendido su discurso utilizando a “los pobres” en el centro de atención.

Sus defensores dicen que esa forma manejar los recursos, como si fueran de su cuenta bancaria, permitió que al final de su mandato las finanzas de Bucaramanga quedaran saneadas. Hernández recibió a la ciudad en 2016 con un déficit que superaba los 236.000 millones de pesos y la entregó en 2019 en cero. Esa es quizá su principal carta para mostrarles a los electores en la contienda por la Presidencia.

Félix Jaimes Lasprilla, quien sería el ministro de Infraestructura en un eventual Gobierno de Rodolfo Hernández, lo describe a este diario como una persona obsesiva con el trabajo, con una Alcaldía de puertas abiertas, práctico y con un estilo “de gerente de empresa privada”. Lasprilla asegura que Hernández tiene un enfoque multimodal para los problemas de infraestructura del país, preocupaciones financieras respecto a concesiones y que suele hablar de que existe un atraso en cuanto a vías en el nororiente de Colombia, donde está Bucaramanga, respecto del occidente.

El exgobernador de Santander, Miguel Arenas, dice que la Alcaldía de Hernández cumplió con acabar con la politiquería del Concejo municipal. “Años anteriores a Rodolfo, en Bucaramanga había una casta que se tomó la Administración y cada concejal era dueño de una secretaría. Llegó Rodolfo, se amarró los calzones y acabó con eso. Y también los acabó políticamente porque no volvieron a salir electos”, afirma. Reconoce que no pudo avanzar en todas las obras que se había propuesto, pero repite, como todos sus excolaboradores, que saneó las finanzas de la ciudad e hizo algunas obras en barrios populares, en el norte de la ciudad, como la recuperación de los centros de salud y los salones comunales (las llamadas ‘Agoras’). Además cumplió con la reconstrucción de la Biblioteca Gabriel Turbay, uno de los sitios más simbólicos de Bucaramanga, y con la adecuación de canchas deportivas y parques.

Durante su gestión también se crearon puestos que antes no existían, como la asesoría para asuntos de género, y otros más polémicos, por injustificados, como la oficina del Consejero para la Gobernanza, donde ubicó a Manuel Azuero, un joven que hasta entonces había trabajado como periodista y que terminó siendo alcalde encargado, cuando Hernández tuvo que renunciar por una sanción disciplinaria de la Procuraduría a pocos meses de que acabara su mandato. Azuero era su mano derecha, su escudero y su vocero. En Bucaramanga su papel fue cuestionado por su edad (menos de 30 años) y por la poca experiencia que tenía en el sector público. Pero no fue la única persona joven y con sin experiencia en el sector público que Hernández incluyó en su Gobierno.

Alejandro Alvarado fue asesor en temas de transparencia y lucha contra la corrupción durante toda la alcaldía. Llegó al cargo a los 24 años. Al ahora candidato a la Presidencia no le importa mucho la edad de la que gente de su equipo, lo que le importa -opina Alvarado- es que sepan sobre lo que él no conoce. “Sin haber estado en su campaña, un día me llamó Rodolfo y su hermano Gabriel como abogado privado, pero después me pidieron trabajar con ellos y terminé con una responsabilidad que no imaginé. Fue un privilegio”. El nombre de Gabriel aparece en varios relatos cuando se habla de la faceta de Rodolfo, el político. Fue su hermano menor, un filósofo al que todos califican de erudito, el cerebro detrás de la campaña que lo llevó a la alcaldía y quien fue clave para elegir a su Gabinete.

“Rodolfo no es un Trump ni un Bukele, él es él y es tan particular que pasará a la historia por ser Rodolfo Hernández y no la copia de alguien más”, cuenta Alvarado, que considera que la principal motivación de Hernández para meterse en una campaña presidencial a los 77 años no es otra que lo que él mismo llama “el sentido de transcendencia”. “Él quiere ser recordado, que su nombre pase a la historia”, dice el exfuncionario, al que solo dos puertas lo separaban de la oficina de Hernández. Desde allí vio, según cuenta, cómo cada mes aparecía un grupo de jóvenes a recibir de mano del propio alcalde el dinero que donaba de su sueldo a estudiantes de bajos recursos y con buenos rendimientos académicos. “Buscaban 40 o 50 alumnos de universidades públicas, de cualquier carrera, y los invitaban a la alcaldía a tomarse un café y recibir el dinero, que podían usar para lo que ellos quisieran. Era como 300.000 pesos y Rodolfo mismo se los entregaba. Nunca antes se había visto algo así”, dice Alvarado.

Ruby Morales
La periodista Ruby Morales sostiene en sus manos una carta de compromiso e inscripción para plan de vivienda firmada por Rodolfo Hernández.Nathalia Angarita

Para Ruby Morales también fue sorprendente trabajar con Rodolfo Hernández, pero por otras razones. “Creía que los recursos se manejaban como si fueran de su bolsillo, con órdenes al día que se cumplían y nada más. En el sector público no es así, es necesario cumplir una serie de requisitos”, dice la mujer que lo denunció por acoso laboral y que se hizo conocida por un audio en el que ante los peros que le puso al alcalde por algo que no se podía hacer, este le grita: “Me paso la Ley por el culo” y le exige que lo haga. La pelea era porque el alcalde insistía en escribir un comunicado a la prensa el apodo y no el nombre de pila de su funcionario de más alto grado. A Manuel Azuero siempre le ha gustado que lo llamen Manolo y Hernández quería que las comunicaciones se manejaran así, como lo quería uno de sus funcionarios más cercanos.

También tuvieron un enfrentamiento, cuenta Morales, porque Hernández quería agilizar, sin cumplir con los tiempos previstos, el pago a uno de unos asesores argentinos que trabajaron con él desde los noventa hasta hace unos meses. “Le expliqué que eso se tardaba unos días y ahí tuvo un ataque de ira”, cuenta. Morales no duró mucho en la Alcaldía, pero dice que fue suficiente para ver que Rodolfo Hernández entregó la Administración a personas que, según ella, no tenían conexión con la campaña ni un compromiso ciudadano. “Temo que eso mismo haga si llega a ser Presidente”, dice la exfuncionaria. El mayor lunar de su Administración, sin embargo, ha sido un presunto caso de corrupción por el delito de interés indebido en la celebración de contratos. En ese pleito legal está relacionado uno de sus cuatro hijos, Luis Carlos. El próximo 21 de julio empieza el juicio en su contra.

En Bucaramanga, de donde viene un respaldo importante a la aspiración presidencial de Hernández, más de la mitad de los ciudadanos quedaron satisfechos con su desempeño como alcalde, según la encuesta Bucaramanga, cómo vamos de 2019. Su imagen terminó con una aprobación del 62% de los bumangueses, que valoran su labor con las finanzas por encima de cualquier escándalo.

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