Rodrigo Botero: el escudero de Chiribiquete
Defensor, conocedor y doliente de la Amazonía y la Orinoquía, su voz se escucha en el Consejo de Seguridad de la ONU o en el Consejo Asesor del Fondo Noruego de Derechos Humanos en Colombia. Desde hace 23 años ha liderado la ampliación del área de reserva del Parque Natural Chiribiquete, que pasó de 1,2 a 4,2 millones de hectáreas
A Rodrigo Botero una maloca lo sigue a todas partes: mientras viaja en canoa en medio de la selva, al sobrevolar por enésima vez la Amazonía colombiana o al preparar un nuevo informe en su escritorio, cerca de la sabana de Bogotá.
Es hijo de Pedro Botero, uno de los primeros geógrafos en mapear la Orinoquía y la Amazonía, para el Instituto Agustín Codazzi. Y desde niño fue marcado por ese otro mundo donde la selva es el universo, el español es una lengua ajena y la realidad está hecha de tantas cosas invisibles que para explicarla con precisión hay que usar la palabra ‘magia’.
Después de la universidad –que encontró desconectada del país– siguió el consejo de su padre: “¡Si lo que quiere es aprender, váyase para el Guaviare!”. Y allá fue a dar a sus 27 años. Terminó pasando más de dos años junto a Uai Matapiyu Kuna –Carlos Matapiyu, para los de fuera–, un hombre generoso que le permitió acercarse a los secretos de su maloca circular, en medio de la reserva Mirití-Paraná.
Aquel viejo maloquero fue su maestro: “Literalmente todas las noches de su vida trabajaba en cómo curar el mundo, a su gente, los sembrados”, a punta de plantas sagradas y conocimiento milenario. “Eso es finalmente lo que venimos a hacer aquí: tratar de curar este mundo”.
La voz de Rodrigo es afinada, y se escucha ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en el Consejo Asesor del Fondo Noruego de Derechos Humanos en Colombia. Su mensaje es certero: los conflictos socioambientales se pueden resolver “reconociendo los derechos de la gente, reconociendo los derechos de la naturaleza y las obligaciones con uno y otro”.
En 2021, recibió la Beca Henry Arnhold, de la Fundación Mulago —que entrega 100.000 dólares en fondos y acompañamiento intensivo a soluciones escalables para retos de conservación— por su trabajo contra “la deforestación causada por la invasión ilegal” en la cuenca del Amazonas. “En 30 años jamás había faltado agua en los caños superficiales… y verlo hoy como un paisaje lunar es brutal”, se lamenta. “Esa es tal vez la angustia con la que empujo”.
Como siguiendo los mapas de su padre, hoy se le considera uno de los mayores conocedores —y dolientes— de la Amazonía y la Orinoquía. Primero como director territorial de Parques Nacionales Naturales y hoy al frente de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) , con un equipo de más de 150 personas, ha liderado la ampliación del área de reserva del Parque Natural Chiribiquete —”ombligo y corazón ambiental de Colombia”— de 1,2 a 4,2 millones de hectáreas.
Con la FCDS entregan sistemáticamente, y en tiempo real, información crítica sobre la protección de la Amazonía a presidentes, ministros y delegados diplomáticos. Y han ampliado su injerencia hacia Venezuela, Ecuador, Brasil y Perú, procurando integrar acciones con visión continental. Además, saben que la conciencia se siembra, y por eso han creado una red de equipos territoriales en las zonas de frontera agrícola con los parques naturales, a quienes entrenan en la gestión de acuerdos con las comunidades campesinas y de colonos para encontrar alternativas a la tala y usar el bosque a su favor de manera sostenible.
“Hemos demostrado que es viable luchar por los sueños”, dice. Y a sus 57 años proyecta “otros 30 de actividad”.
Desde 2022 integra la Mesa de Diálogos de Paz del gobierno colombiano con el ELN. Ahí está el meollo de su labor: la identidad entre la paz de los hombres y la paz con la naturaleza. En el más reciente de sus innumerables sobrevuelos amazónicos —y mientras contemplaba el verdor infinito y los parches ocre y negros de la deforestación— recuerda haber acariciado otra visión: “Quiero creer que es posible pensar en un proceso de reintegración política del Estado Mayor Central [sombrilla de grupos disidentes de las extintas Farc] en la Amazonía”.
Y sonríe, como quien se sabe despierto en medio de tanto sueño.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.
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