Crucelina Chocho, del corazón del Pacífico para el mundo

La tejedora ha sido invitada a importantes ferias mundiales de artesanías, como el International Folk Art Market, que se lleva a cabo en el Museum Hill del estado de Nuevo México, en Estados Unidos, y que reúne a más de un centenar de los artesanos más destacados del mundo

Crucelina Chocho
Crucelina ChochoArtesanías de Colombia

El wérregue es una palma selvática nativa del pacífico colombiano que mide entre 3 y 5 metros de altura. De tronco espinoso, su fibra reside en el corazón de los cogollos que la comunidad indígena wounaan desde tiempos inmemoriales, para que sus mujeres tejan cántaros, platos, fruteros y otros recipientes, así como brazaletes y aretes. Esta es la tribu en la que Crucelina Chocho nació y creció. Se asienta en el Bajo San Juan y, en su idioma, curiosamente la w se pronuncia como en alemán, por lo que al wérregue le llaman vérregue.

No se trata solamente de recipientes bonitos. Muchas de las piezas narran escenas de la cotidianidad de los wounaan. En todo aquello que tejen sus manos habitan las historias de su pueblo hechas metáfora. Una de las muchas figuras se llama, por ejemplo, lágrima de la madre tierra y emula a la lluvia cayendo. No por nada se tejen en espiral, como la vida misma. Para darles color se utilizan los tintes naturales de puchicama, achiote y azafrán, que tiñen las fibras de negro, rojo y amarillo, respectivamente.

Crucelina Chocho representa a muchas mujeres que, como ella, viven del sustento que estas piezas les brindan. Es una de las tejedoras que le pone cara a cada artesanía que se vende aquí y en el exterior, y por eso hace parte de los 75 líderes a destacar.

Durante mucho tiempo las artesanías colombianas se comercializaron sin darles crédito a quienes desde los lugares más inhóspitos del país las creaban. Hoy, cada vez se afianza más la buena costumbre de que las piezas tengan autor, así como las esculturas y los cuadros tienen la firma de un artista. El hecho de que sus ‘corotos’ no se expongan en museos no los hace menos merecedores de ser llamados obras de arte. Así, la naturaleza utilitaria de una cesta trasciende y hace que cada pieza sea atesorada y apreciada como debería: con nombre propio.

Las piezas de Crucelina Chocho han llamado la atención de personajes tan importantes como Donna Karan. En su cuenta personal de Instagram, la diseñadora aparece en una foto besando amorosamente a Crucelina mientras ambas, sonrientes, sostienen una de sus piezas. “Me siento profundamente inspirada por los artesanos que el IFAM [International Folk Art Market, que se lleva a cabo en el Museum Hill del estado de Nuevo México] reúne. Los amo y aprecio el alma y el corazón que le ponen a cada una de las piezas únicas que crean”, reza el pie de foto.

Es curioso que hoy sean los países desarrollados del primer mundo los que aprecien y generen más conciencia sobre lo ancestral de estas prácticas, y que gracias a la reverencia y el respeto que les profesan a artesanos de todas partes del mundo, ellos empiecen a entender el verdadero valor de su trabajo y puedan lucrarse como lo merecen en circuitos de más sofisticación, donde Crucelina ha conseguido vender su artesanía a mucho mejor precio. La primera vez que fue invitada al IFAM, todos sus gastos fueron pagados a través de una beca de la organización y con un apoyo económico de Artesanías de Colombia, que además ayuda anualmente a postular a por lo menos 15 artesanos, pues hay que llenar formularios y escribir cartas de motivación en inglés.

Ganarse una plaza en este mercado no es sencillo. De los 15, solo 3 son elegidos para participar. Como Crucelina obtuvo su primera visita con todos los gastos pagos, las siguientes veces ha participado por sus propios medios, aunque le sigan ayudando con la aplicación. Pero quizás la ayuda más significativa de Artesanías de Colombia han sido los laboratorios de diseño, en los que artesanos de todas las regiones del país co-crean sus piezas con la mentoría y el expertise de un diseñador que conoce con más claridad el mundo del diseño y de la moda. Es por eso que hoy en día la cestería en wérregue es la más fina y costosa del país.

Pero, más allá de que obtenga el dinero que merece (en el primer Internacional Folk Art Market recibió más de 120 millones de pesos [unos 30.000 dólares] por la venta de sus piezas), lo que importa es cómo Crucelina lo ha invertido para pagarles el colegio o la universidad a varias jovencitas de su comunidad, generando así otro tipo de oportunidades que, además de rescatar sus costumbres, le pueden dar más calidad de vida a su comunidad.

Lo que menos le importa a Crucelina es haber tenido un papel en la película La misión, protagonizada por Robert de Niro, cuando tenía 12 años. Su verdadero papel protagónico ha sido el de enseñarles la tradición del tejer y el significado de sus símbolos a los niños wounaan en la escuela comunitaria. Ella cree que es importante hacerlos sentir orgullosos de su cultura, así como lo hizo su abuela con ella cuando tan sólo tenía 8 años, para que hoy en día no sea una simple metáfora decir que Crucelina ha llevado luz a su comunidad, porque literalmente aportó para la gasolina de un generador de luz que cambia por completo las vidas de los habitantes de Litoral de San Juan, un lugar en el que no entra la señal del celular, y para comunicarse con el mundo hay que encaramarse a un árbol. Una de las personas con quien ha viajado por trabajo en repetidas ocasiones cuenta que lo primero que Crucelina quiso comprar con el dinero que recibió fueron unas botas de caucho para poder seguir yendo a enseñar a la escuela, que se inunda cada tanto cuando llueve muy fuerte en su región (o sea, casi siempre).

Que las futuras generaciones wounaan entiendan que un simple canasto tejido con destreza y sensibilidad puede ser un agente de cambio para toda una comunidad es un logro que también hace parte de la labor incansable de Artesanías de Colombia, que hasta hace muy poco estuvo a la cabeza de Ana María Fríes y que, se espera, continúe dándole ese grado de importancia y ese estatus de artistas a nuestros artesanos alrededor del mundo sin que por ellos tengan que abandonar sus costumbres y raíces. El progreso, muchas veces, está revestido de fibras orgánicas que merecen ser reverenciadas en el corazón de quienes pueblan la tierra.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.

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