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GOBIERNO GUSTAVO PETRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un Petro más maduro se juega su futuro en Venezuela

Por la paz de Colombia, el comercio, la seguridad fronteriza y los migrantes, Petro quiere marcar su propia ruta ante la crisis venezolana. Nada ha puesto más en juego su credibilidad y capacidad de actuar con responsabilidad política que lo ocurrido en el país vecino

gustavo petro y nicolas maduro
Nicolás Maduro recibe a Gustavo Petro en el Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela, el 1 de noviembre de 2022.NurPhoto (Getty Images)

Nada ha puesto más en juego la credibilidad, madurez y capacidad de actuar con responsabilidad política del presidente Gustavo Petro que el manejo de la crisis democrática que atraviesa Venezuela, profundizada por el fraude de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 por Nicolás Maduro, quien para frenar a la oposición se ha despojado de cualquier careta democrática.

Radicalizado, Maduro militarizó el país, cerró cualquier espacio a la oposición y contra viento y marea se posesionó en Caracas, con mínimo reconocimiento internacional, el pasado 10 de enero. El extremo de la paranoia represiva del régimen fue la detención arbitraria, por unas pocas horas, de María Corina Machado, símbolo de la resistencia al régimen. El mandatario parece obsesionado en cerrar la puerta de la libertad y anclar su país al caos.

En tiempos de grandes guerras y caída de tiranos, como en Siria, Venezuela ha atraído la mirada del mundo, precisamente cuando el péndulo de la extrema derecha se mueve con fuerza y el electo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, patea la mesa con sus amenazas de uso de la fuerza militar para quedarse con Groenlandia, propiedad de Dinamarca, o retomar el control del Canal de Panamá, desconociendo los acuerdos Torrijos-Carter, del 7 de septiembre de 1977.

En medio del caos y el diseño de un nuevo orden internacional, los mas radicales opositores venezolanos han presionado un pronunciamiento de Trump o Marco Rubio, el designado secretario de Estado, que desafíe el poder de Maduro y anuncie una ruta de recuperación de la democracia, que vaya más allá del bloqueo económico y las sanciones al equipo cercano a Maduro, quizá esperando el uso de la fuerza.

Trump se posesionará el próximo 20 de enero. Habrá que esperar a ver qué papel jugará Venezuela en su agenda internacional, de por sí ya bastante congestionada con las conflagraciones existente en otros continentes y la disputa con Putin y Xi Jinping, cuyo poder en Venezuela también es mayúsculo.

Es obvio que cualquier salida no pacífica de la crisis del vecino país tendrá un alto impacto en Colombia, que ha sido la principal receptora de la diáspora venezolana en el continente. Ambas naciones mantienen una frontera viva de 2.200 kilómetros, con una amplia historia común e identidad cultural compartida, llena de oportunidades de integración comercial y generación de empleo.

Contrario a todos los pronósticos, el presidente Petro ha sido menos amigo de Maduro de lo que el dictador esperaba y más cercano de la postura de Brasil y México. Es imposible pensar que Petro se alinee en ese tema con Trump, la derecha colombiana o con la oposición del otro lado de la frontera. Así lo demostró al no reconocer el supuesto triunfo de Maduro, exigir la publicación de las actas de las elecciones presidenciales, no asistir a la posesión del 10 de enero, y coaligarse con sus pares con mayor poder regional en busca de una ruta conjunta que permita una salida negociada a la crisis, definida por los propios venezolanos, que incluya a Maduro, las Fuerzas Militares y la oposición, con el apoyo de la comunidad internacional.

A pesar de la enorme controversia interna que generó la presencia del embajador de Colombia, Milton Rengifo, en la posesión de Maduro, hay que mirar más allá de la coyuntura y tratar de entender los objetivos estratégicos de la diplomacia colombiana, definidos el día antes de las elecciones del pasado 28 de julio. Se trata, en esencia, de mantener abierta la puerta del diálogo diplomático con Maduro, sostener la posta de la solución pacífica de las controversias y defender los intereses vitales de Colombia, que por compartir una frontera común tan extensa, son diversos y complejos. Uno de ellos es la paz, los otros, el comercio y la seguridad fronteriza, hoy en poder del crimen organizado y las guerrillas.

Así lo explicó el embajador Rengifo en diálogo, desde Caracas, con Noticias Caracol: “Con Venezuela estamos en un proceso de recuperación de confianza, de recuperar relaciones. Aquí en Venezuela viven dos millones de colombianos que necesitan atención. Porque, además, Venezuela también nos ayuda en dos procesos de paz. También por la relación comercial se han generado varias dinámicas de tipo empresarial muy importantes, especialmente en la frontera. Estamos hablando de más de mil millones de dólares de intercambio comercial, y eso ha generado empleo y se ha visto beneficiada la frontera. Necesitamos recuperar la frontera, que se abandonó y hoy está en manos del multicrímen”.

Hay un tema adicional en el manejo de la crisis: la aguda crisis fiscal que incapacita a Colombia para asumir el impacto social y económico que tendría una nueva diáspora venezolana. No hay recursos disponibles, en medio de una grave crisis fiscal interna, para asumir la responsabilidad de una nueva oleada de migración, que podría sumar varios millones de personas, la mayoría en grave situación de vulnerabilidad, colapsando el sistema de salud y educación, y demandando vivienda y seguridad. Así las cosas, Colombia aplica una política de contención.

A pesar de las fuertes criticas en su contra Petro no quiere repetir el camino andado, en este tema, por Colombia durante el cuatrienio pasado. Quiere marcar su propia ruta, avanzar con pies de plomo, sin plazos, conciertos ni desafíos inocuos, desoyendo los ataques de la oposición, obsesionado en cuestionar la lógica del marketing político y dispuesto a asumir los costos de sus decisiones en la próxima campaña presidencial, en la que el termómetro político subirá dependiendo del estado de la situación venezolana, las relaciones de Petro con Maduro, el impacto en la seguridad fronteriza y los mercados. Todo ello será la columna vertebral en la construcción de una narrativa de venezolanización de Colombia.

Petro ya va de salida y quizá no le importe pagar el precio personal de su estrategia, ni su obsesión con impedir que Colombia se convierta en aliado de quienes promueven una salida de fuerza y no política a la crisis del país vecino. Pero a quien lo que suceda sí afectará es al canciller Luis Gilberto Murillo. Son muy fuertes los ataques que recibe a diario por su papel en este capítulo de las relaciones binacionales.

En conclusión, el 2025 comienza con alta tensión política en el vecindario, un mandatario con credencial espuria que se atornilla al poder después de un megafraude, una oposición que no logra romper el cerco autoritario, y un jefe de Estado, como Petro, que juega a impedir que el desastre venezolano no explote y desborde la capacidad de reacción de Colombia, sumida en una profunda crisis fiscal, con reformas sociales aplazadas, un Congreso en rebeldía y unas elecciones presidenciales en marcha. En las turbias aguas de la crisis de Venezuela, además, podría naufragar el sueño de la reelección del cambio.


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