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Gobierno de Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los riesgos de la impulsiva diplomacia twittera

La prudencia que el presidente Petro aducía para tratar la crisis en Venezuela no es la misma que lo ha caracterizado con respecto a Estados Unidos

Gustavo Petro toma una fotografía con su teléfono móvil en Cali, Colombia, en mayo de 2024.
Gustavo Petro toma una fotografía con su teléfono móvil en Cali, Colombia, en mayo de 2024.Ernesto Guzmán (EFE)

Hace apenas semanas, el Gobierno del presidente Gustavo Petro argumentaba que su poco contundente postura ante la crisis política que enfrenta Venezuela buscaba proteger desde la mesura los intereses de los dos países. Pero en los últimos días, los colombianos han entendido que la prudencia que había sido prometida está lejos de definir el manejo de las relaciones internacionales de parte del Ejecutivo.

Los titulares de la prensa mundial han documentado la crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos, agravada por los trinos con los que el presidente Petro buscó dar un pulso público con Trump que al final perdió. No es la primera vez que la diplomacia twittera del presidente de Colombia deja al país en apuros internacionales. Los trinos de Petro han calificado procesos políticos de decenas de países: el mandatario comparó el triunfo de la derecha en España con el del nazismo en Alemania en 1933, igualó a Milei con el exdictador argentino Videla, llamó la derrota de la nueva propuesta de constitución chilena el regreso de Pinochet, y ante la victoria de la derecha en el Parlamento Europeo recordó el surgimiento del nazismo. Y así como muchas veces el imperioso deseo de Petro de escribir y opinar sobre los hechos del mundo entero no consigue respuesta de parte de dirigentes más prudentes y calculadores, esta vez ha encontrado en su homólogo estadounidense un estilo tan impulsivo como el suyo propio.

Evitar las tensiones diplomáticas ―especialmente con los aliados más importantes― debería ser una prioridad de cualquier gobierno, pero en este caso parece ser lo contrario. Todo indica que los dos gobiernos buscarán sacar provecho de esta nueva disputa diplomática: en el caso de Trump, para mostrar ante el mundo un ejemplo de la dureza de su determinación, y en el caso de Petro, para presentarse como un líder del hemisferio sur en la lucha contra las medidas migratorias de los republicanos. Por encima de la prudencia que alguna vez prometió el Gobierno en la respuesta a la crisis que enfrenta Venezuela, ha estado la búsqueda de polémica, mientras queda cada vez más claro que al único gobierno al que el presidente Petro no le ha levantado la voz es al de Maduro.

Esta crisis, que se dio menos de una semana después de la llegada de Trump a la Casa Blanca, presenta una nueva y preocupante realidad de fondo: la personalización de la diplomacia desde las redes sociales de los gobernantes en ocasiones avanza en contravía y evade los canales institucionales que durante más de un siglo han sostenido las relaciones bilaterales entre Colombia y Estados Unidos. En casos como este, los protocolos de la Cancillería y las embajadas son dejados en un segundo plano, mientras la impulsividad de los dirigentes desconoce que las relaciones diplomáticas deben mantenerse sobre la base de que son construcciones entre dos estados y no entre dos gobernantes de turno.

No hay manera de superar de un día para otro un incidente diplomático tan mal manejado por el presidente Petro. Aun cuando las sanciones han sido suspendidas, el desgaste y el daño causado son capaces de perdurar durante meses y años, a la vez que ambos gobiernos se dirigen ataques casi diarios en sus pronunciamientos. Por cuenta de la apresurada diplomacia twittera, ahora la desconfianza y la constante tensión caracterizan una relación que durante décadas se había conducido con mesura e inteligencia.

La crisis deja también una enseñanza, dado que recientemente se ha conocido que un papel clave en su resolución fue el que cumplieron varios expresidentes colombianos, a quienes tantas veces el actual Gobierno ha destinado sus ataques. Que una crisis con tantos riesgos para el comercio y las vidas cotidianas de millones de familias colombianas fuera resuelta por las vías diplomáticas e institucionales, trascendiendo la línea definida por el presidente Petro, dice mucho sobre el valor de los mecanismos de diálogos bilaterales y de cómo el camino de la institucionalidad siempre será superior a las respuestas a título individual.

Todo indica que en los meses que vienen, tal como ha ocurrido en los últimos dos años, las relaciones con países del mundo entero ―con la llamativa excepción de Venezuela― seguirán dependiendo de las ocurrencias twitteras del presidente Petro. Así el gobierno recurra al ya conocido libreto de la dignidad y al trasnochado argumento del antiimperialismo como motivo para dar esta reciente discusión, es poca la dignidad en la destrucción de las instituciones y las relaciones que hasta ahora han funcionado de manera correcta, y que tanto benefician a los dos países. Es ahora cuando más debemos exigir desde la ciudadanía colombiana que ante la impulsividad personalista en el manejo de los asuntos internacionales se sobreponga la diplomacia institucional.



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